“Oír la risa del público es como un orgasmo, como meter un gol”
Lander Otaola encarna en ‘Fugitiva’, la serie de La 1 de TVE, un personaje con muchos matices: luces y sombras en paralelo
donostia - Lander Otaola (Bilbao, 1989) tuvo muy claro que la interpretación era lo suyo desde que era niño. Es un hombre divertido y ameno que sufre y disfruta con las incertidumbres que alumbra su profesión.
¿Cómo está viviendo la experiencia de trabajar en una serie con una difusión tan amplia?
-Muy feliz. Han sido cinco meses de trabajo intenso entre Madrid y Benidorm, una experiencia maravillosa, qué puedo decir si te llaman para hacer una serie y te dan el personaje de Edu, el hermano de la protagonista, Paz Vega.
¿Es difícil entrar en el mundo de la televisión?
-Sí, hay muchísima competencia, si vives de continuo en Madrid, a lo mejor tienes más opciones, pero yo vivo entre Madrid y Bilbao los últimos años. He hecho teatro allí, he ido a muchos castings. Por 8 apellidos vascos te conocen más; al final te haces con un nombre. Para esta serie me llamaron sin hacer casting, me dijeron que conocían mi trabajo y eso supuso una grata noticia para mí. Fue un sorpresón que no me lo esperaba.
Tiene usted más currículo cinematográfico que televisivo, algo muy raro en estos tiempos.
-Quizá es que soy un rara avis. Empecé haciendo cine, La máquina de pintar nubes, en 2008. Comencé a enlazar películas y lo que es televisión he hecho ¡Vaya semanita!, Corto y cambio y esta serie, Fugitiva.
Hablemos de Edu, su personaje en ‘Fugitiva’.
-Soy el hermano pequeño de Magda (Paz Vega) y el hijo de Nora (Mercedes Sampietro). Es un nini, un pobre hombre sin oficio ni beneficio. Lo ha tenido todo facilísimo en la vida y, de repente, a sus treinta y tantos años se encuentra con una situación que le supera por todos lados... Intenta ayudar y es peor; quiere ser un héroe y resulta todo lo contrario.
¿Por qué se mete a titiritero con lo mal que está la profesión?
-De pequeño iba al Arriaga y veía a Tricicle, a El Brujo y quería saber qué pasaba entre patas, entre bambalinas, cuando los actores se meten en las esquinas; también quería ser payaso, pero era muy fan de 7 vidas, Compañeros, Periodistas..., lo que me pilló de adolescente, de chaval y dije: “¡Hostias! Quiero hacer esto”. También tuve una época en la que quise ser periodista, otra en la que me gustaba la escritura, pero siempre me ha gustado hacer reír. Cuando veía a Tricicle y toda la sala se reía, quería sentir las sensaciones que se vivían abajo pero como actor.
¿Cómo se vive la sensación de escuchar la risa desde arriba, desde el escenario?
-Es una especie de orgasmo, es como cuando metes un gol o cuando un estadio entero se levanta. Son sensaciones que duran pocos segundos pero que no las cambias por nada, son momentos de adrenalina puros que merece la pena vivir aunque solo duren unos segundos.
Dice que merece la pena vivir esos segundos, pero se puede vivir en el sentido materialista de la expresión de esos segundos de placer escénico.
-Tengo mucha suerte. Vivo desde 2008 de ser actor o ser presentador. Soy un privilegiado, pero la realidad no es así. Hay actores veteranos que tienen a sus espaldas carreras espectaculares y no les llama nadie. Hoy, te estoy diciendo esto de mí y a lo mejor dentro de dos años, te digo que he dejado todo porque nadie me llamaba.
¿Tenía plan B o se echó a la piscina sin agua?
-Fue lanzarme a la piscina sin agua, terminé la selectividad con una nota media de 7,4. Era una buena nota y mis padres me dijeron que hiciera Filosofía, Periodismo, Derecho... Mi padre es abogado...
Y nada le convenció, ¿no?
-Soy impulsivo, soy un poco kamikaze, y no quería darme un día la vuelta, tener 50 años, mirar atrás y decir: “Vale, tengo dinero, tengo un piso, una hipoteca... pero no soy feliz. Tener 80 años, estar a punto de morir y pensar: no he vivido la vida que quería, eso no me lo hubiera perdonado nunca.
Dramático, eh.
-Ja, ja, ja... Me arriesgué y no me está saliendo mal.
Ha terminado de grabar ‘Fugitiva’, ¿siente vacío?
-Sí, sí... Es como cuando de pequeño te vas de colonias y dices que vas a seguir quedando en septiembre y luego no quedas con nadie. Han sido cinco meses de una gran intensidad, de un Gran Hermano, todos juntos, es una familia y cuando estás rodando solo ruedas, no importa nada más; cuando terminas sientes una sensación de vacío intensa: ¿Voy a seguir viéndoles? ¿Va a haber segunda temporada? Es la incógnita constante, pero esa incógnita también mola, a mí me pone.
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