- Todo arranca cuando un padre judío le pide a una madre atea que no le haga bocadillos de jamón a su hijo ya que este comparte su merienda con su hija que, por su religión, no puede comer cerdo. A partir de ahí, esta obra que se puede ver cada día hasta el domingo a partir de las 19.00 horas se convierte en una batalla por lo correcto y lo que no lo es en tiempos convulsos para la tolerancia.

¿Se puede decir que 'El dilema del jamón' es una comedia sobre un drama?

-(Risas). Sí, es una bonita definición. Me gusta. La comedia es tragedia más tiempo y en este caso Txemi ha conseguido hacer humor sobre la tolerancia y la intolerancia.

¿Da algo de miedo hacer humor sobre la religión?

-No, porque no es exactamente sobre la religión. Sí se parte de un prefecto religioso pero es más que eso porque a los personajes se le va mucho la pinza. Aún así, creo que es políticamente correcto hacer todo tipo de humor. Cada vez tenemos la piel más fina y sensible y eso no está bien. Es el momento de hacer humor sobre las religiones, los antivacunas, los terraplanistas... porque estamos condenados a vivir todos juntos. ¿Por qué no hacer entonces humor sobre ello?

Entonces, por su parte, los límites del humor tan en boga últimamente no tendrían que tener tanto límite, ¿no?

-No, pero no solo si estoy haciendo humor, también si estoy haciendo una canción, una obra pictórica o un libro. Creo que no deberíamos poner límite. Otra cosa es que a mí una persona en concreto me haga gracia o no. Yo ya decidiré si quiero pagar una entrada para verlo o, si por el contrario, no me gusta y decido irme, pero se están poniendo demasiados límites con el mundo de los ofendidos. Que alguien esté ofendido no quiere decir que tenga la razón. Y está es una opinión absolutamente de Gurutze Beitia (risas).

La obra parte de un conflicto con base en el judaísmo. En Euskadi, al ser una religión minoritaria, quizás no lo veamos como algo tan grave.

-Sí. Mi personaje es ateo mientras que el de Txemi es judío por matrimonio, por lo que me pide que no le dé bocadillos de jamón a mi hija porque los críos lo comparten todo. Es el detonante de la obra para ver cómo los adultos nos podemos volver locos una vez que cogemos una linde y seguimos en ese punto como unos cabezotas. Y en esas se ve el peligro que hay detrás, todo lo que puede saber o no una persona sobre ti, sobre el engaño... Se tratan diferentes temas para no solo hacer reír de manera inteligente, también conseguir que el espectador, cuando salga del teatro, haga una pequeña reflexión sobre todo lo que conlleva lo que decimos.

Son muchos años trabajando en diferentes proyectos con Txemi Parra. ¿Cómo le invitó a participar en este?

-Me llamó desde Nueva York para decirme que acababa de escribir una obra y que uno de los personajes lo había hecho pensando en mí. No creo que haya algo más bonito que te puedan decir en esta profesión. Él estaba viviendo allí y sus niñas iban a un colegio público donde celebraban todas las religiones, así que decidió partir de ese respeto para contar algo. Ha sido una gozada volver a trabajar con él porque es un hombre con una paz increíble y encima está abierto a cualquier sugerencia que le hagas.

¿Juegan sobre el escenario con el equilibrio de esa paz de él y usted siendo todo lo contrario?

-Jugamos los dos pero desde el punto de vista actoral. Su personaje es nerviosísimo con muchos tics y el mío es muy simpático y cariñoso hasta que le tocan la fibra y se convierte en una víbora. Son Godzilla y King Kong enfrentados (risas). Al final es ver quién se pasa más.

Muchos espectadores se sentirán identificados con esos personajes. O, al menos, con esas disputas que surgen entre padres de hijos de un mismo aula.

-Claro, porque esto es además algo que lo vemos a diario. Afortunadamente yo no estoy en ningún grupo de padres, pero por lo que me cuentan mis amigas se dicen tales cantidades de tonterías que es para alucinar. Txemi comentaba que en las fiestas de cumpleaños en Nueva York se procuraba no traer comida que no pudieran comer los niños con intolerancia a la lactosa o los celíacos y respetar así a todo el mundo, haciendo que al final no se llevase nada. Es algo con lo que convivimos, así que qué mejor que llevarlo al humor.

Ahora que parece que llega el fin del túnel de las restricciones, ¿cómo ha sido lo de hacer humor para gente con mascarillas?

-Ahora lo llevo bastante bien, pero la primera vez que me subí a un escenario tras el confinamiento fue para hacerlo sola con tres cámaras que retrasmitían en directo. En ese momento me dije que si era capaz de hacer una obra de comedia yo sola sin risas y sin respuesta de público, estaba preparada ya para todo. A las mascarillas nos hemos hecho porque la carcajada se sigue escuchando igual y los ojos achinados los seguimos viendo, pero no cabe duda de que el 75% de aforo nos da una vida que no os hacéis idea. Nos volvemos a sentir arropados y abrazados.

"Es momento de hacer humor sobre las religiones, los antivacunas y los terraplanistas al estar condenados a vivir juntos”