De los contornos urbanos, del macma de las grandes ciudades, el artista Joxan Iza (Bergara, 1961), residente en Oñati, parece dirigir sus pasos en su producción a las máquinas de las ciudades robóticas y tecnológicas que parecen devorarlo todo, y en las que el hombre actual parece encontrarse a gusto e inmerso en ellas. Tan a gusto como el artista en su hangar de trabajo. Y quizá por ello ha denominado a esta colección de pinturas Bidonville.

Pinturas que se muestran en la galería Arteko de Donostia y que enlazan con sus ciudades anteriores en sus repertorios formales, de planta cuadrada y serena, con mucho colorido, pero a las que el autor ha despojado, en parte de su obra, de color, convirtiéndolas en potentes masas sueltas de negros, más sutiles y livianas, con una mayor fuerza y dramatismo, hasta con un cierto patetismo, como más desencarnadas y dibujadas. Su pintura se está volviendo más expresionista y goyesca, como envuelta en redes y artefactos tecnológicos, en algunas obras más simple y esquemática, y en otras obras más sofisticada y alambicada, con redes e hilos inalámbricos y señaléticas letras incorporadas.

En la muestra hay series más negras y esquemáticas, más cercanas al dibujo, la mancha y el expresionismo abstracto, pero también hay obras de un color con potentes azul cobalto, rosas y naranjas incorporados, como en un puzzle o collage, en el que queda diluida y subyacente la figura del hombre. ¿La tecnología devora al ser humano? ¿Lo ha devorado? La pintura de Iza es una propuesta y una apuesta desde el Bidonville, desde su propio taller de trabajo en favor de una solución que se mueve entre el fracaso tecnológico y una salida esperanzada. Su obra, como los buenos vinos, va cobrando fuerza y cuerpo a través de los años.