Síguenos en redes sociales:

El dramatismo valiente y oscuro de la discografía de Suede

El grupo de Brett Anderson edita ‘The blue hour’, coincidiendo con una autobiografía de su líder

El dramatismo valiente y oscuro de la discografía de Suede

donostia - La influencia de The Smiths y punk, la androginia de Bowie y un romanticismo exacerbado recorren la discografía de Suede, que este otoño han publicado su octavo álbum, The blue hour (Warner), un disco dramático, solemne y oscuro marcado por la paternidad de su líder, Brett Anderson, que demuestra sinceridad y buena mano con su autobiografía, Mañanas negras como el carbón (Contra), repleta de páginas juveniles relacionadas con el fracaso, el amor y la pérdida, y alejadas de “las biografías de coca y discos de oro”, según su autor.

Nadie duda de la capacidad sobre un escenario de Suede, como se comprobó recientemente en el Bilbao BBK Live y el BIME. Sus pasos por el estudio, sobresalientes a principios de los 90, sí se habían resentido, alejándose de aquella profunda emoción de su debut y de Dog man star. Su actual octavo disco supone el fin de la trilogía de su recuperación artística, iniciada con Bloodsports (2013) y continuada con Night thoughts (2016).

Producido por Alan Moulder junto a Suede y con la destacable colaboración de Craig Armstrong en los arreglos de cuerdas, compartidos con el teclista Neil Codling, The blue hour no es un disco sencillo; sí dramático, oscuro, valiente y ambicioso. Su solemnidad, reforzada por los arreglos sinfónicos de la Orquesta Filarmónica de Praga, se muestra alejada ya de la urgencia sexual, las noches de excesos y fiestas en los barrios deprimidos de la ciudad de sus primeras crónicas musicadas.

Anderson se jacta de la complejidad de este álbum largo y de unas canciones que parecen una narración conceptual sobre los miedos infantiles ante la sociedad adulta, ambientados en un mundo rural. Canciones que arrojan al oyente imágenes de niños secuestrados, entierros en mitad de la madrugada, anhelos de huida a cualquier parte, pájaros muertos, el dolor de viejas heridas, romanticismo, sordidez y pérdida.

Páginas musicadas Y lo hacen con sonidos que van del sinfonismo más dramático al pospunk, pasando por el pop orquestal, Scott Walker y Bowie. Hay dardos certeros e inmediatos como Wastelands, magnífica y rock, y las melodías y guitarras de Don’t be afraid if nobody loves you, la glam Cold hands (acaba desinflándose y sonando AOR) o Life is golden no le van a la zaga. Pero el resto del repertorio requiere atención ante el despliegue de coros operísticos de As one y Flytipping, el dramatismo de Mistress, la afectación de Tides... Eso sí, las cuerdas de The invisibles rezuman emoción y ¿se puede cantar mejor que en Life is golden? Como sucedió con la recomendable biografía de Morrissey, Anderson sorprende también con Mañanas negras como el carbón, libro que no llega a las 200 páginas y cuyo título aparece en numerosas ocasiones, la primera relacionada con el proceso de encendido del fuego en el seno de su familia, humilde y “pobre como las ratas”, asentada entre Londres y Brighton, con un padre colérico y amante de la música clásica, especialmente de Listz, y una madre con aspiraciones de pintora.

Con un estilo elegante, lírico y descarnado, esta biografía sobre “el fracaso, la pobreza, la familia, la amistad y otras maravillas de la juventud como el amor y la pérdida”, se pasea por la infancia y la juventud de su autor y, curiosamente, concluye tras firmar el primer contrato de Suede. Narra su pasión por la música, que lo fue “todo para mí” en partes de su vida, su descubrimiento de que “el arte gira en torno al amor” y su pasión por Sex Pistols, Lloyd Cole, The Smiths o un Bowie que era su ejemplo cuando se pavoneaba de joven con un traje amarillo.

su relación con Butler Brett reconoce anécdotas, vivencias y amigos que acabaron convirtiéndose en canciones, recoge con pasión el amor arrebatador que vivió con Justin Frischman (tras abandonar Suede logró el éxito con Elastica tras dejar a Anderson por el líder de Blur, Damon Albarn, a quien se refiere como “otra persona”), reconoce la dificultad de su relación con el guitarrista Bernard Butler aunque destaca “su talento especial y entrega absoluta”, y documenta la dureza de los primeros años de Suede (asimiló la pérdida de Justine explotando una ambigua feminidad) y su falta de afinidad con el brit-pop, que relaciona con “el olor a cerveza” y “una interpretación patriotera de lo británico”.