“Me gusta provocar una catarsis y que el filme remueva”
Bayona vuelve a Donostia con ‘Un monstruo viene a verme’, en la que Conor, un niño de 13 años, afronta la enfermedad de su madre con la ayuda de la fantasía
donostia - El director de El Orfanato (2007) y Lo imposible (2012) confiesa que se enfrenta “inseguro” al estreno de su nueva cinta, basada en el libro homónimo Patrick Ness, después de sus anteriores éxitos.
La pérdida entre madre e hijo es un tema recurrente en su obra. ¿Qué conexión tiene con la pérdida?
-Más que el tema de la madre y el hijo, lo que me interesa es el tema de la verdad. En Lo imposible estaba presente porque la mentira no ayudaba a sobrevivir. En este caso, la enfermedad es una especie de cuenta atrás, y es lo que lleva a contar la verdad. Además, me gustaba la alegoría del viaje de Conor, que es parecido al mío cuando debo encontrar lo que me emociona de un filme.
¿Cómo es trabajar desde los ojos de un niño?
-Una de las cosas que más me gustaron del libro de Patrick Ness es la seriedad con la que se trata el mundo infantil y lo bien que retrata la psicología de un niño en un momento difícil. Era un reto contar la historia desde los ojos de un niño que no sabe qué ocurre. La enfermedad se ve a través de una puerta que marca una distancia y una separación. También hay separación entre el mundo de Conor y el de la fantasía, a través de una ventana.
¿Hizo la cinta pensando en que la verían niños de la edad de Conor?
-La idea original es de Siobhan Dowd, que cuando enfermó, quiso escribir un libro para ayudar a los niños a lidiar con la enfermedad y la pérdida. He intentado hablar de los temas del libro -bullying, soledad, miedo...- de manera accesible utilizando la fantasía y hablando de ello de una manera muy valiente, directamente.
¿Cómo ha conseguido hacer una película contenida?
-Es una cuestión de marco temporal. En Lo imposible la historia pasaba en 72 horas y era más extremo; el tiempo permite que la emoción sea más reposada. Al tratar el tema del cáncer, no podía jugar con la emoción, sino hablar del tema del modo más honesto. Trabajamos mucho para conseguir la emoción en secuencias en las que no hay prácticamente nada: mi escena favorita es la última, en la que no hay diálogos, ni música... Cada uno puede interpretar lo que quiera.
¿Se ha medido para no ser demasiado sentimental?
-Me gusta que se establezca una catarsis y que remueva. No hay que tener miedo a llorar en el cine porque es terapéutico. Pero me parece más meritorio el poso que deja el filme.
¿Piensa retomar el tema de la madre y el hijo?
-Es una trilogía accidental. Salió esta historia y me pareció gracioso tener tres filmes sobre el tema. Y tengo más proyectos que hablan de ello. Pero el cuerpo me pide hacer otras cosas: ahora estoy haciendo una de dinosaurios que me apetece muchísimo, porque puedo hacer una cosa más ligera y menos autoconsciente.
¿Por qué eligió a Lewis MacDougall para encarnar al niño?
-Todos los niños llevaban la interpretación hacia lo emocional y él era diferente, lo llevaba hacia la rabia; dio en el clavo. Trabajamos la relación que tiene con los personajes: con Felicity Jones (la madre) pasamos mucho tiempo y fuimos al cine, a cenar, a la piscina... Con el padre no ensayamos, para que la incomodidad fuera real delante de la cámara. Con la abuela (SigourneyWeaver) no interactuó y las escenas dramáticas se rodaron al final, cuando había un lazo entre ellos.
¿Es consciente de que se está convirtiendo en un removedor de sentimientos?
-Sí, por eso estoy en una de dinosaurios. (Risas) Me gusta que la gente se lleve la película a casa, y la emoción es el bálsamo para asimilar la historia. Quería un discurso accesible que dejara claro que las cosas pueden ser malas y buenas al mismo tiempo.
Después de dos películas muy exitosas, ¿se siente inseguro?
-No quiero sentirme seguro, la inseguridad me ayuda a mejorar. Prefiero mil veces dudar y no pensar que no hay otras maneras.
Ha incluido la pasión por el arte en la película...
-No quería actores en los cuentos, por lo que opté por las animaciones. Se me ocurrió que el niño dibujara, lo que hace que la película sea más personal, porque de pequeño dibujaba compulsivamente. Me salvó el dibujo igual que salva a Conor. Además, es el legado que le deja su madre, y me parecía muy interesante.
La animación y los efectos especiales tienen más presencia.
-Es pura técnica, pero si está mal, te cargas la interpretación. Me preocupaba la última escena con el monstruo, que ocupaba los dos tercios de la pantalla, pero el protagonismo a era de la madre y el hijo. Intentamos que la criatura fuera bastante pura.
¿Cómo entró Liam Neeson en el proyecto?
-Alguien dio su nombre y nos encantó. Hace un trabajo increíble poniendo voz al monstruo y ayuda a que se le relacione con la sabiduría y las tradiciones.
¿Al ser el guionista el escritor del libro, tuvo algún problema?
-Creo que para Patrick es su novela más especial y fue muy exigente con cada cambio que hubo, cosa que le agradezco. Pero nunca se cerró, cogía las ideas buenas que le daba.
¿Cómo gestiona las vanidades de las estrellas?
-Nunca he tenido ningún problema de vanidad, no piden caprichos absurdos, aunque creo que cuando vienen a España saben que no es Hollywood. Además, los actores están encantados de que alguien les dirija.
Ahora tiene un proyecto descomunal entre manos...
-En Jurassic World tengo de jefe a Steven Spielberg y me apetece mucho hacer mi primer filme en Hollywood. Me lo tomo como un aprendizaje, mi objetivo no es hacer películas allí.
Ha tenido mucho control en sus trabajos. ¿Cómo cree que será trabajar en una superproducción así?
-Con la serie Penny Dreadful me enfrenté a ello; la actitud es diferente, pero hay que intentar hacer lo mejor posible. Creo que en Jurassic World el control es de Spielberg y dejaré que controle lo que quiera; es su criatura y sabe mejor que nadie lo que necesita.