- El grupo zaragazono tuvo que aplazar la gira que había diseñado de su octavo disco, Salto al color, por culpa del confinamiento. Ahora, tras varios conciertos en formato reducido, Eva Amaral y el donostiarra Juan Aguirre, tal y como él mismo lo cuenta, llegan a Donostia "con todas las energías puestas" para un concierto muy especial.

Casi un año después de lo previsto tocan por fin en el Kursaal. Parecía ya casi un concierto maldito.

-Maldito no, bienvenido sea. Tenemos muchísimas ganas de tocar. Vamos a intentar que la espera haya merecido la pena.

Lo harán con el aforo al 100%. Parece que ahora sí que se está viendo la luz al final del túnel.

-Creo que todas las personas de las artes escénicas hemos intentado adaptarnos a lo que había y parece que por fin la situación se está controlando. Durante la pandemia nos refugiamos en la música, los libros y en estar en contacto con nuestras familias y amigos a través del ciberespacio y ahora es un placer poder viajar físicamente y tocar en directo.

Tuvieron que parar la gira 'Salto al color' y readaptarla.

-Sí. Toda la propuesta escénica de la gira se aplazó. Había una parte visual importante que era imposible de llevar a cabo. Hicimos varios conciertos en formato pequeñito porque nos lo propusieron promotores que quisieron mantener de alguna manera viva la llama. Intentamos poner nuestro granito de arena con PCR muy periódicas y con un equipo muy pequeño, pero ahora mismo estamos mirando al presente y al futuro.

Por lo tanto, acuden a Donostia con todo el arsenal que tenían pensado de la gira aplazada, ¿no?

-Sí. Va a ser toda la propuesta escénica de Salto al color, con toda la parte visual importante que comentaba antes y con, obviamente, la sonora.

¿Puede ser que 'Salto al color' sea el disco que más invite al baile con ciertos sonidos latinos?

-Yo no diría latinos. Hay distintas aperturas rítmicas como dance hall o brasileñas como en Ruido, pero también hay música tradicional y canciones que vienen de una tradición más pop y rock. Es una fotografía de todo lo que escuchábamos en el momento en el que se grabó y todo lo que sentíamos.

En cuanto a sonoridad, ¿es el más electrónico?

-Sí. Curiosamente hay instrumentos muy de 2019, que es cuando se grabó el disco, con muchos sonidos programados con ordenador, pero también hay instrumentos muy tradicionales de cuerda que hay que tocar como guitarras acústicas y eléctricas. Es una mezcla de texturas muy diferente y a veces contrapuestas que con la voz de Eva nos sonaban muy naturales.

¿El concierto se centra en este último disco o también habrá repaso a los grandes éxitos?

-Es un concierto largo en el que pasamos por todos los discos. Queremos que el Kursaal sea una fiesta. Tocar en Donostia siempre es un extra de nervios y excitación para nosotros. Yo nací allí y el Kursaal está a unos metros de Gros, que es mi barrio, por lo que no puedo evitar que sea como una vuelta a mis orígenes.

¿Esos otros temas se van a adaptar a la sonoridad que me comentaba antes?

-Hay algunos que sí y otros que sonaban muy bien de la forma en la que fueron concebidos. Cada canción es un mundo y la verdad es que tanto Eva como yo somos muy impulsivos y poco racionales a la hora de decidir las cosas. Cuando algo está en el aire y flota no necesita más. Pero luego hay otras cosas a las que le damos más vueltas.

Tengo la sensación de que esta forma de ir adaptándose ha hecho que vayan llegando constantemente a nuevas generaciones.

-Cuando componemos y trabajamos en el estudio entramos en una especie de burbuja y nos olvidamos de todo, del entorno y de quién va a escuchar la canción. Buscarle un motivo a una canción es algo misterioso porque en el fondo es algo que haces de forma íntima y en soledad en la mayoría de las veces. Luego, cuando la pones en común con el mundo, se convierte en algo increíble. Eso que tú has hecho de una forma tan íntima se transforma en una fiesta. Creo que eso es algo que otras artes no tienen. Los pintores o los escritores, por ejemplo, comparten con un músico la creación un tanto solitaria, pero luego su puesta en común tiene algo de terrenal. Es difícil saber por qué una canción le llega a la gente y otra no, pero preferimos no saberlo porque sino dejaría de tener el valor impulsivo que tiene.

Lo comentaba también porque en los últimos tiempos no han parado de hacer colaboraciones con otros artistas como Delaporte o Cala Vento, dando la sensación de que están muy puestos y abiertos a los estilos actuales.

-Lo que ha traído la revolución digital es que ahora con un click de ratón puedes pasar de escuchar a un grupo que todavía no ha publicado un disco entero a músicos de cualquier década. La música no es un compartimento estanco. Las colaboraciones siempre nos tienen que plantear un reto y un contenido de admiración. En el caso de Delaporte, el proyecto entero era muy bonito y surgió la posibilidad de casualidad. De hecho, tenemos todavía pendiente hacer algo nuevo con ellos pero ahora desde la base y no una versión. Con Cala Vento, nos dijeron que, al estar componiendo un tema, escucharon una canción nuestra y pensaron que había un latido compartido. Nos mandaron la canción, nos gustó y, sobre todo, Eva participó en la grabación. Desde que empezamos a tocar en Zaragoza, siempre hemos estado muy ligados a lo que se hacía en cada momento en las artes escénicas.

Entre colaboraciones y preparar la gira de cara al final de la pandemia, ¿han tenido tiempo para pensar en futuros proyectos?

-Sí, tenemos un montón de canciones a las que hay que darles forma. Necesitamos un poquito de calma para ello, pero tampoco nos vamos a centrar en la gira. Somos muy de vivir el momento. Ahora mismo tenemos toda nuestra energía puesta en tocar en Donostia.