donostia - El primer pase del nuevo filme de Cobeaga, incluido en Zabaltegi, creó opiniones de todo tipo. El director encendió el “euskobarómetro” y se dispuso a analizar cómo reacciona el público ante una comedia mucho más contenida de lo que tiene acostumbrados a los espectadores.

‘Negociador’ es muy distinta a sus películas ‘Pagafantas’ o ‘No controles’ y al guion de ‘Ocho apellidos vascos’, que tienen un humor más loco. ¿A qué se debe el cambio?

-Cuando hice las dos primeras películas, que tenían muchas cosas en común, sentí que para mí la comedia no es solo eso, que puede ser más seca, que hay tragicomedias... Este era el tono que había practicado en el corto Éramos pocos, con el que estuvimos nominados al Oscar, y que más me gustaba. Quería volver a eso porque me sentía muy cómodo allí, más que haciendo gags o comedia loca. A mí como espectador me gusta mucho una comedia seca y sobria.

¿De dónde nace la comedia de esta historia?

-Nace de que, en nuestra cabeza, estas situaciones solemnes están muy medidas y la realidad es todo lo contrario. Está llena de casualidades, de detalles cotidianos, de elementos muy de andar por casa. Y esa era la razón por la que quise hacer la película.

Ramón Barea encarna al personaje inspirado en el dirigente socialista Jesús Eguiguren, y Josean Bengoetxea y Carlos Areces interpretan a los miembros de ETA, basados en Josu Ternera y Thierry. ¿Cómo influye la elección de los actores?

-Me puse a escribir con ellos en mente. Llama la atención que muchos de los actores son de comedia, pero eso es por la proximidad que tengo con ellos. Los tres protagonistas estaban siempre en mi cabeza. A Barea lo elegí porque quería el tono de Éramos pocos, y era el protagonista; nunca había trabajado con Josean Bengoetxea y me apetecía un montón; y Carlos Areces creo que podía aportar esa mezcla de alguien campechano pero que tenga un giro, te clave la mirada y te hiele la expresión.

Es un tema serio tratado en clave de humor. Los actores dicen que en el rodaje no se daban cuenta de que hacían una comedia...

-Y creo que es la clave para que haga gracia. Cuando un actor sabe que está haciendo comedia, se le ve el esfuerzo cómico y empieza a ser más complicado. Algo que me gusta de Barea como protagonista es que resulta gracioso sin pretenderlo, y es una de las cosas más maravillosas que puede haber en comedia.

¿Cómo se busca el equilibrio entre humor y seriedad?

-En esta ocasión planteo una historia más realista y la comedia surge de la realidad. Es una cuestión de tono. Intento hacer una comedia sin chistes, sin que las situaciones resulten forzadas. Es algo que me interesa mucho.

La terminología, por ejemplo, provoca muchas carcajadas...

-Es algo que ha estado presente en la sociedad durante muchísimo tiempo y que, además, no ha tenido reflejo en la pantalla. Tu puedes adivinar a quien vota uno dependiendo de si dice Euskadi, País Vasco, Euskal Herria o Vascongadas. Si alguien lo ve desde fuera, le parecería ridículo. Además, una de las cosas que intento hacer al crear una película es plasmar lo que sucede en la calle pero que no tiene reflejo.

Juega con el sonido y los planos para hacer reír a la gente. Los silencios también son importantes en la película...

-Había que recalcar la soledad del personaje. Quería mostrar a un lobo solitario que va a cumplir una misión y va con una determinación bestial. Me parecía muy cinematográfico mostrar esa soledad cuando está en la habitación, cuando está aburrido... En realidad, el filme habla de los tiempos muertos de la negociación. No nos hemos fijado en lo importante, sino en las pausas. Teníamos claro que la negociación no iba a aparecer.

¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción?

-Parte de hechos reales y me he documentado muchísimo al respecto: he visto documentales y he leído muchos libros. Pero llegó un momento en el que decidí empezar a fabular. Pensé que, a través de la ficción, se podía llegar a contar que un acto tan solemne está lleno de pequeños detalles. Algunos de ellos son reales, pero otros están completamente inventados. Por eso, los personajes no son en los que están remotamente inspirados. La base es la negociación de Jesus Eguiguren con ETA hace diez años, pero con Ramón Barea no hemos querido imitarle. Quería mantener una distancia, que todo viniese de la interpretación que yo hacía. Por otro lado, se podía hacer una comedia, porque el proceso en realidad fue cómico. Daba juego para hacer una negociación patética y chapucera. De hecho, las cosas que parecen más inventadas no lo son. Por ejemplo, es cierto que a Egiguren le confundieron con el miembro de ETA, según he leído.

El PSE no parecía muy contento con esta producción, que podría levantar ampollas en ambas partes...

-Me gustaría que todos fueran a verla. Desde luego, no es una película hecha para agradar o molestar particularmente a nadie. Me importa la opinión de la gente, pero lo fundamental era hacer un filme honesto y sin concesiones. Habría odiado tratar el tema intentando ser un bienqueda.

Es una película ligera que da para una secuela. ¿Piensa en una segunda parte?

-No creo que esta película siga. El tema me interesa, pero hay otras historias que merecen ser contadas (como la de un comando de ETA que se esconde en un piso franco y es nombrado presidente de la comunidad. Es el ansia que tenemos. Ahora estamos en una situación mucho más relajada y las ganas de contar historias de este tipo afloran.