- Sus expediciones a Cuba, en las que ha ido desprendiéndose de la "fase turista", han provocado que Ruper Ordorika ofrezca su "pequeña aportación y testimonio" a su gente y la música de la isla en su nuevo disco, Amour eta toujours (Elkar), que la pandemia impidió grabar allí. Su gira recalará este mes en Iruñea (Baluarte) el día 12, el 23 en Arrasate (Leidor Antzokia) y el 30 en Bilbao (Teatro Arriaga), y ya el 22 de enero actuará en Donostia (Victoria Eugenia).

Su disco es una gran sorpresa.

—Están hablando muy bien de él, pero valoro más el camino que me llevó al disco. Era un deseo antiguo al que le ha venido bien demorarse, para destilarlo más.

Su relación con Cuba es antigua. Recuerdo una iniciativa junto a Hertzainak, Laboa, escritores...

—Eso fue hace casi tres décadas y marcó una relación emocional con Cuba aunque siempre me sentí lejos en términos musicales. Siempre he cantado allí, invitado por algún trovador o por Matxitxa, manager de grupos vascos como Itoiz, que vive allí. Hace doce años hice una pequeña gira y canté solo y en euskera. Me miraban como las vacas al tren (risas). Matxitxa me animaba a hacer algo relacionado con Cuba, pero no lo veía, hasta que fui y me adentré en sus tipos de canciones.

Y dio el paso.

—Constaté que son músicos magníficos y que es otro lenguaje diferente al mío. La música afrocubana, que va de Uruguay a Nueva Orleans, está basada en unos patrones rítmicos que te obligan a moverte. En mi caso, quería hablar de mis vivencias durante mis estancias. Puede parecer un tópico, pero era cantarle a ese cariño y calor que sentí con la energía de su música. Quería contar algo con temas escritos para la ocasión.

Recupera 'Haizea garizumakoa', tema que titulaba su disco de 2009, con portada en Municipio Playa.

—Era donde vivía Matxitxa entonces. En canciones anteriores ya hablé de Cuba, pero en esa cito lugares específicos. Como ves, ha sido un camino largo desde que pasas de la fase turística. El técnico Ángel Katarain dice que hay que ir siete veces para entender Cuba, pero yo he ido más y todavía no entiendo nada, aunque sí la siento.

Venía de discos en vivo y versiones. ¿Renovarse viene bien?

—El disco es un aprendizaje grande, un gran paso. Y vengo de esos discos porque me gusta profundizar, incluso en mis canciones, y grabar es consecuencia de ir tocando. Quizás la gira por Cuba desemboca en este disco. Es bueno abrir ventanas.

Ve los discos como pasos en un camino de aprendizaje continuo.

—Lo son. Este lo fui haciendo entre el directo y el álbum en solitario. Tiré de un hilo, de esa fuerza que me empuja.

Está presente la calidez de la percusión y rítmica cubana, el tres, una trompeta...

—Inicialmente, hice guantes con Alberto de la Casa, productor del CD, enseñándole los temas y trabajando la rítmica para encuadrarlos en la clave cubana. Ahí está la base y, aprovechando que el batería Kenny Woollessen, con quien llevo grabando varias décadas, había venido al Jazzaldia, le rapté. Igual con el percusionista Yaroldy Abreu, que iba con Chucho Valdés. Y les junté con el guitarrista Dani Pérez.

Mezcla la rítmica cubana con la electricidad.

—Vi rápido que no podía hacer un disco como Buena Vista Social Club o los de María Teresa Vega, ya que no soy de allí. Tenía que meterme en lo musical en serio, aportando mi lenguaje con respeto. Los músicos cubanos se toman muy poco en serio, pero sí mucho lo que hacen. Es una cuestión casi religiosa.

El disco está grabado en Euskadi. ¿No se planteó hacerlo en Cuba?

—Claro. En 2020, en primavera, tenía montada una gira con sesiones en un estudio, pero nos quedamos con los billetes en la mano. La pandemia entró tarde allí, pero ha sido un desastre. Se cerró todo y apenas llevan dos semanas con las fronteras abiertas. El disco estaba muy caliente, no quise demorarme más.

¿Habría sido diferente si lo hubiera grabado allí?

—Sin duda, pero hemos llegado adonde yo quería al retrasarlo. Y gracias a amigos comunes contacté con el contrabajista y tresista Lino Lores, cuya labor fue fundamental.

La mayoría de las letras son suyas, con aportaciones de Linazasoro y Sarrionandia.

—Llevo varios discos haciendo casi todas las letras. Mi intención en este era contar cosas que vi allí, desde lugares a sensaciones. Sarri, en sus últimos gaukariak (diarios nocturnos), tiene textos específicos sobre Cuba que he tenido a mano para llegar a ese ambiente. Me basé en textos inéditos suyos con total libertad. Uso sus letras, pero el estribillo es mío, cambio de orden párrafos... Ha sido un filón, ya que sus vivencias son de primera mano.

Las letras son sencillas en lo formal y cotidianas, pero esconden mucho material para la reflexión.

—Vivir en sus condiciones señala vivamente todas tus contradicciones. Adviertes que eres un privilegiado y te da que pensar sobre el valor de la propiedad o el sentido de la familia que tenemos aquí. Es un aprendizaje total, ya que sus contradicciones señalan a las nuestras.

"Estaba muy seguro de mi forma de vida", canta.

—Al volver, piensas en ello o ves documentales o noticias donde aparecen las colas y se habla de falta de libertad, y ves la cantidad de matices que no se suelen tener en cuenta intencionadamente. Aparte, está la sensación de que has encontrado cosas nunca vividas; por eso la gente vuelve a pesar de las contradicciones y el drama que atraviesan. El olor de La Habana no se olvida.

Como su fiesta y alegría.

—Sí, ofrecen cariño, cordialidad... Son todo energía y allí siempre sale la luz y el sol.

¿Hay que ver y vivir Cuba para criticarla?

—Eso sería extensible a todo. ¿Cuántas veces hemos escuchado opiniones sobre los vascos que suenan extemporáneas y son clichés? Igual entramos en el terreno de las justificaciones, pero una isla en esas condiciones es impensable que haya llegado a estos términos. Eso sí, al tocar con sus músicos ves situaciones reales que se prolongan demasiado en el tiempo. Todo matiz es poco aunque vayas muchas veces. Puede ser pretencioso, pero es un disco de agradecimiento; es mi testimonio.

"Tenía que meterme en la música de Cuba en serio, lejos de la fase turística, y aportando mi propio lenguaje con respeto"

"Hay situaciones allí que se prolongan demasiado en el tiempo, pero sus contradiciones señalan también las nuestras"