es cuesta admitirlo, pero hoy los escritores piensan en pantallas al crear sus historias y sueñan verlas hechas películas o series. Es el transgénero artístico. La gente de comunicación decimos: "No se habla como se escribe, ni se escribe como se habla". De ahí que las adaptaciones al cine contengan diálogos alambicados. La ventaja de Albert Espinosa es que fue cocinero antes que fraile: la televisión llegó primero y los libros después. Así, su serie Los espabilados se parece poco a Lo que te diré cuando te vuelva a ver, la novela de origen. Movistar+ la emite en siete episodios de media hora. Todo en Espinosa es breve, aunque denso en emociones e ideas, porque para él los relatos no son pasatiempos sino ventiladores de almas. Estamos ante un producto genuino y de obligada visión dedicado "a la lucha de tantos niños encerrados injustamente en el mundo".

Los espabilados son una cuadrilla de cuatro chicos y una chica que escapan de un psiquiátrico de Menorca, allí internados por sus tentativas de suicidio. Entre ellos no están Izan, el joven sordo de la novela, y su padre, buscador de niños, romántico oficio. Muchas cosas hermosas suceden en la huida, metáfora de libertad de los chavales aislados en centros de tratamiento. No existe dolor humano comparable al terror de un niño abandonado. Espinosa pasó por hospitales cuando tuvo cáncer muy joven y vio que había mucho que contar, sublimándolo. Hay amor radical, expresado así: "No puedo vivir sin ti./Sí que puedes./Sí, pero no quiero".

Rodar con menores es complicado, un reto que Albert ha resuelto siempre con éxito, sobre todo en sus célebres Planta 4ª y Pulseras rojas. Alguien tenía que tomar la bandera de los niños, sus heridas y esperanza, su voz. En la culminación, a modo de moraleja, te propone: "Buscaría menos y me dejaría encontrar más". Pues espabila.