o fue un concurso, que regresaba a lo grande después de siete meses de ausencia. Fueron varios concursos a la vez y todos eran Pasapalabra, el más popular y neutro desde Un, dos, tres. Fue, en primer lugar, la pugna abierta entre Antena 3 y Telecinco. Una cadena recuperaba el programa que se le escapó y la otra miraba con horror cómo su rival se aprovechaba de sus doce años de éxito. Fue un concurso por la audiencia. Para neutralizar el reestreno, el tinglado de Vasile jugó sucio contraprogramando, al borde de la legalidad, su espacio estrella, Supervivientes, para el mismo día e igual hora. Ganó Telecinco con su 22,4%, frente a casi el 20% de su competidor, una victoria con el sabor amargo de la vendetta casposa y el mal perder. Pero, ¡ay!, Pasapalabra no es un producto de prime time, como el reality, sino de acceso para el informativo de la noche.

Fue también un concurso de presentadores. Christian Gálvez contra Roberto Leal. El listón estaba alto y el sustituto superó con creces la prueba logrando que nadie echara de menos a su predecesor. Fue un concurso de comparaciones. ¿Qué cambiar y qué mantener? Se hizo lo apropiado, con poca renovación estilística y no se resintió pese a no poder contar con el calor del público en plató. Fue un concurso de legitimidades. Un canal restauraba la honra tras la sentencia del Supremo que condenó a Telecinco por eludir los derechos de la británica ITV. En efecto, Mediaset no pasó la ITV, tuvo que soltar una millonada, abonar la multa y quedarse en la cuneta. Por tramposo.

Y fue, naturalmente, el concurso de dos gladiadores de las palabras, Paco y Juanpe. Un duelo de categoría en el que se impuso el más humilde, con todo su aspecto de gañán. Fue brillante. Desde hoy, Pasapalabra vuelve a las ocho de la tarde para demostrar que las palabras tienen sentido, más que nunca.