undada en 1540 por el obispo de Ávila, el oñatiarra Rodrigo Mercado de Zuazola, la Universidad Sancti Spiritus fue hasta 1901, año de su cierre definitivo, el único centro de estudios superiores de estas características que existió en el norte de la Península Ibérica. Las universidades de Salamanca, Valladolid o Zaragoza quedaban lejos y resultaban caras. El impacto social que entonces supuso la llegada de numerosos estudiantes a una pequeña localidad como Oñati, aunque en aquella época registraba una población de más de 5.000 habitantes, es el hilo conductor del libro que acaba de ver la luz de la mano de Kutxa Fundazioa, con la firma del historiador y antropólogo José Antonio Azpiazu.

"Sancti Spiritus ofreció a los vascos, y no solo a ellos, la posibilidad de prepararse para ocupar grandes puestos en la Administración, la Iglesia y la propia universidad, así como de conseguir importantes cargos en la Corte o en América", cuenta Azpiazu sobre un colegio al que le une una relación especial desde hace más de medio siglo. Entre otras facetas, en 1965 fue profesor del Instituto de Enseñanzas Medias, y trabajó desde su creación y durante dos décadas en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica, que tiene su sede en el citado edificio, todo un paradigma de la arquitectura renacentista.

"He querido valorar la importancia que la universidad tuvo en Oñati, Euskal Herria y varias regiones de la periferia, sin descartar la presencia de estudiantes procedentes del sur, de Galicia, Canarias€ e, incluso, América, de donde he hallado varios alumnos, algunos de los cuales y, no por casualidad, llevaban apellido vasco", relata el autor de la publicación que lleva por título Historia social de la Universidad Sancti Spiritus de Oñati.

Hasta el momento diversos estudios realizados por "Lizarralde, Ayerbe, Morales o Zumalde" han puesto el foco en los aspectos académicos, más oficiales de la facultad oñatiarra. Azpiazu, sin embargo, ha querido "rescatar" lo que él denomina "la vida social" que, según destaca, "acompañaba a esta asombrosa e insólita presencia de profesores, alumnos, visitadores€ que animaban la villa de Oñati, auténtica ciudad universitaria".

El libro que acaba de presentarse, en castellano y en euskera, es fruto de varios años de investigación en los que Azpiazu ha buceado en distintos archivos y en la riqueza de unos documentos que reflejan la puesta en marcha y el papel que desempeñó Sancti Spiritus. "Fue promocionada por el hijo de Oñati, Rodrigo Mercado de Zuazola, insigne hombre vinculado al emperador Carlos V, al que nombró patrono de dicho colegio para defenderlo de los posibles ataques de las grandes universidades españolas, recelosas de que la oñatiarra atrajese a muchos vascos y gente del norte por hallarse más cerca, ser más barata y tener un mayor control de los estudiantes. Ese detalle, con seguridad, influyó para que vascos emigrantes recomendaran a sus hijos o sobrinos que, procedentes de América, optasen por dirigirse a Oñati, y no a Salamanca o Alcalá", expone Azpiazu.

Naturalmente, la universidad tuvo sus altibajos, momentos de crisis, cierres temporales por motivos bélicos, económicos o políticos. Pero, tal y como precisa el autor de la citada publicación, "su ánimo para levantar el vuelo ante la crisis fue encomiable". "En la época de la gran peste que asoló a la población a finales del siglo XVI, el rector se mantuvo firme en el colegio a la espera de que volviese la normalidad", recalca el historiador legazpiarra afincado en Oñati.

A partir del siglo XVIII, Gipuzkoa, Bizkaia, Araba y Nafarroa tomaron conciencia de la importancia de mantener en pie Sancti Spiritus. Sus aportaciones lograron prolongar la vida de este centro y, además, el Ayuntamiento de Oñati apoyó enérgicamente su continuidad inyectando considerables sumas de dinero. En situaciones de crisis, incluso, el profesorado llegó a impartir clases a cambio de comida.

El listado de curiosidades que recogen las 314 páginas que dan contenido al libro es extenso. "Hay muchas historias, algunas con cierto carácter escabroso, que narran las relaciones de los estudiantes de la universidad con las mozas del pueblo. Estas se sentían atraídas ante las perspectivas de relacionarse con jóvenes de familias de cierto prestigio que saldrían preparados para situarse en buenas posiciones en la sociedad. Esto podía provocar situaciones equívocas que llevaban a pleitos", detalla Azpiazu.

El historiador guipuzcoano se detiene, igualmente, en lo que define como "cultura material". "Sancti Spiritus infundió a Oñati una vitalidad increíble que resultó una importante fuente de economía saneada. Las posadas donde se alojaban eran los antiguos hoteles con cientos de estudiantes que constituían para muchas familias su fuente de vida", explica.

Los archivos de la universidad proporcionan, asimismo, noticias acerca de qué comían y bebían los colegiales, profesores, fámulos o criados. "Sabemos de dónde se traía el vino (Navarra o La Rioja), cómo se conseguía el pescado, la importancia de la matanza del cerdo, a veces denominado charri, y de los instrumentos que se utilizaban. Llama poderosamente la atención el protagonismo que tenía el chocolate y los chocolateros en la gastronomía del centro", apunta el autor de esta publicación, que rescata, al mismo tiempo, distintas listas de graduados que en aquel tiempo cursaron sus estudios en Oñati.

Y menos desapercibida pasa, fruto de su modernidad y aperturismo, la presencia a principios del siglo XIX de una mujer en las aulas. "Hace más de 200 años hubo en Sancti Spiritus una mujer de la villa, María Antonia de Cortázar, que aparece como estudiante. Poco sabemos de ella, pero es sorprendente que en aquella época una oñatiarra rompiera las normas habituales y se colara en la universidad", concluye Azpiazu sobre un libro que invita a conocer la vida interna de Sancti Spiritus; el quehacer cotidiano de quienes formaban parte de esa comunidad. La cara más social de una institución académica que perduró más de tres siglos como única universidad vasca de la Edad Moderna.