- Ni verdades ni cuñadismos. Lo que Miguel Sánchez-Ostiz presenta en Breves del desconcierto 2018-2020 es su “visión particular de las cosas”. Una visión que ha traducido en estos “boteprontos”, que no aforismos, en los que el lector podrá encontrar “enojos”, ninguna rendición, una “alegría feroz”, un “humor zumbón”, unas cuantas “impertinencias”, además de una serie de reflexiones sobre la pandemia o, como él dice, “la plaga”, que no cree que nos haya hecho mejores, sobre todo “viendo las actitudes de parte del personal”.

Pamiela publica este volumen en el que el escritor pamplonés, que pasó el confinamiento en Madrid, reúne estos textos breves que, como indica en el prólogo, son “fruto de los encontronazos entre un temperamento, el mío, con una época, la nuestra”. El libro estaba terminado “antes de empezara el estado de calamidad que estamos viviendo”, comenta el autor.

“Hubo un momento -en estos meses- en que nadie sabía cuál iba a ser el futuro de los libros, de las librerías, de la escritura y al hilo de esos momentos también escribí unos breves”, con los que cierra el volumen, y que “no están escritos al estilo del cuñado, que sabe lo que ha pasado, lo que va a pasar y lo que hay que hacer”, porque “en ningún momento he sabido lo que había que hacer”.

Tampoco hay rastro en estas líneas de teorías conspiratorias, pero sí “de la mala reacción de una parte de la ciudadanía”. “Dudo que, como se dijo, la pandemia haya sacado lo mejor de nosotros mismos. Las primeras semanas fuimos todos buenísimos, parecía que habíamos visto el futuro, la utopía, pero aquello empezó a venirse abajo rápido y volvieron los rebuznos”.

Los breves sobre esta temática se encuentran reunidos en el capítulo Y llegó la plaga, penúltimo antes de Gueroco guero (Después del después), en el que defiende que ha llegado el momento “de hablar de una manera muy directa de lo que estamos viviendo ahora mismo”, de “por qué hay tantos silencios”, “por qué ya no se habla de las víctimas”, incluyendo entre estas tanto a las personas que han fallecido a causa del COVID-19, como a los sanitarios, el personal de limpieza de los hospitales o los empleados de supermercados. “Han vuelto a salir a la superficie los contratos basura y la precariedad laboral de gente que ha sido esencial para que nosotros podamos mantenernos vivos”, afirmó, y lamentó las “impertinencias hasta hartar” que han tenido que soportar las cajeras, por ejemplo. “Parecía que había quien había desayunado tigre y se han visto escenas impropias de una situación como la que estábamos viviendo”, agregó, y compartió su desconcierto al ver cómo en Canillas, su barrio de Madrid, ha visto caceroladas contra el Gobierno español. Es un “asunto enigmático” que suceda en un barrio de tradición progresista, donde en los 70 “la gente salía a la calle a pegarse con los guardias porque no tenían saneamiento o la calle asfaltada”.

En todo caso, Sánchez-Ostiz cree que hay que “dejar las minucias y los chascarrillos”. “Parece que se está olvidando lo más importante”, y es que hay que dar “un apoyo decidido, sostenido y no partidista a la sanidad pública”, y no permitir que nos atropellen los hechos y las noticias para que no se diluyan asuntos graves como lo sucedido en las residencias.

A lo largo del libro, el escritor recoge poemas y frases de distintos autores como Quevedo, al que “sus verdades le costaron muy caras”, con numerosos destierros y encierros. “Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca. Y si al alma su hiel toca esconderla es necedad...”, escribió el madrileño, y estos versos “son muy hermosos, pero muy difíciles”. “Nunca acabas de liberarte de compromisos y servidumbres. Pla decía que un escritor logrado es el que se desprende de todas las servidumbres sociales, familiares y políticas y escribe con auténtica independencia, y eso es muy difícil”, apuntó el navarro, que también recoge en este volumen el Soneto contra los hipócritas y fingida virtud de monjas y beatas en la alegoría del cohete, y lo usa para ironizar sobre “todas las furias que nos entran y que acaban ahora en las redes sociales, adonde se reducen muchas de las indignaciones que sentimos” y “los patriotismos de otros”, que son como ese cohete que sube, explota y baja “como caña chamuscada”. Todo en un instante.

No olvida Sánchez-Ostiz al estamento judicial y sus sentencias ideologizadas ni a los políticos. “Me llama la atención que habiéndonos pasado lo que nos ha pasado no hayamos sido capaces de construir un nosotros”, dijo. Es más, “esto ha provocado una situación de enfrentamiento y de ruptura civil como no hemos vivido en décadas”. Y “si como ellos dicen, lo que sucede en Congreso de los Diputados es el reflejo de la calle, mal asunto”. Asimismo, los abusos de autoridad le resultan “indigeribles”, como refleja en algunos de estos breves, en los que también se habla del “miedo justificado” que hay al paro y a la ley mordaza.

Y, preocupado por el futuro de la literatura, “porque no sé si algunos autores, como Faulkner, por ejemplo, se van a volver a leer”, termina con una de sus “gamberradas”, algunas de ellas también recogidas en el capítulo de autoburla Soliloqueos: “Estoy pensando en poner un negocio de epitafios en Berichitos”.