n Operación Triunfo de magos fue la curiosa propuesta de TVE para el verano de 2017, que se amplió al de 2018 con una segunda edición igual de torpe que la primera, con demasiadas broncas impostadas en lugar de cubrirlo todo de la desbordante ilusión de los principiantes, que era lo que cabía esperar.

La idea era buena, muy buena. Montar una academia de magos, como a la que iría Harry Potter, pero televisada y donde cada semana debían demostrar lo aprendido en una gala emitida en riguroso diferido donde el espectador ni pinchaba ni cortaba, ni votaba ni expulsaba, porque todo se emitía enlatado, que estamos en verano y la gente quiere irse de vacaciones. Ahí se perdió una de las principales bazas.

Pero hubo muchos más errores, como montar un programa donde se tiraba demasiado de trucos de Magia Borrás -había niveles muy dispares entre los participantes- y de puestas en escena con señoritas en bañador y tacones haciendo aspavientos, que quedaban pelín extemporáneas y machistas. Tampoco tuvo mucho sentido el abuso del baile en las puestas de escena de los magos solo porque estaba por allí Poty, y había que tenerlo ocupado. El año siguiente también contrataron a otra ex de OT, Nina, aunque afortunadamente no les puso a cantar.

A falta de audiencia que decidiera el destino de los concursantes, el programa recurrió al enésimo jurado de cuatro tipos sentados en una mesa con el habitual reparto de papeles: chica guapa, abuelo gruñón, tipo que controla el oficio y alguien que pasaba por ahí y vio una silla vacía.

Y así, sin nada por aquí ni nada por allí, como si fuera un estriptis más que un juego de magia, alzándose como el rey desnudo de los talents que cree vestir ropas de oro y sale en pelotas, esta especie de Operación Triunfo con magos en vez de bisbales cumplió su función sin acaparar grandes audiencias ni resolver la vida a ninguno de sus participantes.

En realidad, llovía sobre mojado. Antena 3 había fracasado hacía escasos meses con Por arte de magia, una escuela de magos similar en la que los concursantes eran famosos y que presentó Anna Simon durante apenas cuatro semanas, el tiempo que tardó la cadena en hacerlos desaparecer a todos.

Aquí, en el Pura magia de TVE que produjo Javier Cárdenas, lo mejor fue su presentador, el gran Mag Lari, siempre tan resuelto y vacilón, que con su ironía supo darle un toque más divertido y actual a este talent que se movió en el pantanoso terreno de las broncas y los recursos televisivos ya caducos.