La formación catalana, una de las bandas más internacionales de blues y soul, se encuentra en el comienzo de una nueva etapa con su cuarto disco de estudio, Keepin' On', para el que han cambiado de sello discográfico (ahora Satélite K), productor, Neil Sugarman, y cantante, la francesa Kissia San. Un cambio nada fácil de llevar a cabo en plena pandemia, tal y como cuenta a este periódico su guitarra rítmica Adrià Gual.

Vuelven a Donostia con un nuevo disco bajo el brazo.

-Sí. Al año que estuvimos de reestructuración le hemos tenido que añadir los dos del covid, por lo que no hemos podido casi tocarlo. El disco salió en octubre pero estaba grabado desde hace un año. Sacarlo sin poder tocar no tenía sentido. Ahora la cosa está como está, pero, al menos, mejor que en noviembre.

Es, además, su trabajo más soul.

-Sí. Al hacer el cambio de cantante buscamos a alguien distinto para, por un lado, minimizar las comparaciones, que siempre son injustas, y, por otro lado, hacer lo que no podíamos hacer hasta ahora. Los cantantes tienen un registro y la nueva tiene otro.

¿Costó dar con Kissia San?

-Llevó un tiempo. Vimos y hablamos con gente de varios sitios pero, por una cosa o por otra, no terminaban de cuajar, y al final el técnico de luces, que es francés, sabía de la existencia de esta chica que vive en París. Dio la casualidad que ella nos había visto en directo y le gustaba la banda, así que fue cojonudo. Canta genial, así que dijimos que para la saca.

También han cambiado de sello y de productor. ¿Se encuentran en una nueva fase como grupo?

-Sí, más o menos. El sello estaba un poco tieso de pasta, así que buscamos otro. Con el productor ya sabíamos desde el tercer disco que queríamos cambiar y trabajar con otra persona. Hablé con Neil Sugarman, que somos colegas desde hace años, y accedió. Fue complicado porque nos pilló el confinamiento. Tuvimos que aplazarlo y cuando volvíamos a ello, viajar era complicado, así que tuvimos que hacerlo por teléfono y vídeoconferencia. Ha sido una manera rara de trabajar pero no nos quedaba otra.

Siempre han dicho que lo suyo no es inventar nada nuevo, sino ser fieles a su música. Tras más de una década, ¿es algo fácil de mantener?

-La gente que cree que inventa cosas no lo hace. Es mejor aceptarte cómo eres y hacerlo bien que hacer un invento para que suene distinto y al final sonar peor (risas).

A mí, personalmente, de la gente que me dice que ha inventado la nueva sopa de ajo no me fío (risas).

¿En qué momento diría que se encuentra actualmente el soul?

-Un poco como está todo el mundo. Todo el sector, desde músicos a salas y promotores, está en modo guerrillero. Todavía está siendo difícil y encima hay un tapón enorme de todo lo que se tenía que haber hecho hace dos años y no se hizo. Es complicado. Las salas de conciertos han estado muy dejadas de la mano de Dios. El otro día miraba las ayudas del Estado al sector y ha podido optar un 5% a ellas. Se ha hecho con un sistema que no tiene ni pies ni cabeza. Acabas entrando en epígrafes sin sentido. En el mío también estaban los restauradores de bienes inmuebles. No creo que me pueda poner yo a restaurar.

Son una banda con una clara vocación internacional, por lo que lo habrán notado más si cabe.

-Fuera está para nosotros casi peor que aquí. Para los franceses no porque tienen un régimen fiscal que cuando no tocan, cobran, pero los ingleses, por ejemplo, están peor. Está complicado porque en Europa se nota mucho el tapón de estos dos años. Tardaremos en salir.

Será, por lo tanto, una gira de presentación larga y pausada.

-Sí, todo va bastante poco a poco. Este año habrá cosas porque las salas están por la labor. Los festivales empiezan a salir ahora pero habrá que ver porque van con bastante pies de plomo. Estamos en una incertidumbre premium, no la normal de toda la vida.

¿Qué tal combina su propuesta con las nuevas generaciones?

-Siempre hemos tenido un público adulto. Los chavales están para otras cosas y me parece bien. Alguno habrá que le mole, pero hay lo que tiene que haber. Deben tener una música que sea distinta de la nuestra y que moleste. Y, más o menos, consiguen molestar a la gente mayor, con lo cual a mí me parece bien.

Precisamente, lo de molestar en la música es algo que siempre han reivindicado.

-Nosotros ya somos mayores para molestar en según qué cosas. Tengo amigos que critican el trap cuando están diciendo lo que les decían a ellos del punk. Creo que todos deben tener su espacio y su sitio.