Síguenos en redes sociales:

mirarte

El jazz de Oz suena en Chillida Leku

El jazz de Oz suena en Chillida LekuGorka Estrada

o hubo zapatos de rubí, pero sí bailarinas verdes. Lo que era rojo fue su vestido y su bandana y lo que brilló fue su voz, algo que extraña poco en la joven reina del jazz vocal. Cécile McLorin Salvant, junto al pianista Sullivan Fortner, ofreció ayer una previa del Jazzaldia enChillida Leku, que para la ocasión se convirtió en un Oz impregnado de otros territorios cinematográficos, teatrales, populares y -sería absurdo no decir que-, musicales, tan variados como el arcoíris. Una sentida interpretación, al poco de empezar el concierto, de Over the rainbow y de Optimistic voices, "la más conocida y la menos conocida" de las canciones del clásico de 1939, unidas a No love dying, de otro maestro del jazz vocal contemporáneo, Gregory Porter, son buen ejemplo de un setlist que se inició con Frank Sinatra y que concluyó con un bis cercano a las tierras de Oz. No en vano, McLorin cerró el concierto con una versión de The Trolley Song, otra canción cantada originalmente por Judy Garland, pero no para la película de Víctor Fleming, sino para Cita en San Luis, de Vincente Minnelli (1944). Entre medias, la pareja ofreció un concierto de hora y veinte minutos con una quincena de canciones en el que mezclaron unos pocos clásicos, standards más recientes y algunas composiciones propias de McLorin de carácter muy diverso.

Es bien conocida la admiración del escultor donostiarra por compositores como Bach pero, en esta ocasión, la propuesta musical para su hogar, ahora abierta a otros escultores como Tapies y Louise Bourgeois, también viajó por otras sendas. El intimísimo de la voz de McLorin Salvant y del piano Fortner resonaron en las amplias campas de Zabalaga, como si se tratase de un oxímoron conceptual. El mismo tamaño del escenario, más propio de las terrazas del Kursaal, chocaba con un público abierto en abanico y disgregado casi como en un anfiteatro. La utopía de Chillida, de tonos verdes y ferrosos en su día a día, se tiñó de colores lisos chillones, estampados florales y a cuadros en esterillas, hamacas y toallas. El modelo de Musika Parkean o Glad is the Day se ha aplicado con sabiduría en el nuevo place to be veraniego que, con las entradas agotadas, sirvió de aperitivo para la 56ª edición del Jazzaldia que se inaugurará oficialmente pasado mañana. Lo del aperitivo cobra aquí un doble sentido, sobre todo, para los que se quedaron a cenar después del concierto de McLorin Salvant.

"Os veis muy bien con las esculturas de fondo", afirmó la cantante, después de arrancar el espectáculo con Come back to me, popularizada por Sinatra y Duke Ellington. El repaso a tótems de los 60 se completó durante el atardecer con Promises, promises, de Dionne Warwick, y con una versión casi a cappella de Spoonful, de Howlin' Wolf. "La cuchara de San Telmo", bromeó, en referencia al cubierto que protagoniza la canción, que puede ser de oro puro y diamantes o no serlo para nada, pero que, sobre todo, lo que debe hacer es alimentar el alma.

Esta estadounidense de ascendencia francesa y haitiana, que cantó en inglés, francés y castellano, ha llegado a Donostia para presentar The window, una ventana propia a grandes standards del jazz que, según parece, dejará para su retorno a la Trini, donde ya actuó con notable éxito en 2018. El único tema que interpretó de este disco, que hace tres años obtuvo el premio Grammy a Mejor disco de jazz vocal, fue À Clef, un tema en francés basado en la primera historia de amor de la madre de McLorin. "Con alguien que no era mi padre", lanzó, haciendo reír al respetable.

La cantante demostró su dominio de la voz y los registros durante el tercer tema, tras entonar Mista, Dianne Reeves. "Me costó aprenderme esta canción", confesó para después asegurar que la dificultad radicaba en que la composición de Reeves choca con la "personalidad" de McLorin, más "pesimista" y "cínica". Por ello dijo estar más cómoda con piezas como The world mean, extraída de The world meanLa ópera de los tres centavos, escrita por Bertolt Brecht y con música de Kurt Weill. La partitura se compuso para ser interpretada a dos voces por un hombre y una mujer, pero en Chillida Leku McLorin fue capaz de saltar de un registro a otro, de enfrentarse a los dos papeles: uno más jovial y agudo y otro más bajo y profundo; todo ello mientras Fortner exploraba sonidos cabaretescos.

Además de la de Weill, hubo otra referencia más al teatro musical. En la recta final del concierto abordaron Fable, de Light in the piazza, adaptación de la novela homónima que Craig Lucas llevó a escena en 2005.

La ogresa

Además de cantante, McLorin es una artista multidisciplinar. No en vano, ella es la máxima responsable de la película de animaciónOgresse para la que ha escrito la banda sonora, que también tuvo su lugar en el concierto de Chillida Leku. La estadounidense, formada musicalmente en Francia y que ganó el prestigioso premio Thelonious Monk mientras cursaba sus estudios de canto, explicó que en su película, al igual que ocurre en Oz, también hay monstruos. Concretamente una ogresa que vive a las afueras de una aldea. McLorin ofreció al público tanto una receta macabra, con raíces en la chanson française, sobre el exquisito plato que dicho ser prepara al capturar a una joven y cocinarla -Blanquette de veau-, como una oda al amor más perverso de un aldeano que pretende "apuñalar en el corazón" a la ogresa tras encandilarla -I want to bealive you-.

Canto a la vida

Pero quien realmente encandiló al público fue McLorin al cantar las dos últimas piezas en castellano, si bien reveló que es la única de su familia que no sabe hablar en este idioma, aunque por su pronunciación a la hora de abordar los temas parecía todo lo contrario. McLorin y Fortner quisieron cerrar el espectáculo con un canto a la vida tras un año de pandemia en el que apenas ha habido oportunidad de actuar en directo, doce meses "en los que hemos comido mucho y hemos visto Netflix sin parar". Con la tonada cubana ¿Y tú qué has hecho?, de Eusebio Delfín, y Gracias a la vida, de Violeta Parra, aprendida de su abuela a quien la intérprete dedicó el concierto, la vocalista y el pianista se despidieron de un Oz forjado en hierro. Hasta el miércoles, por lo menos.