Bilbao - No es más de lo mismo. Para nada. El hallazgo de un nuevo panel con muestras de arte rupestre en la comarca de Lea Artibai (en Lekeitio, en concreto) sitúa a esta zona de Bizkaia en particular y al territorio en general como un notable y valioso nudo de conexión y de intercambio de conocimientos y materiales entre las comunidades humanas del Paleolítico Superior de la cornisa cantábrica y del sudeste de Francia.
Así lo atestiguan los grabados localizados este pasado 1 de mayo en la cueva de Armintxe -cuya entrada se sitúa en el entramado urbano de la localidad- en cuya ejecución se emplearon técnicas (la del microdesconchado) solo conocidas en la cueva de Oxocelhaya en Iparralde, y en cuya simbología aparecen animales (dos leones seguro y puede que haya otro más) no inventariados en otras grutas de la cornisa cantábrica pero sí en francesas. Este último descubrimiento (al que seguirán otros, tal y como emplazaba ayer Xabier Gezuraga, del grupo de espeleología ADES de Gernika), pone en valor la campaña de investigación lanzada en 2004 por la Diputación de Bizkaia a través de su Servicio de Patrimonio para revisitar las cuevas vizcainas y examinarlas con técnicas más modernas, y con unos ojos más animosos (los de los espeleólogos) cuyos resultados ya están sobre la mesa de investigadores y científicos de todo el mundo.
Las muestras de arte parietal y los restos de arte mueble (piezas y utensilios) localizados en Bizkaia ahí están: hace una década únicamente se conocían tres cuevas decoradas (Santimamiñe, Venta Laperra y Arenaza) y ahora, con la de Armintxe, son ya 16 las cavidades en las que se tiene constancia de pinturas o grabados. Sin embargo, para los estudiosos en la materia como el catedrático de Prehistoria César González, aún quedan muchas cuestiones por resolver como, por ejemplo, las relaciones sociales que existían entre las comunidades humanas del Paleolítico Superior [Magdaleniense] a ambos lados de Pirineos.
En un mismo sentido se expresaba el arqueólogo y doctor en Prehistoria Diego Garate cuando se refería a la geografía vasca como “corredor natural” entre la península y el continente para personas y animales. “Teniendo en cuenta que las tres principales concentraciones de hábitat y de cultura de hace 14.000 años en la Europa occidental eran precisamente la zona del Cantábrico, Pirineos y la Borgoña [a la altura de Burdeos], si trazamos ese triángulo, en el centro estamos nosotros”, ilustraba. La consecuencia más inmediata de ese “contagio cultural”, describía el catedrático González (que ha tenido la oportunidad de adentrarse en Armintxe), es ese intercambio entre los sapiens de aquella época de ideas, tecnología y, en definitiva, de cultura. A su entender (y así lo lleva defendiendo desde hace años), el intercambio de información y el trasiego de personas desde la zona del Pirineo hasta Asturias fue muy intenso durante ese periodo de la Historia. “No es, como se interpretó hasta 1980, una relación de dependencia exclusivamente. Hablamos de interacción a larga distancia y que además, funciona”, apostilló.
Las pruebas que corroboran esta tesis son varias. En primer lugar, la técnica empleada del arrastre y el microdesconche se corresponden con las utilizadas en puntos de Iparralde y Francia. También los motivos animales tatuados sobre la pared, ya que en el arte rupestre cantábrico no hay constancia fehaciente de la existencia de leones (sin melena, como eran en aquella época), pero en el yacimiento de Chauvet la presencia de felinos se cuenta por decenas.
El otro gran hallazgo de Armintxe y que refuerza esa idea de centralidad vasca son los signos de semicírculos y líneas claviformes que representan arte abstracto magdaleniense. Es la primera vez que aparecen de este modo en Bizkaia y, según parece, también en la península. Se trata, expresó González, de signos grabados “idénticos a los que hay en la zona pirenaica francesa”.