El teatro Victoria Eugenia se ha convertido este miércoles, en la primera jornada del Jazzaldia, en el neoyorquino Cotton Club o, quizá, en el Savoy Ballroom. Sobre su escenario no se encontraban ni Duke Ellington ni su orquesta pero, sin duda, sí su espíritu, al igual que el espíritu de otros referentes como Count Basie o Benny Goodman. La Locomotora Negra ha ofrecido un concierto muy marchoso compuesto por standards y composiciones propias -como Fresh air stomp o Three bones shuffle-, impregnadas de un sabroso buen rollo; el mismo que exhalaban sus 17 componentes.

Tras 50 años sobre la vía, La Locomotora Negra ha hecho una de sus últimas paradas en la estación donostiarra. Así lo ha recordado el conductor de este tren, Ricard Gili, al recoger de manos del director del Jazzaldia, Miguel Martín, uno de los dos premios honoríficos que entregará este año el festival -el segundo se le dará mañana jueves a Chucho Valdés en la plaza de la Trinidad-. Martín ha traído a la memoria que este premio reconoce tanto la "trayectoria" de una banda o artista, como el hecho de que sea "un modelo para futuras generaciones". "En el caso de La Locomotora es clarísimo, parece que lo habíamos pensado para ellos", ha asegurado, al tiempo que ha añadido que esta big band catalana es "un ejemplo de calidad, porque son buenísimos"; algo que ha quedado demostrado en la hora y cuarto siguiente en la que el conjunto ha jugado con hasta quince temas.

"El primer premio y, seguramente, el último lo recibimos aquí", ha reído Gili. No en vano, el primer galardón que logró este conjunto, cuando todavía era un octeto, fue en el Jazzaldia de 1977, al resultar vencedores en el Concurso de Grupos Amateurs en la modalidad de jazz tradicional.

Un mundo mejor

17 artistas sobre el escenario. También amigos y, seguro, familiares, si se tiene en cuenta el número de músicos de esta orquesta que comparten el apellido Gili (tres), González (dos) y Trepat (cuatro), algo que seguro que tiene que ver con la complicidad sobre el escenario. Han subido a las tablas vestidos de negro todos y portando corbatas azules, rojas, verdes, amarillas y naranjas, a excepción de la saxo tenor Eva Garín, que ha sustituido al primer saxo de la orquesta, Tomás González, que no ha podido acudir por una cuestión de salud.

Una sección de cinco saxofones, cuatro trombones y otras cuatro trompetas, una batería, un contrabajo, un piano y una guitarra suman los 17 oficiales de esta locomotora que han podido lucirse tanto en conjunto como en muchos de los solos que han atravesado el setlist. Por ejemplo, durante la interpretación de Perdido, de Duke Ellington, el propio Gili, Ivó Oller, Arnau Boix y Miquel Dona se han puesto al frente de toda la orquesta para ofrecer un divertido diálogo de viento metal. En el plano del lucimiento individual, por contra, se encontraría el pianista Tófol Trepat al abordar su versión particular del Saint Luis Blues, desde unos ritmos más solemnes a otros más alegres y más acordes al resto de la función. Como banda amateur ha perdurado durante medio siglo, pero ahora La Locomotora Negra se encuentra inmersa en su último trayecto, en su gira de despedida y, pese a ello, no se ha apreciado ni una nota de tristeza o nostalgia.

Parece que, mientras puedan, mientras sigan con este tour, intentarán, en su justa medida, hacer un mundo mejor, aunque sea haciendo que el público se abstraiga durante un rato de una realidad desesperanzadora. Lo demostraron con un alegato final antes del último encore cuando el propio Gili entonó What a wonderful world con una voz quebrada sorprendentemente cercana a la del propio Luis Amstrong, un "canto de esperanza para que este mundo lo más pronto posible sea algo o bastante mejor".

Este segundo bis -que siguió a One O'Clock Jump, standard de Count Basie, que ha destacado por los solos graves del guitarrista Albert Romaní y el contrabajista Jordi Casanovas- ha sido una de las dos únicas piezas cantadas de la jornada. La otra, Bird of the blues, ha corrido a cargo del trombonista Víctor González.

El resto ha sido un divertido ramillete de composiciones propias y ajenas, como Just one of those things, escrita por George Gershwin, que ha permitido a Casanovas acercarse con delicadeza al tema, mientras sus compañeros chasqueaban los dedos al ritmo de la batería, hecho que se ha repetido en varias ocasiones, también cuando la orquesta acompañaba de esta manera a Marc Trepat con el trombón solista de Blue Moon.

El buen ambiente se irradiaba desde el escenario, no solo con chasquidos o aplausos que invitaban a la interacción con el público, sino también con la animada dirección de Ricard Gili, que ha salido en varias ocasiones de su sección de trompetas para bailar al ritmo de Moon Indigo o Frankie & Johnny, de Duke Ellington, o al de King porter stomp y Flying home, de Benny Goodman. Y con ese Flying home, con ese deseo de volver a casa, La Locomotora Negra ha dejado la estación llamada Victoria Eugenia camino a término. Bon viatge.