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Geoffrey Rush da vida a Giacometien ‘Final Portrait’

Fuera de concurso, la obra de Tucci eclipsó a ‘Félicité’ y ‘Wilde Maus’ ayer en el festival de Berlín

Geoffrey Rush da vida a Giacometien ‘Final Portrait’

berlín - El filme Final Portrait, con Geoffrey Rush en el papel de un Alberto Giacometti senil y brillante, aportó ayer veteranía a una Berlinale cuya sección a concurso reflejó la vocación del festival de brindar su pantalla al cine social. Rush hizo una exhibición de maestría, como puntal de un filme hecho a su medida e incluido en la sección oficial, aunque fuera de concurso. “Preparó durante dos años su personaje. El resultado en una combinación entre el trabajo previo y un dejarse llevar, con fuertes dosis de humor, algo que Geoffrey comparte con Giacometti”, explicó el estadounidense Stanley Tucci, director de la película, en la presentación a los medios.

Giacometti, el creador de sublimes y esqueléticas esculturas, se ciñe en el filme al cien por cien el tópico del ególatra, déspota y viejo verde que se supone fueron casi todos los genios en su vejez. Todo ocurre en el París de 1964, entre el taller del artista, los cafés y restaurantes que Giacometti frecuentó o sus prostíbulos, entre las rabietas de su escuálida esposa, Annette (Sylvie Testud), y su consentida amante, Caroline (Clémence Poésy), su obsesión y elixir de vida. El filme de Tucci no compite, pero estaba predeterminado para eclipsar a las concursantes del día, la franco-senegalesa Félicité y la austríaca Wilde Maus.

La primera, dirigida por Alain Gomis, discurre entre calles, bares y camas de hospital de Kinshasa y muestra una África indolente y desesperanzada, pero en la que emerge como un milagro una precaria orquesta y coro, en medio del caos y la basura omnipresente. “En nuestro mundo, no solo en África, necesitamos urgentemente esperanza. Mi película muestra a personas que luchan en defensa de su dignidad”, explicó el realizador franco-senegalés, quien ya compitió en ese festival en 2012 con Aujourd’hui.

Completó la jornada a concurso Wilde Maus (Wild Mouse), del austríaco Josef Hader que, si algo logró en el pase para los medios, fue ganarse la empatía de la Berlinale. Su historia gira en torno a una situación que muchos temen entre la prensa especializada que sigue el festival: un crítico de prestigio -en ese caso, musical- al que despiden de la noche a la mañana porque sus columnas sesudas no son rentables. - G. Casadevall