os programadores de las teles generalistas van cambiando de chip a la hora de determinar la oferta televisiva durante este periodo navideño apto para la venta desaforada, compra compulsiva y excitante.

Por ignoto misterio de los despachos televisivos, las teles nos tenían acostumbrados a consumir horas y horas de estancia casera, con menús mediáticos aburridos, añejos y cansinos hasta decir basta.

La Navidad asomaba a las pantallas, y entre un par de retransmisiones, cabalgata y misa del gallo, ristra de pelis más vistas que el tebeo y poco más, iban pasando jornadas navideñas con poco fundamento y escasa calidad, desaprovechando los cientos de minutos que el personal acostumbra a dedicar frente al televisor.

Por las promociones que están desfilando estos días por las teles, se diría que los gestores del negocio van perfilando un nuevo estilo de contenidos y programas para hacer la Navidad más llevadera ante el acoso maldito del COVID-19. Se anuncian películas de cierta enjundia, se preparan programas-espectáculo de atractivo, y se programan espacios de talent, que ayudarán a tirar de las audiencias.

De confirmarse esta nueva tendencia en la tele navideña, se anuncian nuevas formas de pasar estas entrañables fiestas, para la mayoría que no para todos, en los que la tele no es un trasto de la sala de estar, sino una ventana abierta y entretenida al buen quehacer.

Enhorabuena a quienes han olfateado que la Navidad no es un paréntesis en el consumo de tele, sino un excelente momento para agrandar la parcela de televidentes, reconciliando al personal con una excelente compañía, la de la tele, si aciertan en formatos, contenidos y programas. Se anuncian cambios; la tele se puede espabilar en la competitiva aldea global.