Dirección: Maria Sodahl. Intérpretes: Stellan Skarsgard, Andrea Braein Hoving, Eirik Hallert, Elli Rhiannon Müller y Johannes Joner. País: Noruega. 2019. Duración: 126 minutos.

ope, título que se ha preferido mantener en su variable inglesa, evoca la esperanza pero bucea en el dolor. En danés se titula Hap con una tilde inexistente en nuestro alfabeto, y en castellano, a la vista de su contenido, probablemente hubiéramos preferido bautizarla como Limbo, ese lugar inexistente que habita en la paradoja. Limbo se titulaba el anterior filme de Maria Sodahl, esta directora noruega que ha asumido el libro de estilo de Zentropa, el cuartel general de Von Trier y Vinterberg. Y, allí, Maria Sodahl, como sus precedentes masculinos, evidencia esa capacidad inequívocamente escandinava para abismarse en los pantanos de la existencia humana con la actitud distante y adulta de quien convive con el hielo y el fuego sin necesidad de abrazar la hipérbole, sin ceder al consuelo de lo melodramático.

Hope comienza con una coreografía en tonos azules y concluye con una ceremonia de serpentinas y bengalas. Entre medio habla de la presencia de la muerte, de la llamada del cáncer, ese monstruo devorador infinitamente más letal que la pandemia que ahora nos acongoja. Pero contrariamente a lo que cabría suponer, la enfermedad es el pretexto de esta historia, esa circunstancia dramática que sirve para reflexionar sobre los sentimientos, sobre las convicciones, sobre los intereses y los afectos.

Esa amenaza capital para uno de los dos miembros de una acomodada pareja, ella coreógrafa, él productor teatral, cabezas visibles de una familia de seis hijos, tres del anterior matrimonio, otros tres de la entente actual que mantiene su relación sin pasar por el protocolo marital ni la vicaría, introduce el relámpago de la congoja. No hay tiempo que perder y esa percepción lleva a poner en la picota cómo se ha gastado el tiempo vivido. De lo que Hope se ocupa es de lo que también habló con alta precisión y bella hondura el cine de gentes como Dreyer, Bergman y tantos otros.

Lo que Hope nos relata interpela al público por cuestiones esenciales. Maria Sodahl podría haber convocado la ayuda emocional del dolor desatado ante el horror de la muerte. En su lugar mira a la parca y, sin hacer trampas, abraza los afectos para recordar lo que decía Machado: la muerte solo es... una vida vivida.