al y como vienen las cosas, también se van. Nadie se imaginaba que un 14 de marzo cualquiera iba a comenzar un confinamiento que duraría casi dos meses y que provocaría en su fase de desescalada una repentina pasión social por la actividad deportiva. Tampoco se imaginaba nadie que me iban a mandar a casa en mi primer día de trabajo y que mi primera labor como periodista iba a consistir en escribir en papel de culo durante 48 largos días, en los que he hecho verdaderos equilibrios para que el rollo no se acabase. Pero todo llega a su fin. Así me lo comunicaron ayer desde redacción. Llamadita y lo que el primer día fue “¡A tu puta casa!”, en esta ocasión fue “¡Enfilando a redacción!”. Y yo que pensaba que me tocaba ERTE o ERE, incluso. Pues no, se ha acabado la fiesta y ahora con la desescalada, mis servicios columniles ya no son necesarios, Mirarte Etxean desaparece, pero seguirá habiendo currito. He pedido que, aunque sea, me dejen una Mesa de Redacción o dos al mes, para pasar el mono. Me han dicho que no, que ya me han explicado que eso es para gente seria y de bien. Pues va a ser que no me la envaino, si no hay Mesa, no hay tecla. Que no sea loco, que la cosa esta muy mal, me han dicho. Pero a cabezón no me gana nadie, además, siempre se necesitará peña para laboros exóticos como el de sexador de pollos; tiene más futuro que el periodismo, seguro. Eso sí, no me he ido a malas y mostrando algo de buena fe, les he dicho que, si no se toman mi marcha a mal, nos vemos en la próxima pandemia.