- El vals de Amaya. Regionalismo, ópera vasca y música española (1879-1920) es el título que Asier Odriozola Otamendi ha dado a su tesis doctoral, que defendió la semana pasada en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y que le ha valido la máxima calificación, sobresaliente cum laude. En dicho trabajo de investigación, Odriozola Otamendi analiza, entre otras cuestiones, el lugar que tuvo la ópera vasca dentro de la construcción de la identidad colectiva, así como su relación con la música española. Para ello, se vale de varios ejemplos entre los que destaca la ópera Amaya, de Jesús Guridi.

Su tesis comienza con una cita de Kirmen Uribe extraída de 'Elkarrekin esnatzeko ordua': "Akaso norbera kanpoan dagoenean ikusten direlako gauzak argien". ¿Haber llevado a cabo esta tesis en Catalunya le ha ayudado a entender mejor la ópera vasca?

-Creo que la cita recoge bastante bien el proceso de la tesis. El hecho de que la haya hecho fuera de casa, fuera del País Vasco, es algo que he intentado reflejar también en la visión de la tesis: con la mirada siempre puesta en el País Vasco, pero también he mirado qué sucedía en el entorno.

En el prólogo habla de que el contexto político en Catalunya y en el País Vasco, sobre todo en la última década, le llevó a interesarse por la construcción de las identidades colectivas.

-Por una parte, la música siempre me ha interesado; es algo que viene de casa. Por ejemplo, desde pequeño siempre he ido a la Musika Eskola. La política también me interesa mucho, lo que ha sucedido en Catalunya estos últimos diez años... La tesis ha sido el resultado de intentar ver qué saldría uniendo esos dos intereses, evidentemente, aplicado hacia un contexto de hace un siglo. Al final, descubres que las dinámicas son muy parecidas a las de hoy en día.

¿Por qué tomar la ópera 'Amaya' como referencia?

-Es una obra bastante enigmática. Primero, Francisco Navarro Villoslada escribió una novela que se publicó en 1789 y después se hizo una adaptación en forma de ópera en 1920. Cronológicamente, me venía muy bien por el contexto histórico de esos 40 años. Al mismo tiempo, el mensaje que hay en la novela y en la ópera siempre ha sido, quizá, un poco polémico. Sobre todo, ha estado sujeto a muchos cambios. Según quién la interpretaba, podía ser más vasca o más española. Me interesaba esa doble cara que tenía Amaya y por eso la he utilizado como símbolo del mensaje de la tesis.

Pasaron 40 años entre la publicación de la novela y el estreno de la ópera. ¿Es muy distinto el mensaje que transmiten una y la otra?

-La novela se ambienta en el siglo VIII, pero la recreación histórica responde al pensamiento de la época. La novela sí que tiene una carga ideológica muy fuerte, precisamente, de su autor y ejemplifica bastante bien su pensamiento a finales del siglo XIX. La ópera, en cambio, es un reflejo de la sociedad vasca de principios del siglo XX: es una reivindicación de los vascos, no solo ante sí mismos, si no también de puertas afuera. Los mensajes varían un poco entre una y otra.

La novela habla de la aportación vasca a la Reconquista.

-Sí. En la ópera, en cambio, ese mensaje se diluye un poco y se da más fuerza a la necesidad de la unión de los vascos.

Llama la atención cómo en su estreno en Bilbao en 1920 y en su representación en el Teatro Real de Madrid tres años después contentó a identidades que podían ser contrapuestas.

-Eso es. Además es lo que motivó la investigación. Cuando empecé la tesis y analicé la prensa de la época, vi cómo una obra con una temática tan concreta podía gustar a dos sectores, en teoría, tan distintos. Es lo que me llamaba la atención y he intentado buscar el porqué. A veces, conceptos que hoy en día nos parecen tan diferentes, a veces antagónicos como música vasca o música española, no lo eran tanto para la sociedad de hace un siglo. Para ellos eran bastante compatibles. Tenemos que quitarnos las gafas del presente para mirar la historia sin prejuicios y sin la carga histórica que ha venido después.

Por lo tanto, ¿cuál era la relación entre la ópera vasca y la música española?

-Lo que he podido ver es que la ópera vasca podía ofrecer un modelo alternativo a las formas tradicionales de la música española; pero, según para quién, no lo conseguía.

En aquella época existían distintas sensibilidades. Había quien, desde el regionalismo, ubicaba la música vasca dentro de la española y los que no lo hacían.

-El nacionalismo vasco era un movimiento que estaba creciendo; no estaba tan consolidado como pueda estarlo hoy en día. Lo que sí había era un fuerte movimiento a favor de la cultura vasca que era muy diverso. A veces era muy complicado que políticamente se pusieran de acuerdo, pero culturalmente iban todos a una. Es curioso cómo la cultura, y en este caso la música, ofreciese esa oportunidad de unión a pesar de diversidades ideológicas.

¿A qué responde el auge de la ópera vasca a finales del siglo XIX y a principios del XX?

-En aquel entonces se pensaba que la ópera era la forma más sofisticada y culta de arte, porque unía distintas disciplinas en una sola. Era un fenómeno común en Europa, cada país o cada nación que se preciara un poco quería demostrar a través de la ópera su fuerza como pueblo. Había un gran empeño en conseguir una serie de obras que ejemplificaran bien ese pueblo. La ópera gozaba de bastante buena salud, no solo entre la sociedad más culta, si no también entre la más popular.

¿La abolición de los Fueros impulsó este contexto musical?

-Es el punto de partida. Contribuyó mucho a crear un sentimiento de pertenencia y de buscar la unidad entre las distintas sensibilidades de los vascos para hacer frente común. Es lo que ocurrió a finales del siglo XIX con esos discursos y esas fiestas populares que se hacían siempre utilizando la cultura pero enfatizando la necesidad de volver a los Fueros.

¿La unión de distintos bajo una misma bandera cultural era algo habitual en los países del entorno de la época?

-Sí, era muy típico. Por cercanía, el caso más similar puede ser el de Catalunya. También hubo un gran movimiento a favor de la cultura catalana contemporánea al proceso en el País Vasco. Allí también sucedió esto, que diferentes sectores del catalanismo convergieron y se pusieron de acuerdo.

El 'Zortziko' se reivindicaba como algo genuinamente vasco, aunque también tuvo sus detractores.

-Es curioso. Se reivindicaba como algo genuinamente de aquí, aunque había una minoría que consideraban que el Zortziko era un reclamo, una estrategia de marketing de las editoriales que buscaban fomentar esto que, por otro lado, también era muy común en Europa: que algunos pueblos o naciones tuvieran su particularidad musical y lo intentaban explotar en conciertos, comercialmente... Los detractores eran muy pocos y no sé hasta que punto sus ideas eran leídas o conocidas por el gran público porque ha pervivido la idea del Zortziko como algo muy particular de los vascos.

¿Cuáles serían las características que vertebraron la ópera vasca?

-Sobre todo la utilización de la música tradicional de una forma más culta. Lo que hacían era coger algunas de las características de la música tradicional vasca, pero los compositores las reutilizaban a su manera. Tenían una formación muy culta e intentaban adaptar esas particularidades al lenguaje musical internacional. De vez en cuando insertaban el euskera, aunque no lo hacían siempre porque, a veces, el público no conocía del todo la lengua. Intentaban insertar el euskera, también algunos bailes populares. Lo que llama la atención es que siempre eran historias de amor tristes o trágicas. Argumentalmente eran muy planas; eran dramas rurales u obras con argumentos históricos o legendarios.

¿Qué importancia tiene París en el desarrollo de la ópera vasca?

-En su desarrollo es fundamental tener en cuenta lo que sucedía en el extranjero y, sobre todo, en París, que era la capital artística del momento. Por una parte, los compositores más importantes del momento se formaron allí. Por otra parte, en París también hubo una serie de óperas ambientadas en el País Vasco. Se dieron trasferencias culturales entre el Estado y Francia. Eso provocó que en París se dedicasen a modelar las imágenes de lo español a través de, por ejemplo, la ópera Carmen. El País Vasco, en un intento de encontrar un lugar en este contexto, se vio influenciado por estas imágenes, a veces, para peor, porque algunas óperas vascas se llegaron a carmenizar un poco, ofreciendo una imagen algo adulterada de lo que era la realidad vasca.

"Es curioso cómo la cultura, y en este caso la música, ofreció la oportunidad de unión a pesar de diversidades ideológicas"

"La abolición de los Fueros contribuyó a crear un sentimiento de pertenencia y de buscar la unidad entre las distintas sensibilidades"