Sin la muerte de su ama no existiría Izurdeen lekua (Zart), el nuevo disco de Mikel Urdangarin, confiesa su autor. Sería distinto, igual que si no hubiera descubierto el piano y compuesto desde su teclado. Álbum que se debate entre el lirismo y la profusión colorista de arreglos y crescendos, ofrece un bello repertorio que "celebra la vida, no lamenta su muerte, el dolor ni la pérdida".

En el confinamiento aparecieron unos delfines cerca de Atxazpi, en Ondarroa. Y mientras nosotros nos guardábamos en casa, otros animales, jabalíes incluidos, se adueñaban de nuestras calles. La anécdota se torna metáfora para reflejar nuestra situación en 2020, y le sirvió a Urdangarin para titular las canciones de su décimo quinto disco de estudio, Izurdeen lekua (El lugar de los delfines).

"Ellos estaban en su entorno natural, se apoderaron de lo que antes fue suyo; nosotros estábamos perdidos, desplazados de nuestro entorno natural", rememora. "Aprovecho esta fábula para crear una especie de juego de espejos sobre lo perdido, ese espacio de dos meses infames. Era una manera de colocar el disco en un tiempo y en un lugar mental", aclara Urdangarin, que reconoce que, medio año después, seguimos sufriendo todavía "un año duro, un estado de shock".

Y aunque el músico confiesa haber vivido "un bajón anímico" al inicio del confinamiento, "la visita de los delfines me reactivó". Así pudo concluir un disco que inició en 2019. "La música es muy importante en mi vida, y en la de la gente debido a que tiene un gran poder. Es algo bueno, siempre es para bien", contesta. "Es incalculable su poder y su valor, aunque se recoja en pentagramas", concluye.

Géneris dolorosa

Y si la anécdota animal enclava el disco en el presente, su génesis se remonta a hace dos y tres años, a la muerte de su ama y su descubrimiento del piano, que dejó de coger polvo y le abrió un nuevo mundo. "El disco no sería sin ambos, hubiera compuesto otras canciones. La pérdida, además del daño irreparable, me dio una oportunidad de vivir algo así. Asimilas la pérdida y la aceptas, y debes ver su lado bueno, el empezar una nueva relación con alguien que ya no está físicamente pero que se multiplica en otras maneras", indica. "Es un mundo mágico y de evocaciones, que está en tu cabeza y en tu corazón. Y sin quererlo ni buscarlo, escribí desde ese mundo. Salió, no fue forzado", apostilla.

Estremecedor resulta Hiru ahizpatik bigarrena, en el que le agradece a su ama, Miren Sorkunde, hija del aitite Mikel y de la amama Kontxa, que le regalara el euskera, su voz, su aliento, el último abrazo€ A ella la cita en sueños. "Mi hermana también me pregunta si podré cantarla en vivo. Será algo muy especial, pero no la hice para dejarla en casa", asegura. "Es una historia universal, narra la intimidad, marcada por el amor, de alguien con su ama", concluye.

Y aunque le cante varios temas a ella y otros a Lopategi, su maestro en la bertsolaritza, y a su amigo Alberto Zerain, muerto junto a Mariano Galván en la ascensión a Nanga Parbat, Urdangarin asegura que su disco celebra la vida. "No le canto al dolor, ni a la pérdida, sino a ella", se jacta el músico, como Springsteen en su último disco, en temas como I'll see you in my dreams, y en su grabación en Broadway. "Él habla de las pérdidas de sus padres, que se convierten en fantasmas. Mi ama pasa a ese mundo y aprovecho para cantarle a ella y a la mujer que había detrás, colocarla en su lugar y a mi persona respecto a ella", indica.

Urdangarin ha compuesto el disco desde su piano, instrumento que interpreta de "forma frágil" como cantante, no virtuoso. Ese papel recae en Koldo Uriarte, pianista y productor del álbum, cuya impronta "es muy grande". En su estudio cercano compartieron días y conversaciones en un periodo en el que no podía agrupar al resto de sus músicos. El resultado son temas "con personalidad propia, distinguibles", y marcados por cierto lirismo y, en el otro extremo, crescendos coloristas y ricos en arreglos. "Quería que se pudiera navegar entre los instrumentos con canciones paisajísticas", resume.

Autobiográfico

Izurdeen lekua es su disco más autobiográfico. A excepción de un texto de Harkaitz Cano y "el robo" a un verso de Kirmen Uribe, todas las letras son del músico. "Sentí la necesidad de escribir", confiesa el músico, que explica que la Azoka "no se libra de la dureza de este año" aunque "hay que celebrarla y tirar hacia adelante". Tras su presentación de este domingo en Plateruena, espera sus conciertos en Euskalduna Jauregia, los días 26 y 27. "En la última fase hemos maquillado algo el año con conciertos. Soy optimista, así me hicieron mis padres, pero entiendo que 2020 nos deje una resaca heavy. Yo estuve a punto de dejar el año en blanco, pero vi que ni una pandemia podría pararnos", concluye.