- Pablo La Parra es el investigador principal del proyecto Zinemaldia 70: todas las historias posibles, una iniciativa en la que el Festival colabora con la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE), y que la semana que viene dará un nuevo fruto en forma de una exposición que se inaugurará en Artium y que estará dedicada a la "crucial" edición del Zinemaldia de 1977. Dentro de la misma voluntad de generar conocimiento y pensamiento crítico, la Diputación, el Festival y EQZE han colaborado para crear un curso de verano de la UPV/EHU titulado Miradas críticas sobre los festivales de cine: historia, cultura y política, que ha sido dirigido por La Parra, que también es responsable del departamento de Investigación de la Zine Eskola.

¿Cómo marchan los trabajos para la exposición que acogerá Artium de Gasteiz, 'El Festival ha tenido 24 ediciones: No nos gusta'?

-Muy bien, la verdad. La exposición es el resultado de un año de investigación y de trabajo del proyecto Zinemaldia 70: todas las historias posibles. En mayo de 2018 iniciamos los trabajos para recuperar, estudiar y restaurar el archivo histórico del Zinemaldia. Hablamos de una colección amplia, variada y muy rica y nuestro objetivo es abrirla al público de cara a 2022. Esta exposición es la primera ocasión en la que vamos a empezar a presentar resultados de los materiales que estamos encontrando.

¿Por qué 1977 fue un año tan importante para el Zinemaldia?

-La edición de 1977 fue, por así decirlo, la primera edición no franquista del Zinemaldia. El Festival se fundó en 1953 y toda su historia está marcada por la dictadura. Aunque en algunos momentos, algunas personas implicadas en el Festival supieron encontrar algunas grietas para poder encontrar espacios de libertad, no cabe duda que el Zinemaldia fue durante todo el franquismo una herramienta del régimen.

Entonces, todo cambió en 1977.

-Hubo un cambio en la dirección, el Festival se traspasó a la ciudad y dejó de ser teledirigido desde Madrid. Se formó un nuevo comité rector formado por personajes con una trayectoria antifranquista muy marcada como el pintor Rafael Ruiz Balerdi. También hubo representantes de cine clubs y asociaciones de vecinos. La dirección, por su parte, recayó en Luis Gasca. La edición supuso una ruptura con lo anterior.

¿Cómo se rompió con el pasado?

-Se pudieron ver películas que habían estado censuradas durante la dictadura como las de Pasolini o El imperio de los sentidos. Se homenajeó a cineastas exiliados como Buñuel o Luis Alcoriza. También supuso el retorno de Antxon Eceiza de su exilio político. Fue una edición bisagra entre la dictadura y la transición y lo que hoy en día conocemos como Zinemaldia. Es increíble ver el nivel de experimentación y de radicalización política que conoció el Festival.

Por lo tanto, fue una edición de mucho calado político.

-Totalmente. Había la voluntad de recuperar el tiempo robado por la dictadura, no había ningún segundo que perder. Si echas un vistazo a la programación claramente es una programación fuertemente política, porque eran tiempos fuertemente políticos. De hecho, en el año 1976 el Festival se inauguró pocos días después del asesinato de Josu Zabala en Hondarribia. Precisamente, la sociedad recriminó al Festival que daba la espalda a la realidad política. Acababan de asesinar a un ciudadano en el transcurso de una manifestación pacífica y el Festival se celebraba como si no hubiese pasado nada. Era un Festival que vivía de espaldas a las reivindicaciones del pueblo vasco.

En aquella época se creó la Comisión Barrios y Pueblos.

-Una de las cuestiones más bonitas y políticamente intensas que ocurrieron en aquellos años de transición es que las asociaciones de vecinos organizaron la llamada Comisión Barrios y Pueblos que llevó las proyecciones y las presentaciones a municipios de toda Euskal Herria, en un intento de descentralizar el Festival. Se hablaba del Festival que sale del palacio y que ya no solo ocurre en el Victoria Eugenia.

¿Cuánto material expondrán?

-Queremos hacer justicia a la diversidad de materiales con los que estamos trabajando. Habrá desde materiales del archivo de prensa del Festival hasta del llamado archivo general. Hablamos de cartas, de documentación administrativa, también mostraremos fotografías tomadas en esa edición. También piezas de la revista que se publicaba y que en estos años se convirtió en una publicación interesantísima. Pero también vamos a traer piezas de otros fondos satélite

¿Por ejemplo?

-Estamos muy contentos porque en la Elías Querejeta Zine Eskola hemos trabajado en una restauración digital de una película titulada Expediente, que fue dirigida por Manuel Coronado y Carlos Rodríguez Sanz y que ganó la Concha de Oro al mejor cortometraje aquel año. Es una verdadera joya del cine, muy desconocida y que homenajea a los cinco últimos fusilados por el franquismo. Hemos trabajado con una copia en 16 milímetros que estaba conservada en la Filmoteca Española y hemos producido la que es la primera copia digital de esta película. Diría que es la pieza más importante que se va a exponer.

Imagino que en el proceso de investigación de 'Zinemaldia 70' estarán encontrando mucho material interesante.

-Por adelantar algo de lo que estamos trabajando este año, investigamos sobre algunos episodios de censura que sucedieron en el Zinemaldia durante la dictadura. Estamos muy contentos porque estamos reconstruyendo episodios de los que siempre se ha hablado con cierta ligereza. El trabajo con las fuentes primarias del archivo nos está permitiendo reconstruirlos con un nivel de detalle muy minucioso. Creo que esto es importantísimo por una cuestión de responsabilidad política y de memoria histórica. Evidentemente no todo lo que sucedió estos años en el Festival es deplorable; sucedieron muchas cosas buenas, pero también deplorables. Es sano que un festival mire atrás de una manera crítica y también rinda cuentas con el pasado. Esperamos, muy pronto, publicar los resultados de esta investigación

¿Qué han buscado con el curso de verano 'Miradas críticas sobre los festivales de cine'?

-Desde el nacimiento de la Zine Eskola, el Festival ha apostado muy fuertemente por el pensamiento y la investigación. El proyecto Zinemaldia 70 es un buen ejemplo de ello, pero además, recientemente, se ha anunciado la creación de un área llamada Pensamiento y Debate, que busca incorporar al Festival todo lo que tiene que ver con la producción de conocimiento, con la investigación y la discusión. Este curso viene a dar una salida a lo que vamos haciendo todo el año en la Zine Eskola y en el Festival. Nuestra idea es acercar a la ciudadanía y a un público diverso lo que se está haciendo en la investigación sobre festivales. No solo lo que estamos haciendo nosotros, sino lo que se está haciendo en otros como Berlín o el Festival del Documental de Ámsterdam. Es un punto de encuentro entre investigadores y profesionales de los festivales para contarle a la ciudadanía que un festival es mucho más que la imagen típica de la alfombra roja, el glamur y la crónica rosa; detrás tiene historias políticas, culturales y sociales muy interesantes.

¿La afección que ha tenido la pandemia sobre los festivales de cine ha modificado, de alguna manera, el programa académico?

-En términos prácticos, sí. Algunos ponentes van a tener que intervenir por Internet. Creo que es importante subrayar que vivimos una situación inédita que está forzando muchos cambios, pero el paisaje de los festivales estaba cambiando desde hace mucho tiempo. Cosas de las que se están empezando a hablar ahora, como que un festival tiene que ser un evento de todo el año, es algo en lo que el Zinemaldia está siendo pionero. El hecho de que el Festival esté tan activamente implicado en una estructura académica como es Zine Eskola, que funciona todo el año, nos va a hacer darnos cuenta de que muchas cosas que vamos a ver transformadas ahora ya las estábamos pensando desde antes. No todo son circunstancias sobrevenidas. Pienso que el Zinemaldia, en particular, está muy preparado para los retos que les esperan a los festivales a nivel global.

¿El futuro de los festivales de cine pasa por la colaboración?

-Absolutamente. La pandemia pone de manifiesto nuestras debilidades y la necesidad de la cooperación. Cualquier modelo que esté basado en la competitividad y en la falta de solidaridad, está condenado al fracaso y quiero pensar que en los festivales no es diferente. Sabemos que no siempre ha sido así, sabemos que es un circuito que está marcado por jerarquías y prácticas poco éticas, pero me gustaría pensar que podemos avanzar a un modelo de festivales mucho más colaborativo. El propio Zinemaldia colabora con festivales como los de Gijón o Toronto. Eso marca una dirección a seguir.

En el curso de verano ofrecerá un par de conferencias vinculadas al Festival y al año 1968.

-En torno al 68, con todos los movimientos políticos y sociales, los festivales, como todo, se vieron muy afectados y se transformaron radicalmente. Antes de esa fecha, y esto es algo de lo que hablará hoy la profesora Caroline Moine, los festivales eran estructuras burocráticas muy vinculadas a la geopolítica de la Guerra Fría. Eran casi como unas Olimpiadas del cine en los que los estados-nación competían entre sí y estaban atravesados por las disputas de la Guerra Fría.

¿Cómo cambia eso en el 68?

-Al calor de las luchas sociales y de los nuevos movimientos cinematográficos, nuevas generaciones de creadores exigen cambios radicales en los festivales. Este es el año en el que Cannes se cancela por protestas de directores; en Venecia también hay disturbios; dos años después Berlín también se cancela por el intento de censura de una película... Todos estos grandes festivales en los años posteriores, durante los 70, conocen un montón de transformaciones, que tienen que ver con la programación, con nuevos lenguajes estéticos más arriesgados, con la programación de cine de lo que se entendía como el Tercer Mundo que no tenían espacio en los grandes escenarios de la industria cinematográfica y, sobre todo, se comienza a programar con libertad de las intrigas diplomáticas de la Guerra Fría. Es un fenómeno muy interesante para analizar, que también nos ayuda a poner en perspectiva las cancelaciones de los festivales que ha habido este año. No es la primera vez que se cancelan. Es interesante pensar comparativamente que todos esos cambios que se dieron en el Zinemaldia en la segunda mitad de los 70, se dieron antes en otros festivales. Aquí vivimos un 68 tardío, casi diez años después llegaron los cambios que no habían podido hacerlo por la dictadura.

"Durante el franquismo, el Zinemaldia era un festival que vivía de espaldas

a las reivindicaciones

del pueblo vasco"

"El Festival es mucho más que la imagen típica de la alfombra roja, el glamur y la crónica rosa; detrás tiene historias muy interesantes"

"Cualquier modelo que esté basado en la competitividad y en la falta de solidaridad entre festivales, está condenado al fracaso"

"Vivimos una situación inédita que está forzando muchos cambios, pero el paisaje de los festivales estaba cambiando desde hace mucho tiempo"

"Estamos investigando sobre algunos episodios de censura que sucedieron en el Zinemaldia durante la dictadura"