- La crítica, traductora y editora alemana afincada en Barcelona Cecilia Dreymüller, especializada en literatura escrita por mujeres, ha hecho de su pasión, la lectura, el centro de su misión vital: rescatar y difundir la “literatura exigente”. Una labor difícil que le compensa y le llena.

En más de una ocasión ha comentado que su labor es rescatar y difundir esa literatura exigente que es vital para nuestra sociedad actual. Una misión complicada en este tiempo en el que reina la superficialidad y se reflexiona poco.

-Precisamente me he tomado esto como propósito porque, por un lado, es cierto, la superficialidad está igual en el mundo editorial que en el resto del ámbito público; pero también es verdad que existe el lector exigente. Hay, incluso diría yo, en la generación joven mucha gente que busca otras lecturas, que se quiere salir de los caminos trillados del mundo editorial comercial. Es gente que además sabe idiomas, y aprecia el hecho de que los libros que edito, de poesía, siempre son bilingües; valora poder apreciar el texto original.

¿Qué es la literatura exigente?

-Es literatura que te hace pensar, que te plantea preguntas, que te hace sentir un placer estético, porque está escrita de una manera que es sorprendente, o que te sobrecoge por su belleza. Tiene que haber un factor estético y tiene que haber un factor de estímulo intelectual o anímico. Tiene que entrar en el alma, de alguna manera.

¿Cómo resulta hoy la tarea de levantar una editorial independiente como Tres Molins, el sello que lanzó en 2017?

-Es una empresa casi suicida. Si uno se lo plantea desde puntos de vista económicos, no se lanzaría. Mi planteamiento es el de tener una editorial sin ánimo de lucro. Yo quiero compartir mi pasión por la lectura, mi experiencia lectora o como crítica, y aportar con este conocimiento algo a los lectores. Pero a lo máximo a lo que aspiro es a cubrir gastos. Es difícil distribuir un producto que no se acopla al criterio comercial que domina el mercado. Hablamos de librerías que no son grandes cadenas. En las grandes cadenas yo ni entro porque no les intereso, ni a mí me interesa entrar. Las librerías literarias, que son las que me interesan, son las que tienen libros que no son solo best sellers.

Se considera editora-mediadora cultural, no editora-empresaria.

-Exacto. El libro en estos últimos 50 años se ha convertido más que nada en una mercancía, y es necesario que sea así hasta cierto punto, porque si quieres producir un libro, también tiene que tener una mínima perspectiva de venta. Pero que ahora prime este aspecto sobre conceptos educativos o políticos de un editor... todos esos conceptos se han quedado atrás y sometidos al concepto mercantil.

Ha traducido obras de mujeres escritoras que estaban invisibilizadas. ¿A quiénes destacaría?

-Para mí la más destacable y ahora creo que también ya bastante conocida es Ingeborg Bachmann, poeta austriaca que murió en el año 73. Es una poeta de un alcance vastísimo, de unos contenidos filosóficos muy importantes, en una generación donde hay grandes nombres: Paul Celan, Hans Magnus Enzensberger, Günter Grass, que empezó como poeta, e Ingeborg Bachmann, entre estos señores, era una figura marginal. Me fascinó su obra: el contenido filosófico, el tema del poder que se ejerce a través del lenguaje, y luego me fijé en la situación en la que se había producido esta obra y cómo había sido relegada y olvidada. Y la otra autora que me fascina y me sigue pareciendo relevante es Else Lasker-Schüler, una poeta que fue una figura fundacional del movimiento expresionista literario; solo que cuando se habla de expresionismo, siempre se habla de otros autores, porque ella era mayor, y los jóvenes autores la admiraban a ella, habían leído sus libros y ahí habían entendido: esto es una nueva estética, y seguían el camino que ella había abierto. Pero en el canon de la literatura Else Lasker-Schüler no está, porque fue judía y los nazis consiguieron borrar su memoria de la faz de la tierra. Ella tuvo que emigrar y murió aislada y olvidada en Israel.

¿Sigue marcando hoy el holocausto la literatura que se hace en Alemania?

-Sigue siendo un tema importante. Siempre va a serlo. No es algo que podemos en un momento dado archivar. Es uno de los acontecimientos históricos para toda la humanidad del siglo XX. Y en muchos países, no solo en Alemania, la repercusión de esta experiencia en las artes, en la literatura, en la música, ha sido muy grande; muchos, muchos autores y muy buenos han tratado este tema, y sigue siendo válido, incluso para autores de generaciones más jóvenes. Algunos se aprovechan del tema como reclamo, y esto me parece bastante ruin, pero también hay conexiones de autores con este tema histórico que son serias y que siguen aportando nuevas visiones.

Para un lector o lectora de aquí que no esté puesto en literatura alemana, ¿por dónde le aconseja empezar a bucear?

-Bueno, un autor actual, actualísimo y de alcance internacional, creo que el más grande actualmente es Peter Handke, el Premio Nobel hace dos años, y además con España tiene un vínculo muy estrecho, se ve en sus libros La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos, que es el subtítulo de una de sus grandes novelas?; el paisaje y la literatura españoles están muy presentes en su obra: hay mucho conocimiento de San Juan de la Cruz, de Fray Luis de León, de Teresa de Ávila, de Cervantes, de la poesía de Machado... Por ese lado seguro que tiene interés.

Parece que desde el confinamiento se lee más, y se está apoyando a las pequeñas librerías. ¿Cómo ve los efectos de la pandemia en el mundo editorial y literario?

-Por un lado, el efecto pandemia en los hábitos de lectura de las personas ha sido positivo, y tengo la vana esperanza de que puede ser un efecto duradero. En cuanto al mundo editorial, claro, la editorial pequeña, una microeditorial como la mía, ha sufrido mucho, porque yo no llego a tantas librerías, entonces si no puedo promocionar mis libros a través de presentaciones, la gente no se entera. Yo no he podido publicar porque no he vendido; pero es un caso extremo de la escala. Me consta que a otras editoriales no les ha ido mal. No les ha ido bien, pero tampoco tan mal.

En una entrevista afirmó recientemente que “ni los autores ni el público necesitan ya grandes obras”, que la literatura ha dejado de ser lo principal. ¿Esto es así?

-Sí, es así en el sentido de que, para elegir lecturas que no sean solo entretenimiento, tienes que tener una conciencia sobre lo que quieres leer, sobre lo que buscas, y si en un principio la gente no concibe la actividad de la lectura como una actividad de desarrollo de su propia persona y de su mente, entonces no va a buscar grandes obras. Y desgraciadamente, el mundo editorial, en su aspecto más visible, no promociona las grandes obras. Las grandes obras ahora están en ediciones de clásicos, y las venden con algo enganchado al libro para que haya un reclamo y lo compres, como si tuvieras que regalar algo para que se lleven un clásico. Cuando realmente para muchos lectores la dificultad consiste en encontrar un clásico, encontrar una obra importante, porque dentro de la jungla de las 19.000 publicaciones nuevas al año en España, ¿cómo vas a discernir y encontrar la obra que valga la pena? La crítica literaria ha dejado de existir en el sentido propio de la palabra; ahora lo que hace es promoción o propaganda editorial. Entonces, ¿cómo puede orientarse el lector? Es un supermercado muy grande y hay 3.000 paquetes con galletas, y tú no sabes qué galleta va bien para tu organismo.

¿Por qué desaparece la crítica literaria?

-Es muy difícil desde que se ha dado el fenómeno de que en los medios sociales la gente ha empezado a opinar sobre libros. La crítica literaria es un ejercicio de discernimiento y educativo que solamente se puede basar en la autoridad del crítico a través de su experiencia lectora, y si esta autoridad no se basa en la lectura, creo que no puedes llamarlo crítica. Hay mucha opinión: a mí me gusta la limonada, a mí me gusta la cerveza. Pero cuando quieres elegir una lectura que pueda ser estimulante, que te aporte algo para tu cabeza, necesitas otros criterios que el gusto. Ahora todo es opinión sin criterio, todo son blogs de gente que normalmente no está avalada por una experiencia lectora que le dé esa autoridad. Y en los grandes periódicos tampoco veo una generación que haya podido tomar el relevo del crítico vocacional y formado. La crítica literaria se pierde, para empezar porque es un oficio que no se remunera.