"Yo soy antifranquista, demócrata, nacionalista catalán e independentista". Desde esa declaración de principios el paradójicamente nacido en Madrid, donde solo vivió un año, ha sido siempre un azote a lo que él denominaba movimiento neofranquista tanto de la sociedad como de la iglesia en la que él era sacerdote benedictino en el histórico monasterio de Montserrat. Este historiador y abogado, Ernest Raguer i Suñer, falleció ayer a los 92 años y las exequias por su persona se oficiarán mañana en un funeral presidido por el abad Josep M. Soler.

Hilari Raguer hizo gala siempre de una estrecha y cuidada relación con el mundo intelectual, memorialista y del clero vasco. Un ejemplo es que fue el biógrafo de la vida de Aita Patxi, pasionista que durante la cruenta Guerra Civil se ofreció dos veces para reemplazar a dos republicanos que los fascistas iban a fusilar. "No le ejecutaron, pero en una ocasión los a la postre franquistas hicieron el simulacro", solía contar otro religioso y también fallecido, Gregorio Arrien, quien viajó a Barcelona para encargar el libro al historiador.

A grandes rasgos, antes de entrar en harina con las reacciones de la sociedad vasca ante su muerte, la vida de Hilari Raguer comenzó entre sollozos en 1928. En 1954, ingresó en la Abadía benedictina de Montserrat en Barcelona. Acabó siendo doctor en Derecho por la Universidad Central de Barcelona y diplomado en Ciencias Políticas por la Sorbona.

El monje catalán ha dejado publicadas numerosas divulgaciones sobre la dimensión religiosa de la Guerra Civil, algunas sobre temas vascos como el ensayo Guernica, 50 años después (1987) o el citado Aita Patxi, prisioneros de los gudaris (2006). Su lucha contra los totalitarismos fue siempre parte de sí y fue detenido y apresado, por ejemplo, en Montjuic.

Su fallecimiento ayer provocó una amplia red de condolencias y de apoyos a su respetada vida desde la Euskadi que él también amaba. Así, por ejemplo, el vicelehendakari Josu Erkoreka, aporta a DEIA que no le conoció personalmente, "aunque mantuve alguna correspondencia con él. Era un hombre ordenado y sistemático. Un historiador riguroso, que reenfocó, con gran alarde de documentación inédita, los estudios sobre el papel de la Iglesia católica durante la Guerra Civil y el primer franquismo. Su obra es sólida y original. Personalmente he disfrutado mucho con la sutil ironía que se aprecia en muchas de sus referencias -siempre bien documentadas- a las presuntas convicciones católicas de algunos actores franquistas. Sentía una fascinación real por la generación del lehendakari Aguirre y por la firmeza, la entereza y la coherencia con las que supieron acomodar su conducta a un catolicismo de valores, enfrentándose a un movimiento dictatorial disfrazado de cruzada. Su admiración es palpable en sus escritos".

El periodista Iñigo Camino sí le conoció cara a cara. "Siendo director de la Fundación Sabino Arana tuve la suerte de conocer a Hilari. Siempre dispuesto a ayudar a sus amigos de Euskadi desde su gran admiración hacia Don Manuel de Irujo. Biógrafo del fusilado dirigente de Unió Carrasco i Formiguera. Estudió con detalle la relación fraternal entre Catalunya y Euskadi", arranca en su penar este investigador y va más allá: "Pude escuchar sus reflexiones sobre mil temas, su gran cultura, su ferviente catalanismo democrático, sus conocimientos enciclopédicos. Nos ayudó mucho a dar a conocer la relación entre el lehendakari Aguirre y el president Companys. Cómo disfrutaba en el Archivo Histórico del Nacionalismo Vasco descubriendo aquella perdida documentación catalana que, tras su desinteresado peritaje, fue entregada al Arxiu Nacional de Catalunya". A juicio de Camino, Hilari era un admirable humanista. "Una persona siempre cercana y cariñosa. Una bellísima persona", le agradece en el recuerdo.

BENEDICTINO SENSIBLE A LA HISTORIA

Desde la misma comunidad jeltzale, el exsenador Iñaki Anasagasti también viste con palabras elegantes al guerrero religioso. "Fue un benedictino, de esos benedictinos sensibles a la historia, muy militantes de la historia democrática, muy amigo de los vascos, un estudiante del paso de Manuel Irujo a Catalunya permitiendo el culto religioso en aquellos tiempos. Estudió su figura. Su pérdida nos deja un vacío inmenso. De hecho, no creo que haya un benedictino de la categoría humana e incluso histórica como Hilari Raguer".

El investigador Iñaki Goiogana resume al finado con menos de diez palabras: "El historiador de los católicos que perdieron la guerra". De él, destaca su juventud misionera, y que llegara a ser imparcial en su trabajo utilizando "todas las fuentes documentales las de un lado y otro". A juicio de Goiogana, Raguer lejos de hacer una historia panegírica, hizo una historia de la iglesia con sus luces y sombras. "Era hijo fiel de la Iglesia, reflejó las mentiras oficiales y las verdades de quienes sufrieron la guerra, tanto católicos como no creyentes".

El de Lekeitio ilustra que el de Montserrat estudió a los católicos perdedores de la Cruzada Manuel Carrasco i Formiguera, presidente o secretario general de Unió Democràtica de Catalunya salvado por Companys de la represión anarquista, nombrado delegado de la Generalitat en Bilbao para evitar la persecución, apresado en el Cantábrico y fusilado por Franco; al general Batet, ascendiente de la actual presidenta del Congreso Meritxel Batet, al mando de la capitanía general de Burgos cuando empezó la guerra se opuso al golpe de Estado y fue fusilado. "Su tesis fue sobre Unió Democràtica, el pequeño partido democristiano catalán que se opuso al alzamiento. Para escribir la tesis consultó la documentación que conservaba Manuel Irujo. Y escribió la biografía de Aita Patxi, capellán de gudaris, pasionista y en proceso de beatificación".

Desde EE.UU, Xabier Irujo tampoco quiere faltar a este homenaje. "Le conocí cuando vino a visitarnos a Altzuza en 1994. Desde entonces participamos en un buen número de congresos y no hace mucho escribimos juntos la introducción a Nazi Juggernaut, un libro sobre los bombardeos en Catalunya y Euskal Herria. Era afable, cercano, inmensamente íntegro, y poseía mucho sentido del humor. Hilari era una persona excepcional, un historiador y catalanista de primer orden y un monje devoto. Pero hoy -por ayer- he perdido a un gran amigo", valora quien es director del Center for Basque Studies (UNR) y catedrático de estudios de genocidio.