engola impresión de que la portavoz del PP en el Congreso ha asumido la misión histórica de encabezar una revolución conservadora en España a la manera que Phyllis Schlafly lo hizo en los Estados Unidos en la década de los 70 liderando el rechazo a la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA). Cayetana Álvarez de Toledo, con medio siglo de retraso, tiene igual encono y el mismo discurso regresivo que el personaje que encarna Cate Blanchett en la serie Mrs. América, cuyo último capítulo ha emitido la plataforma HBO. La única diferencia entre ambas es que Schlafly era carismática, mientras a la señora marquesa le delatan el rictus y su profunda amargura.

Mrs. América es la historia del choque entre dos formas de ser mujer, libres o sumisas, viejas o nuevas. Detrás del guión está Dahvi Waller, de cuyo talento salieron Mujeres desesperadas y sobre todo Mad Men. La narración arranca en 1971 y culmina en 1980 con la elección del presidente Reagan. Phyllis se opuso con eficacia a las figuras del feminismo de la época, de Gloria Steinem a Betty Friedan, pasando por Shirley Chisholm, Jill Ruckelshaus y Bella Abzug, con quienes se batió y debatió a calzón quitado hasta lograr en vida que la ERA no fuese refrendada por 38 Estados, necesarios para aprobar la equiparación de derechos.

Quizás Álvarez de Toledo se haya inspirado en Schlafly para atacar el feminismo y adoptar un primario antisocialismo. Si ha aprendido de aquella experiencia, debería saber que al igual que el expresidente Reagan dejó a Phyllis fuera de su gabinete por sus excesos, Cayetana no entrará en ningún gobierno por similar motivo: pasada de rosca, espanta a los suyos. ¿La americana hubiera hecho causantes de la propagación del coronavirus y sus miles de víctimas a las manifestaciones del 8-M? Puede que la historia se repita, pero en España se aproxima al vómito.