A historia del motor de la riqueza de la diseñadora Gabrielle Chanel apasionó a la escritora francesa Marie-Dominique Lelièvre, autora de libros como Saint-Laurent, chico malo o Chanel & Co: Las amigas de Coco, que ahora publica en castellano El Nº 5 de Chanel, biografía no autorizada (Editorial Superflua). El libro sale a la luz tras casi treinta años de una investigación que llevó a Lelièvre por todos los entresijos de la marca y su diseñadora, pues una de las curiosidades de este perfume es que representa en sí mismo la historia del imperio Chanel.

Su creación se remonta a una alianza de 1921 entre el perfumista franco-ruso Ernest Beaux y la modista, y su nombre es objeto de debate entre historiadores y aficionados. La versión de que fue bautizado con el número de la muestra que más gustó a Chanel o el relato que ella ofreció sobre los motivos por los que el cinco era su número de la suerte son algunos rumores desmentidos por la investigación de Lelièvre. Los amantes del perfume, a base de una alta proporción de rosas y jazmín, tendrán que asumir que hay múltiples posibilidades sobre la elección del nombre porque la realidad sigue siendo un misterio. "Algo muy especial, que no manche, que huela muy bien; si no, se acabó, es un caos", fueron las instrucciones que Chanel dio a Beaux, probablemente sin saber que la muestra que ella misma eligió era un perfume desaparecido de la Rusia imperial, el Rallet Nº 1, creado por el perfumista de los Romanov poco antes del estallido de la Revolución.

La francesa, una huérfana con una infancia miserable, casi analfabeta, y con su belleza y astucia como únicas armas, logró crear un imperio de la nada pero en los años 1920, cuando la costura era lo único que de verdad le importaba, no podía imaginar que aquel perfume sería un éxito universal y que la convertiría en rica. El dinero llegó mucho más tarde pues, en 1924, se alió con los hermanos Pierre y Paul Wertheimer y con Théophile Bader, uno de los fundadores de Galerías Lafayette, para crear la compañía Les Parfums de Chanel. Convencida de que registrar una marca a su nombre era ya un honor, se conformó con un 10% del capital mientras que los Wertheimer se adjudicaron un 70% y Bader recibió el 20 % restante. Su capricho, en un pequeño frasco con aspecto de laboratorio, se convirtió en poco tiempo en el primer superventas de la historia, especialmente en Estados Unidos. Cuando Chanel se dio cuenta de su error ya era tarde y se sentía estafada. Sus maniobras para recuperar más derechos sobre su creación empezaron en los años 30 y llegaron a su punto álgido durante la ocupación nazi (1940-1944), con la que ella, como tantos otros miembros de la élite francesa, se mostró complaciente.

Chanel antisemita, Chanel colaboracionista, Chanel espía, Chanel amante de un alto militar alemán con un sanguinario currículo... Son muchas las denuncias del oscuro pasado de la diseñadora en esos años y son muchos, también, quienes intentan justificarlo. Lelièvre confiesa que tuvo que parar su investigación cuando encontró en los archivos nacionales una carta, firmada por la propia diseñadora, donde al tratar de recuperar su marca de los Wertheimer, judíos, se delató a sí misma. Tiempo después, confiesa la autora a Efe, "sin comprenderla ni justificarla", supo aceptar las zonas grises de su heroína, que mantuvo toda su vida un evidente antisemitismo. "Me hubiera gustado demostrar que no era cierto para que no afectara al aura de mi personaje, pero desgraciadamente lo es", reconoce Lelièvre. En paralelo dibuja a una amiga entregada, que siempre mantuvo una actitud generosa hacia las mujeres trabajadoras, con quienes se sentía identificada. Probablemente gracias a la intervención de algún alto cargo de la Administración francesa, dejó atrás ese pasado y recuperó de manera legal un mayor porcentaje de las ganancias que se generaban.

Con 70 años reabrió su marca y volvió a revolucionar la moda con su traje en tweed, otro emblema de la casa. Hoy la firma está muy lejos de la calidad y artesanía que ofrecía su diseñadora y Lelièvre se pregunta si no será este perfume el único elemento de lujo que queda en Chanel. ¿Se rebelaría la creadora contra el negocio en que se ha convertido su firma? "No, era una comerciante, tenía un sentido de lo práctico muy claro y se habría adaptado".