Tras explorar Los sabores de la memoria, Fernando Ruiz-Goseascoechea analiza ahora el olor de sus recuerdos, que son los de varias generaciones de españoles, en un libro publicado por Diábolo Ediciones en el que se nota mucho su experiencia periodística por cómo ha estructurado esa memoria olfativa en torno a conocidas y muy reconocibles marcas de productos domésticos. Esto es lo que dice al respecto.

Primero fueron los sabores guardados en la memoria y ahora son los olores de los recuerdos. ¿Es una forma de cerrar un círculo, o tiene en mente otros recorridos relacionados con los sentidos?

Cuanto más estudio los sentidos y los recuerdos, más campos se abren. Cuando estaba enfrascado con Los sabores de la memoria descubrí la extraordinaria importancia que tienen los mecanismos olfativos para capturar momentos vividos. Pero en el periodo en el que escribí ¿A qué huelen los recuerdos? comprendí que todos los sentidos son determinantes para anclar recuerdos; eso sí, unos tienen más protagonismo que otros, en función de la edad en que se producen, así como de las circunstancias personales y ambientales de la persona. Estoy volcado en seguir recuperando nuestros tiempos pasados, en los que los recuerdos van de la mano de nuestros sentidos. Y es que el círculo es imposible de cerrar porque su diámetro es infinito.

¿Cree que el olfato y el gusto están más relacionados con la memoria que el oído, la vista o el tacto?

Muchos especialistas aseguran que los únicos estímulos sensoriales que se quedan grabados en el cerebro hasta aproximadamente los cinco años de edad son los olfativos. Y efectivamente, yo recuerdo muy bien que a los 3 años se me quedó grabado en la memoria el olor de la crema Nivea. Pero de esa misma edad tengo recuerdos visuales, como el de la concha de Shell, que había en una gasolinera de Alhucemas, cerca de casa.

Muchos de los olores de los que habla en su libro forman parte de la memoria olfativa colectiva de los que ya hemos llegado a los 50. En la actualidad las nuevas generaciones están más marcadas por los sonidos y las imágenes. ¿Qué se pierden al dejar de sentir a través de los olores o los sabores?

Un simple olor puede desencadenar una cascada de sentimientos. El olor de la crema solar, la cocina de tu infancia, el olor de tu abuela, el pegamento de la escuela... Esta máquina del tiempo es capaz de transportarnos a otra época y a otro lugar en un segundo. Llevamos tres siglos de desodorización de la sociedad, prácticamente desde los tiempos de la Revolución Francesa, y el cambio y disminución de los olores desde comienzos del siglo XX es vertiginoso, y a pesar de todo nos resistimos a marginar al olfato. Veremos hasta dónde llegamos. Es cierto que vivimos inmersos en un exceso visual y sonoro, y eso parece inevitable, pero no olvidemos que la vista y el oído son sentidos que también graban nuestras vidas y conforman grandes archivos importantes, algunos de ellos determinantes.

En el libro se unen olores, recuerdos y el retrato de una época pasada. ¿Cómo fue el proceso de creación?

Tanto en Los sabores de la memoria como en ¿A qué huelen los recuerdos? he partido de una recopilación particular de olores y marcas comerciales que nos han marcado durante nuestra infancia y juventud, que he ido completando según avanzaba el trabajo. He entrelazado estos recuerdos con un relato cronológico enmarcado por los diferentes lugares en los que mi familia fue viviendo a causa de los traslados de mi padre. Estas estancias cortas me han facilitado poder acotar muy bien los recuerdos, en el tiempo y en el espacio. Y he recurrido a mi familia, que es una excelente excusa para hacer transcurrir las sensaciones ancladas en la memoria. La familia que aparece en estos libros de recuerdos y marcas comerciales, -que no es exactamente la mía, pero sí muy parecida-, es el arquetipo de una clase media española que vive los estertores del franquismo y la Transición con una lógica muy extendida en aquel tiempo y un entorno determinado social y culturalmente.

"Hay canciones y sintonías determinantes en nuestras vidas"

También es un relato muy relacionado con la publicidad, que en los 60 o 70 servía hasta para jugar en familia. Ahora la publicidad llega mediante youtubers, instagramers, influencers... ¿Cómo se recuperarán los recuerdos en el futuro?

La banda sonora de la infancia y la adolescencia siguiente a la mía contenía canciones de Mecano, Radio Futura, Tino Casal, Alaska y los Pegamoides o Golpes Bajos. La de mis padres y la mía son, en buena medida, de antes de la democracia; es decir, una banda sonora de mucha radio y un solo canal de televisión. Una banda sonora que contenía para bien o para mal, además de Los Brincos, Jeanette, Las Grecas, Serrat y Paco Ibáñez, la sintonía del Cola Cao, la canción del borreguito de Norit, y anuncios con sintonías pegadizas y consejos publicitarios de Marisol, Gila o Carmen Sevilla. Hoy en día la publicidad sigue siendo el soporte imprescindible del mercado y la sociedad totémica en la que vivimos, pero han cambiado mucho las formas. Los puestos que ocupaban Marisol, Gila o Carmen Sevilla son ocupados ahora en YouTube por ídolos como El Rubius (37 millones de seguidores), Vegetta o AuronPlay, quienes, con un tono divertido y casual, les dicen a nuestros hijos qué marca de consola, videojuego, moto o teléfono, tenemos que comprar. Lo mismo pasa con los influencers de Instagram, como Aida Domenech (Dulceida tiene casi tres millones de seguidores), Paula Gonu, Pelayo Díaz o Risto Mejide, cada uno en su especialidad. Y el truco añadido es hacer creer que cualquiera puede llegar de la noche a la mañana a ser un líder mediático. Y la prueba es que ya hay cursos y másteres para conseguir llegar a ser influencer. Estoy seguro de que el organismo humano seguirá almacenando recuerdos a los que recurrirá cuando los mecanismos de recuperación lo determinen. Cosa diferente es el formato. Hoy día no funcionan igual que hace 40 años los bancos de datos, los archivos o las bibliotecas. Ni tan siquiera funcionan igual los museos o las salas de exposiciones.

Al leer el libro vienen a la cabeza canciones publicitarias de los productos. ¿Será la música su próximo objetivo de memoria literaria?

En algún momento hay que hacer algo sobre la música y los sentidos, y es que hay canciones y sintonías determinantes en nuestras vidas. En mi casa la radio estaba puesta todo el día, y eso duró hasta varios años después de que llegase la televisión a los hogares. Recordemos que la sintonía del Cola Cao no solo hizo famoso al producto, es que se convirtió en el producto en sí. La sintonía de Norit agigantó el producto en nuestra memoria y llegó a convertir la marca en mucho más que un producto de limpieza. En Estados Unidos, en los 70, la sintonía de McDonalds You Deserve a Break Today tuvo un gran éxito en todo el país, y los temas musicales de los anuncios de Coca-Cola (entre ellos el del grupo The Who) y Pepsi (Spice Girls, Michael Jackson, Beyonce, Britney Spears, Enrique Iglesias, Ricky Martin...) fueron un bombazo tras otro. Hace poco se utilizó el tema Riding in my car, de Woody Guthrie, de los años 40, para promocionar el Audi Q5. En España, el tema de Billie the Vision & the Dancers para Estrella Damm, en 2009, fue un fenómeno musical que propició las secuelas que vinieron verano tras verano. Definitivamente, la emocionalidad de la música en publicidad funciona muy bien y se logra vender más.