Sevilla - Manuel Molina Jiménez (Ceuta, 1948), compositor, guitarrista y cantaor fallecido ayer a los 67 años en San Juan de Aznalfarache (Sevilla), fue el precursor del nuevo flamenco dirigido a un público no exclusivamente flamenco. Conoció el éxito a mediados de los años 70 con el dúo Lole y Manuel, formado con la que fue su esposa Lole Montoya (1954), con quien se casó en 1975 y publicaron su primer álbum. Fruto de esa unión nació Alba Molina, con la que también formó pareja artística.

Manuel Molina fue gran admirador del guitarrista Paco de Lucía y del cantaor Camarón de la Isla, junto con el que está considerado uno de los renovadores del flamenco, y con su muerte, a consecuencia de un cáncer, desaparece una de las figuras fundamentales del flamenco.

Su amor por el flamenco le venía de familia, ya que aprendió de su padre, el guitarrista algecireño El Encajero, del que imitó un estilo propio al coger la guitarra en vertical. Aunque nacido en Ceuta, su familia se trasladó a Sevilla y se afincó en el barrio de Triana, donde empezó a tocar la guitarra y a componer sus primeros temas. Antes de conocer a Lole, Manuel Molina montó con Antonio Cortés Chiquetete y Manuel Domínguez El Rubio el trío Los Gitanillos del Tardón, en referencia al barrio trianero. En su dilatada carrera también formó parte del grupo de rock Smash, en el que descubrió la música electrónica sin abandonar el flamenco, pero sabiendo que había algo más, señaló en su día, y consiguió el éxito con Garrotín.

Poco después conoció a Lole Montoya, perteneciente a una saga gitana de flamencos, se casaron y en 1975 salió al mercado su primer disco, Nuevo día, con influencias de los sonidos hippies y reminiscencias árabes, algo que ya sería constante en su música.

La discografía del dúo es extensa y, entre otros discos, publicaron Pasaje del agua (1976), Lole y Manuel (1977), Al alba con alegría (1980), Casta (1984), Lole y Manuel cantan a Manuel de Falla (1992), Alba Molina (1994), dedicado a su hija Alba, o Una voz y una guitarra.

En 1999 inició su carrera en solitario, sacó el disco La calle del beso, en el que adoptó una nueva faceta, cantando, algo a lo que no estaba acostumbrado su público. Manuel Molina no necesitó una garganta privilegiada para dejar su huella en el flamenco, le fue suficiente con su habilidad y personalidad para interpretarlo. Más tarde, produjo el disco de su hija Alba Molina, con quien contó para la grabación de su debut en solitario y, precisamente, una de las últimas actuaciones de Manuel Molina fue el pasado año acompañando a Alba (Sevilla, 1978) en Madrid, en esa ocasión también cantando aunque siempre prefirió quedarse “mudo” y ser conocido “solo” como “la música y letra” de su ya exesposa Lole.

El cantaor, al que le habían diagnosticado un cáncer hace apenas unos meses, se negó a recibir ningún tipo de tratamiento, y su última voluntad fue cantar y morir en un teatro. - Efe