- Con todas las entradas agotadas, como en los otros dos conciertos del Ciclo de Cámara de este año, la soprano donostiarra Elena Sancho Pereg actuará junto a la mezzosoprano Paula Iragorri, acompañadas ambas al piano por Germán Ormazabal. Para el recital, que han titulado Caprichos, han seleccionado una serie de obras muy heterodoxas: desde Haendel hasta Berstein, pasando por Offenbach y Saint-Saëns. Tras formarse en Donostia, Madrid y Londres, la soprano Elena Sancho Pereg ha actuado como solista en escenarios de todo el mundo y ha interpretado diversos papeles en numerosas óperas. También fue invitada a formar parte de la Deutsche Oper am Rhein en la temporada 2014-2015, con la que ha prolongado su acuerdo hasta la temporada 2020-2021. Habitualmente reside en Alemania y sus compromisos de verano le suelen impedir ser parte de la programación de la Quincena Musical. No obstante, la situación derivada del COVID-19 ha permitido que este agosto actúe en casa.

¿Cómo enfrentan el concierto de esta tarde?

-Con muchas ganas y mucha ilusión.

¿Cuáles son esos 'Caprichos' que presentarán?

-Es música muy bonita y como Paula y yo tenemos un gusto muy heterogéneo, nos gusta lo mejor de cada momento, de cada periodo. Nos gustaban cosas muy diferentes entre sí: la música barroca, francesa, americana... Nos costó darle una forma al concierto.

¿Por qué?

-Hoy en día los conciertos suelen tener una temática coherente y homogénea. Pero a nosotras nos gustaban esas canciones y dijimos: Vamos a hacerlo. Son todo joyas, el repertorio nos hace especial ilusión y creo que para el público también será muy entretenido.

Conoce a la mezzosoprano Paula Iragorri desde hace muchos años, ¿no es así?

-Cantamos juntas desde que íbamos al colegio, en primero de EGB. Cantamos en el coro desde pequeñísimas. Siempre hemos estado acostumbradas a afinar juntas y hacer muchas dinámicas juntas. Hemos ido cuatro veces a Japón con el coro del colegio; hicimos giras largas y nos han unido experiencias muy fuertes que nos han marcado en nuestro crecimiento y en nuestra relación con la música y el arte.

El colegio era Jesuitas.

-Sí. Era un coro de muchísimo nivel que dirigía Iñaki Cárcamo, una persona con una enorme sensibilidad y muchas dotes para la dirección. Como niños estábamos muy conectados a la música. Además, Javier Santacana era el profesor de canto del colegio y nos formamos con él. Fueron unos años de gran bonanza musical para nosotras. Fue una generación bastante potente, de la cual mucha gente está haciendo música.

¿En qué momento tomó conciencia de que quería hacer del canto una profesión?

-No lo decidí, fue la vida. El arte es mi medio, me permite ser yo misma sin seguir una estructura determinada. El arte te da una forma armoniosa y equilibrada de ser muy singular, de ser único, de explorarte. Es una forma de no obedecer constantemente, pero sin violencia. Es una forma armoniosa de resignificarte.

Vive en Alemania. ¿Es más fácil para una soprano trabajar fuera que en el Estado?

Depende de un millón de factores. Por volumen hay muchas más oportunidades fuera, en Alemania, por ejemplo. No es que en el Estado haya pocas, pero Alemania es el número uno de producción musical y consumo de todo tipo de arte. Tienen una pasión brutal por el arte, por cualquier forma de arte. Entonces, hay trabajo.

¿No echa de menos el hogar?

-Lo echo muchísimo de menos, la playa, la comida, la alegría de la gente, la cercanía... La verdad es que donde soy feliz es en todas partes.

¿Llegar a determinado nivel de profesionalización en este mundo, supone vivir bajo mucha presión?

-Es muy difícil hacer una generalización, porque cada uno tiene una vivencia particular de su profesión. A mucha gente le encanta ser solista y dedicarse a ello y es lo que quieren. Para mí el canto es apasionante y es maravilloso, pero necesito enriquecerlo con otras cosas y sí, siento una presión. Pero casi es una presión que pone a prueba mi fortaleza personal, mi propia relación conmigo misma. Es lo que tú dejas que los demás te afecten. Es una cosa que tienes que gestionar y a mí me lleva un tiempo aprenderlo, porque me pongo muy nerviosa. Es mucha responsabilidad, hay muchas expectativas familiares, sociales... son muchas cosas.

Dice que suele necesitar enriquecer el canto, ¿cómo lo hace?

-Con mogollón de pinchos (ríe). También soy muy cinéfila y seriéfila; me encantan. El arte me gusta mucho, también escribir y narrar. De eso también me nutro; también de la gente, de la familia. También de la calma, del dolce far niente. Para mí no hacer nada es muy importante y lo reclamo como una actividad muy necesaria.

Ha vivido el confinamiento en Alemania. ¿Cómo lo ha llevado?

-Bien, como te digo no hacer nada me viene muy bien (ríe). Al final, siempre acabas haciendo cosas, pero no tener esa presión para ser productivo todo el rato es agradable. He aprovechado para aprender alemán, he estado escribiendo, he visto mucho cine...

Tenía previsto cantar con la Sinfónica de Chicago, pero no ha podido ser.

-Se ha caído. Se iba a celebrar del 7 al 10 de mayo, en plena pandemia.

Es una de las orquestas más importantes del mundo, le habrá dado pena.

-Habría sido maravilloso y un trofeo para mi ego. Pero, sinceramente, estaba bastante agobiada con la idea de tener que viajar a Chicago y con el jet lag ensayar tres días seguidos y cantar otros tres días, para luego volver e iniciar los ensayos de Rosenkavalier... Tenía una agenda muy apretada y ya he tenido bastantes percances por tener la agenda tan llena, así que cuando se canceló un poco respiré.

Hablando de agenda, ¿qué tiene apuntado para los próximos meses?

-Después del recital en la Quincena, tengo uno en Deba. Posteriormente, Un Ballo in Maschera en Madrid y luego tengo un par de óperas en Dusseldorf. De cara a 2021, tengo una Misa de Réquiem en Salzburgo, también estaré en Bilbao con El Elixir de Amore.

"Para mí el canto es apasionante y es maravilloso, pero necesito enriquecerlo con otras cosas y, sí, siento una presión?