o son buenos tiempos para la lírica. Y mucho menos para la ópera. Movilizar a un gran reparto, juntar a una orquesta en un foso, disponer de grandes escenarios durante varias horas seguidas y olvidarse de las distancias es una quimera hoy en día, pero, a pesar de todo, Opus Lirica no quiere faltar a su cita anual en el Kursaal y trata de “reinventarse” dramatizando el Requiem de Mozart. Con un mensaje muy actual y adaptándose a todas las medidas sanitarias, la formación presentará su versión el próximo 19 de febrero y rendirá así homenaje a todas las víctimas del COVID-19.

“Preparar algo así en una pandemia es súper difícil, pero no hay que rendirse. La gente necesita la cultura para abstraerse y por eso hemos decidido hacer el Requiem”, cuenta la soprano Ainhoa Garmendia, impulsora de Opus Lirica, la compañía que cada año trata de acercar la ópera al público donostiarra.

Este año, no obstante, las condiciones sanitarias impiden llevar a cabo cualquier representación operística tal y como debería hacerse, por lo que, antes que mutilar cualquier trabajo, la formación ha decidido dramatizar el Requiem de Mozart. Una elección nada casual, ya que esta misa de difuntos servirá como un homenaje a todas las víctimas del COVID-19.

Partiendo de la música del compositor austríaco, los directores de escena Pablo Ramos y Carlos Crooke han dramatizado una pieza que en su origen busca el perdón de Dios hasta convertirla en un autocuestionamiento del ser humano sobre si todos los males son responsabilidad suya. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis (la conquista, la guerra, el hambre y la muerte) son creaciones del hombre. En la obra, la humanidad se cuestiona si va por el buen camino y si debe pedir perdón o no. Algo que quedará en manos del público”, explica Ramos.

Para llegar a esta reflexión en tan solo una hora de duración -fruto de las medidas sanitarias-, los directores de escena hacen uso de imágenes actuales como el drama de las pateras, la ausencia de alimentos, el abuso de poder y la falta de educación, entre otros temas. “Hasta el asalto al Capitolio de esta semana es prueba del mal camino que estamos llevando”, añade.

Con esta dramatización, Opus Lirica sigue fiel a sus ideales. Por un lado, seguir ofreciendo espectáculos de calidad en Donostia, y, por otro lado, “no repetirse” y continuar superándose. “Siempre queremos hacer algo actual y que sirva para que la gente se evada. Es un mensaje que con la pandemia es más necesario que nunca”, indica Garmendia.

Sin embargo, afrontar un reto así en plenas restricciones culturales no es nada sencillo, ya que la compañía tiene que trabajar en dos frentes: en la dramatización de la obra y en cumplir con todas las medidas sanitarias. Ninguna institución se ha puesto en contacto con ellos para facilitarles este trabajo, por lo que han de adaptarse a su cuenta y riesgo.

A esto hay que sumar la incertidumbre sobre si las restricciones serán todavía mayores en el momento de la representación. En estos momentos, Opus Lirica trabaja con la idea de un 30% del aforo del Kursaal, pero tal y como evolucionan los datos de contagios, ese escenario puede ser otro en febrero.

“Económicamente está siendo terrible para nosotros, pero todo el equipo ha dicho que para adelante y esa es la única manera de que se haga”, indica Garmendia, que, no obstante, teme que esta pasión por la ópera que hace que todos trabajen sin cobrar se convierta en algo habitual. “Estamos acostumbrándonos a que las instituciones digan que, como estamos dispuestos a hacerlo gratis, se va a hacer. Y no. Tiene que llegar un momento en el que se vea el esfuerzo”, concluye la soprano.

“Preparar algo así en una pandemia es súper difícil, pero no hay que rendirse. La gente necesita cultura”

Soprano

“En la obra, la humanidad se cuestiona si va por el buen camino y si debe pedir perdón o no”

Director de escena