i vacaciones de Semana Santa, ni Día del Trabajador. Lo del jefe de Cultura es de traca. Que soy un trabajador esencial, que ya lo sé yo, que lo he ido pregonando, que ahora no puedo desdecirme. Casi preferiría que fuese como todo el resto de la peña y no se leyese mis columnas. Joder, solo era para pegarme el moco y para ligar, que con esto del confinamiento Tinder está que echa humo; o eso dicen por ahí. Además, una cosa es que lo diga yo y otra es que lo haga él. Es muy diferente, en su boca parece dicho por Oskar Schindler, y pierde todo el encanto, la verdad. Es escucharlo e imaginarme con un vestido rojo en el gueto de Cracovia en blanco y negro y, desde luego, me entra toda la bajona. Sin mucho desvariar, el caso es que aquí estoy, una jornada festiva más dando el callo, mientras planeo cómo engañar a mis compañeros de piso para poder salir mañana a hacer algo que pueda asemejarse al deporte. Aunque no tengo yo muy claro lo de las franjas, los tiempos y las distancias. ¿Si ando rápido no puedo hacerlo hasta el límite del municipio o para eso tengo que ser como Forrest Gump? Porque, algunas veces, mi padre comenta nuestro notable parecido; sobre todo, porque tengo mucha suerte y me gustan los bombones, suele decir, después de que mi madre le mire con cara de madre, como si tuviese visión de Rayos X. Por si acaso, he pedido a la empresa un salvoconducto que me permita estar todo el día en la calle durante el fin de semana y sin necesidad de alquilar un crío. No ha podido ser, ayer era Primero de Mayo y la peña estaba librando, que espere al lunes.