“Hay que sacar a los muertos de las cunetas, pero también desenterrar la censura”
El periodista y sociólogo Joan Mari Torrealdai publica un nuevo análisis sobre el “franquismo culturicida” en el País Vasco
donostia - El periodista y sociólogo Joan Mari Torrealdai publica su cuarto libro sobre la censura en el Estado. En este caso, aborda las “mecánicas” censoras, un análisis de aquellos que la practicaban y sus motivos para hacerlo a través de la obra De la hoguera al lápiz rojo. La censura franquista en el País Vasco.
Torrealdai defendió en 1991 su tesis doctoral La Censura gubernativa y el libro vasco (1936-1983): Análisis de los informes de Lectorado, para la que se sumergió en 2.000 expedientes -analizó con detalle 1.500 de ellos- sobre libros vascos. Aquel estudio académico se tradujo en hasta tres obras -La censura de Franco y los escritores vascos del 98 (1998), La censura de Franco y el tema vasco (1999) y Artaziak. Euskal Liburuak eta Frankoren zentsura (2000)-, pero en esta última se editan cuestiones de la tesis nunca antes publicadas, eso sí, de forma didáctica para llegar a todos los públicos.
El también fundador de Jakin explicó ayer en la presentación de la nueva obra que esta se enmarca en un ejercicio de “recuperación de la memoria histórica”: “Hay que sacar a los muertos del Valle de los Caídos y de las cunetas, pero también desenterrar la censura que tanto mal ha hecho. 40 años contra la libertad de expresión dan para mucho cuantitativamente y, sobre todo, cualitativamente”.
En este sentido, hizo un llamamiento a las asociaciones memorialistas para que no solo tengan en cuenta “a los muertos en las cunetas”, sino también “la represión lingüística y cultural” que sufrieron sociedades como la vasca. “¿Qué es la censura, sino represión?”, se preguntó.
Se trata de una publicación que, además, es un homenaje a los escritores y editores que trabajaron en la “noche más oscura de la cultura vasca” y que nunca han tenido un reconocimiento.
Torrealdai disecciona todo el sistema censor, desde la estructura -se centra, sobre todo, en las delegaciones del País Vasco- y los nombres de censores y colaboradores, pasando por casos como el que vivieron Txertoa y Jakin, las normas y la ideología por las que se prohibía un libro, hasta la doble censura que establecían los lectores que desde Madrid traducían muy pobremente los textos de euskera a castellano para su evaluación.
De la hoguera al lápiz rojo. La censura franquista en el País Vasco comienza con el bibliocausto de 1936, la quema de libros en euskera en lugares como Tolosa -libros de la imprenta de Ixaka López Mendizabal, entre otros fondos municipales- o Donostia -diccionarios y libros de gramática vasca-, una forma de prohibición a posteriori.
El autor destacó en la presentación la particular celebración en Madrid del Día del Libro en 1939, con una gran hoguera en la Universidad Central y que sirve como ejemplo del “franquismo culturicida” que se alargó durante cuatro décadas.
Torrealdai se ha querido alejar de la visión “reduccionista” que se tiene de la censura, para enmarcar el bibliocausto dentro de este sistema de represión general. Tras la quema de libros, llegaron los comités de depuración que clasificaron los escritos con fichas rojas -no se podían publicar- y azules -solo estaban accesibles a académicos que requerían de una edición muy limitada-.
“Los que conocían la censura conocían los dictámenes, pero no los argumentos”, expuso el que fuera presidente del consejo de administración de Euskaldunon egunkaria, quien añadió que los censores no eran funcionarios, trabajaban en precario, realizaban una labor en la sombra -a veces firmaban los dictámenes con números- y muchas veces eran muy severos y estrictos para evitar ser reprendidos por sus superiores y perder su puesto de trabajo -el libro recoge quejas que atestiguan su situación laboral-.
Asimismo, este volumen también explora la colaboración de los intelectuales con el Régimen, una pieza clave en su política para combatir el “déficit de legitimidad” del franquismo en el marco internacional, pero también en la sociedad. Estos fueron los que se interesaron por lo que se llamó “la cuestión vasca”, unos opinadores que buscaron posicionar a las masas en contra del “separatismo vasco y la lengua vasca”.
la transición sin ruptura Hay quien diría que la censura se prolongó hasta poco después de muerte de Franco -Adolfo Suárez la suspendió en 1977-. Fue entonces cuando surgió un interés periodístico y académico por estudiar aquello que el régimen negaba que existía.
No obstante, a comienzos de los 80, después del intento de golpe de Estado de Tejero y la llegada de Felipe González a la presidencia, todas las ayudas quedaron en nada: “Una vez más se le dio la razón a George Orwell, que dijo que quien controla el presente controla el pasado, que es otra forma de decir que la Historia la escriben los vencedores”.
Las investigaciones continuaron, pero sin la ayuda de la Administración, porque “no había que abrir heridas”. La transición sin rupturas solo consiguió una cosa, a juicio del también periodista y euskaltzaina, “homologar de facto la dictadura”.
la censura, hoy ¿Cómo ve la censura hoy en día? Esta pregunta de la prensa dirigida a Torrealdai tuvo una rápida respuesta: “Hoy existe una gran censura, pero es de otra manera”. Ahí enmarcó, entre otros, la falta de libertad de expresión en redes sociales, la muy reciente prohibición del espectáculo de los payasos Pirritx, Porrotx eta Marimotots en Iruñea y el partidismo de algunos medios de comunicación con cuestiones como Catalunya, bajo la excusa de la línea editorial.
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