o puede uno salir de Maldaerreka sin hacer mención del Bordatxo, aquel inmenso galpón que revestido de medias luces e incongruentes psicoledias fue entre los 70 y los 80 discoteca de moda y hasta sala de fiestas. El Bordatxo hizo de Doneztebe cita de fin de semana para la juventud, y no sólo de la zona, que hasta se organizaban autobuses desde Irun para desmadrarse en un ambiente entre agropecuario y canalla.

En el Bordatxo llegaron a actuar El Dúo Dinámico y Massiel en arriesgada avanzadilla, y fueron corridos a tomatazos por la concurrencia que, al parecer, no quedó satisfecha por falta de arte de tan famosas estrellas.

Aún se recuerda, por el contrario, la irrupción en el escenario de Bibí Andersen, transexual de insólita belleza e imponente escultura que dejó transido, boquiabierto y en silencio al personal. Ni una broma de mal gusto, ni un exabrupto, ni un patatazo. La ambigüedad de la estrella pasó por el Bordatxo como un ángel, que la admiración y el desconcierto impidió a los asistentes cualquier exceso.

En el Bordatxo, además, se prodigaban los lances de fortuna con rifas motorizadas del coche de moda, o con el multitudinario bingo que, indefectiblemente, finalizaba con la lluvia de bolígrafos sobre el escenario con la que expresaban su descontento quienes no fueron agraciados en el azar.

El Bordatxo fue escenario de encarnizadas peleas y hasta tiros, que por allá hacían alardes de alcohol y prepotencia números de la Guardia Civil y sus desahogos provocaron algún que otro trágico desenlace.

Precisamente, este tipo de parroquianos fue causa de muchas deserciones en busca de emociones menos fuertes, y el Bordatxo comenzó su decadencia hasta que un incendio, allá por los primeros años 80, le llevó al cierre. Posteriormente volvió a abrir sus puertas, pero ya no fue lo que era.