donostia - Javier Sierra abre la nueva temporada de Otros mundos con dos reportajes especiales sobre Egipto. Hoy y el próximo domingo volverá a sumergirse en una civilización que lleva años acaparando su atención. Tras estos dos episodios, el programa descansará hasta febrero.

Egipto sigue fascinándole.

-Egipto fue una civilización que sobrevivió durante 3.000 años. Y estuvo obsesionada por lo que nos espera después de la muerte.

¿Después de la muerte o después de la vida?

-Después de la muerte. Toda su arquitectura, buena parte de sus textos y también su estructura social estaba orientada al viaje al más allá. Primero se preocupaban del faraón, pero al final esta obsesión se extendió al resto. La preocupación que tenía esta civilización por el más allá siempre me ha fascinado. Por eso le he dedicado tanto tiempo.

La muerte y cualquier viaje al más allá es algo que no resulta tan fascinante en nuestra era. El Antiguo Egipto se ponía frente a la muerte y nosotros le damos la espalda.

-La muerte es nuestro gran tabú. Vivimos en una sociedad totalmente abocada a lo materialista, al consumo, a lo que vales por lo que gastas? Este discurso de consumismo y hedonismo deja poco espacio para que reflexionemos sobre el sentido de la vida, sobre la trascendencia, sobre la necesidad de tener una existencia que va abocada hacia lo desconocido, el misterio.

Quizá es miedo a lo desconocido, a que no haya un más allá.

-No podemos escondernos, no debemos. Vivimos en una sociedad que quiere apartarnos de los misterios y, sin embargo, vivimos en medio de ellos. Ha saltado una noticia, es una valoración científica sobre el número de estrellas que componen la Vía Láctea.

Una barbaridad, supongo.

-Estamos hablando 890.000 millones de estrellas, pero solo en nuestra Vía Láctea. Y como la Vía Láctea hay dos billones de galaxias. Y pensamos que los humanos estamos solos en el universo, eso es una quimera. Pensar que nos hemos asomado al 0,1% de lo que hay en el universo también es falso. No sabemos nada, no somos nada, estamos en una esquinita. Estos datos nos tendrían que hacer más humildes ante la aventura del conocimiento.

Hablemos de lo que vamos a ver en estos dos especiales.

-El primero está dedicado a un tema que ya he tratado literariamente. Hace unos años, publiqué La pirámide inmortal, una novela en la que traté de reconstruir la laguna que existía en la noche que pasó Napoleón Bonaparte en 1799 dentro de la Gran Pirámide. He partido de esa laguna histórica para reconstruir ese episodio.

¿Ha vuelto a seguir los pasos de Bonaparte? ¿Una obsesión?

-No diría tanto. Más bien es una pasión. He reconstruido de nuevo los pasos de Bonaparte aquella noche. Lo he hecho de una forma que a mí me parece visualmente muy atractivo. Es la primera vez que se graba algo relacionado con Napoleón Bonaparte dentro la Gran Pirámide con actores.

No tiene que ser fácil conseguir este tipo de permisos.

-Nada fácil. Creemos que lo hemos hecho lo mejor posible. El resultado es muy llamativo, pero qué voy a decir yo. Estoy encantado del trabajo que hemos hecho.

¿Qué veremos en el otro especial?

-Es la historia de la primera mujer que trabajó para el Servicio de Antigüedades de Egipto. Ella fue la primera egiptóloga de la historia. Dorothy Eady nació a principios del siglo XX en Londres y cuando llegó a Egipto lo hizo con una obsesión muy particular, ella cree que es la reencarnación de una antigua sacerdotisa. ¿Qué te parece?

Como diría usted, fascinante. ¿Cómo era esa sacerdotisa?

-Eady creía que en una vida anterior ella era la sacerdotisa que profesó su culto a Isis en el templo de Abydos, al sur de Egipto. Lo curioso fue que a esta mujer la terminarían destinando como conservadora a ese templo. Sin haberlo pisado nunca, sabía lo que había debajo de la arena. Buena parte de los hallazgos en Abydos han sido gracias a, entre comillas, recuerdos de otra vida que tuvo. Se hacía llamar OmmSeti (la madre de Seti).

¿No la consideraron una loca?

-Es una mujer muy respetada en los ambientes egiptológicos, sus publicaciones científicas son tenidas en consideración. Tiene una historia inclasificable que es la que hemos querido recrear y traer a la pantalla.

Ya pasó una noche solo en una pirámide, tendría superados los reparos...

-En esta ocasión he ido con el equipo de Otros mundos, ya no estaba solo. Tuve una oportunidad de volverme a quedar aislado y a oscuras en alguna de sus salas. Volví a sentir el mismo sobrecogimiento que en 1997.

Si tuviera que definir el lugar?

¿La Gran Pirámide? Es una metáfora en piedra de la muerte. La muerte impone, es un desafío y la muerte, si la vences (creo que es lo que le ocurrió a Bonaparte), te convierte de alguna manera en una persona distinta. Pierdes ciertos miedos y te transformas.

¿Ha cambiado su miedo a la muerte?

-Yo tenía miedo a la muerte y sigo teniendo mucho respeto a ese trance. Es verdad que cuando pasas una experiencia de ese tipo, entiendes la muerte de otra manera. Sobre todo, te queda dentro el instinto de que la muerte es una estación de paso, no es una estación definitiva. Esta percepción cambia el enfoque y el ánimo a enfrentarte a este tabú.

¿Cómo se llega a esa conclusión? ¿Vale con encerrarse una noche en una pirámide?

-Lo hice desde una percepción sensorial y un enfoque emocional; no lo hice desde ningún enfoque religioso. Mi apego a la Gran Pirámide es grande y ha sido inevitable que esta temporada haya querido empezar con Egipto.

¿El Antiguo Egipto por encima de otras civilizaciones?

-Para mí, es la cultura madre. De ella han surgido muchas de las estructuras y creencias que tenemos hoy. De las creencias que tenemos hoy, solo el Antiguo Egipto y la religión cristiana abogan por la resurrección de la carne. Los egipcios intentaban favorecer esa resurrección momificando a los difuntos. Estaba en su ADN que todo formaba parte de un ciclo y que la vida era un círculo al que uno terminaba resurgiendo después de la muerte. También tenemos que hablar de la estructura social.

¿Los de arriba y los de abajo?

-Estaba la estructura social de las capas dominantes, el rey y los sacerdotes; después, el pueblo.

¿Cree en la reencarnación y en la resurrección? ¿Son términos sinónimos?

-Hay algunos matices. La reencarnación lo que propone es que tu alma se separa del cuerpo y puede reincorporarse en cualquier otro cuerpo. La resurrección lo que dice es que vas a volver a la vida en tu mismo cuerpo. Tú me preguntas si creo: no. Me gusta saber, soy un curioso. No tengo fe pero sí una gran curiosidad por resolver el enigma.