l santuario de Saint John, erigido en el cementerio neoyorquino St. Raymond en honor al presidente John F. Kennedy en el primer aniversario de su muerte, lleva la firma del escultor Lorenzo Ascasibar (Elgeta, 1930). Desde la imponente ciudad de los rascacielos hasta Bergara, con dos de sus obras más emblemáticas, la Piedad y el Cristo de la Columna, y Donostia donde sus imágenes de San Ignacio, San Martin Agirre y los beatos Juan Plazaola y Madre Cándida María de Jesús que pueden contemplarse en la catedral del Buen Pastor. Son solo algunos ejemplos de las más de 700 creaciones de este elgetarra que saboreó las mieles del reconocimiento como artista en Estados Unidos.

Habilidoso con la mente y las manos, Ascasibar es considerado uno de los máximos exponentes de la escultura figurativa vasca de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, a pesar de esta notable distinción, es “un desconocido para el público en general”, explica el investigador Miguel Angel Elkoroberezibar, autor del libro Lorenzo Ascasibar: Testimonio de un escultor, que tuvo su puesta de largo el jueves en el Museo de Reproducciones de Bilbao, donde el protagonista de la publicación amplió sus conocimientos durante cuatro años y medio de la mano del prolífico e influyente escultor bilbaino Higinio Basterra.

Al acto acudió el propio Ascasibar que, a sus 90 años, se mantiene en activo. Ha dejado de esculpir, pero todos los días se encierra en su estudio de Gasteiz, la ciudad en la que afincó su residencia en la década de los 70, después de su aventura americana que duró 15 años. Entre las cuatro paredes de este taller que desprende arte ha restaurado este año el Cristo de la Columna de la parroquia bergaresa de San Pedro que alumbró en 1957.

Su vuelta el jueves al Museo de Reproducciones, según contó el escultor guipuzcoano, le trajo “muchos recuerdos, emoción e ilusión”. “Mi gran fortuna ha sido mi familia, que me acogió en Bilbao, sin ellos no hubiera sido posible”, añadió. La cita en la capital vizcaina fue el inicio de una ronda de actos que hasta el 20 de junio pondrán en valor la obra y trayectoria de este incansable y fecundo artista. “Se le puede enmarcar como uno de los escultores con más precisión detallista y dominio de la técnica figurativa”, insiste Elkoroberezibar sobre el que fuera el último discípulo del gran Higinio Basterra.

Con apenas 16 años Lorenzo se incorporó a la empresa Erostarbe Hermanos de su localidad natal. Allí coqueteó por primera vez con la talla en madera. Y le atrapó. Hasta tal punto que quiso seguir experimentando con esta técnica escultórica de los finos detalles. “Bergara tuvo un papel fundamental en los primeros años de su formación como artista. Con Jesús Okina hizo modelado, talla y dibujo. Los pintores Simón Arrieta y Miguel Okina influyeron también en el elgetarra, sobre todo en el perfeccionamiento del dibujo”, destaca Elkoroberezibar.

De la villa mahonera se trasladó a Bilbao para seguir curtiéndose en la disciplina que se convertiría en su profesión. Para entonces, y animado por el escultor Julio Beobide, ya se había alzado con el primer premio del Concurso de Artistas Noveles promovido por la Diputación de Gipuzkoa. Corría el año 1949. Tenía 19 años.

A finales de 1955 se desplazó a Madrid para continuar forjando su carrera. Pero antes de hacer las maletas se produjo un hito que le abrió las puertas a su posterior consagración como escultor: el 11 de septiembre de ese mismo año se inauguró en Aramaio su primer monumento público dedicado al compositor Vicente Goikoetxea. A partir de ahí le llovieron más encargos, como la estatua del explorador Manuel Iradier que se levanta en el parque de La Florida de Gasteiz.

En enero de 1958, acompañado por otros dos escultores, Félix Rubio y Ángel Barbero, partió rumbo a América. “Fue sin nada, con las manos en los bolsillos. La escultura le dio de comer, le facilitó un medio de vida. Viajó a Estados Unidos con unas ideas claras, con unos criterios muy trazados; sentía la necesidad de marcharse con el fin de buscar nuevos prismas y también de encontrar un rendimiento económico a su trabajo”, apunta el investigador bergarés, que ha invertido cerca de tres años en reconstruir la vida del artista elgetarra y exponer su “concepción del arte y la escultura”. “Apenas contaba con bibliografía al respecto y ha sido el propio Ascasibar quien me ha ayudado a seguir el rastro de sus huellas tanto en Euskadi como en Estados Unidos. Realmente ha sido una experiencia muy enriquecedora”, asegura.

En el gigante americano trabajó en los estados de Vermont, Connecticut y Nueva York. Esculturas y piezas monumentales para cementerios y lugares públicos forman parte de su extensa obra: el monumento al bombero en la estación de Bethpage (Nueva York); el memorial dedicado a Cristóbal Colón en Stamford (Connecticut); las tres estatuas de cada uno de los lados del Triangular Pylon de la entrada principal del camposanto Saint Raymond en el Bronx de Nueva York; o tres de los cinco santuarios principales de este cementerio (Saint Paul, Saint Raymond y Saint John).

Sobre este último, en 1965 la revista estadounidense Art in Stone consideró que tenía “las cualidades de un moderno Miguel Ángel” e, incluso, llegó a aventurar que Ascasibar estaba destinado a “convertirse en uno de los mejores creadores de escultura religiosa en Estados Unidos”. “Supuso un gran reconocimiento a su trabajo y la oportunidad para que le llegaran más encargos. Se hizo muy famoso y obtuvo gran prestigio. Su obra fue distribuida a todo Estados Unidos”, relata Elkoroberezibar.

En la primera mitad de los años 70 regresó a Euskal Herria. Tras un paréntesis de un par de años volvió a ponerse en marcha. “Comenzó a hacer sobre todo obras de temática vasca. Cada vez formas más simples, pero expresando lo máximo; tuvo una época de experimentación, adentrándose en el cubismo. Su línea es clásica, aunque actualizada, siempre figurativo”, detalla el investigador bergarés.

De la gubia y del cincel de Ascasibar han salido los bustos del antropólogo José Miguel de Barandiaran, el compositor Jesús Guridi, el pintor Simón Arrieta, el padre del cooperativismo vasco José María Arizmendiarrieta, o el pelotari Aitor Elkoro, además de relieves muy significativos en fachadas y monolitos. Un amplio abanico de temáticas, tratamientos y materiales engrosan la vasta producción de este elgetarra de nacimiento.

“Le he dedicado la vida a la escultura y la escultura me ha dado la vida”, afirma Ascasibar en el inicio del libro que recopila su trayectoria y reflexiones. Su condición de artista y obra son el hilo conductor de un programa de actos que invitarán a descubrir (a quienes no lo hayan hecho todavía) a este talentoso de la escultura. La próxima cita tendrá lugar en forma de exposición en la sala Aroztegi de Bergara del 28 de mayo al 20 de junio.

Bergara. El día 28 se inaugurará la exposición en la sala Aroztegi (18.00 horas) y se presentará el libro en el ayuntamiento (18.30). El 6 de junio la asociación Beart y el Consistorio homenajearán a Lorenzo Ascasibar (13.00).

Elgeta. Homenaje y presentación del libro el 9 de junio.

Gasteiz. Recepción y homenaje en el ayuntamiento. 15 de junio.