LA última película de David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, se convirtió ayer en la gran vencedora de los Premios Goya al conseguir seis de los siete premios a los que aspiraba, entre ellos los de Mejor película, director, guión original y actor protagonista que ganó, al fin, Javier Cámara. Sin embargo, Las brujas de Zugarramurdi, del bilbaino Álex de la Iglesia, fue la cinta que más estatuillas cosechó, ocho de diez, aunque prácticamente todas ellas en categorías técnicas a excepción del premio a la Mejor actriz de reparto para Terele Pávez. La gran familia española, que partía con la ventaja de tener el mayor número de nominaciones (once), consiguió solo dos premios.
GALA HISTÓRICA SIN MINISTRO Nunca una ausencia estuvo tan presente en la entrega de los premios de la Academia, "una gala histórica" a juicio de su presentador, Manel Fuentes. "Son los primeros Goya sin ministro de Cultura", aseguró en alusión a la incomparecencia de José Ignacio Wert, que alegó problemas de agenda para no asistir a la cita celebrada en el Centro de Congresos Príncipe Felipe de Madrid.
La película Stockholm, una producción de bajo presupuesto que ha logrado un gran éxito de taquilla, abrió la espita de los premios pasadas las diez de la noche. Javier Pereira se llevó el Goya al Mejor actor revelación y dio el primero de un sinfín de discursos interminables que prolongaron la ceremonia durante casi tres horas. La versión femenina de esta distinción tuvo a una llorosa y emocionada Natalia de Molina como protagonista femenina de Vivir es fácil con los ojos cerrados, que abandonó el escenario al grito de "Yo no quiero que nadie decida por mí".
Poco después, Marian Álvarez se refirió con similares palabras a la reforma de la ley del aborto que prepara el Gobierno. La protagonista de La herida cumplió la norma no escrita que dice que la actriz que gana la Concha de Plata en el Zinemaldia suele conquistar también el cabezón a la Mejor interpretación femenina. La joven, que se impuso a las finalistas Inma Cuesta, Nora Navas y Aura Garrido, dedicó su premio "a todas esas mujeres que luchan por sus derechos".
Javier Cámara, que había estado nominado sin éxito en cinco ocasiones, consiguió romper la maldición y ganar su primer Goya gracias al entrañable personaje de Vivir es fácil con los ojos cerrados, que ficciona la historia real de un profesor que en la España de los años 60 utilizaba las canciones de los Beatles para enseñar inglés. Aquel maestro viajó a Almería para conocer a John Lennon, que escribió en sus campos de fresas la célebre letra de Strawberry Fields, y su viaje inspiró a Trueba una bella y entrañable historia que toma su título de una estrofa de esa canción: "Living is easy with eyes closed". Cámara se impuso a Tito Valverde, Eduard Fernández y Antonio de la Torre, que tampoco consiguió rascar premio por su papel secundario en La gran familia española.
Se lo arrebató su compañero en esa película Roberto Álamo, uno de los hermanos de La gran familia española, que se alzó con el premio a la Mejor interpretación de reparto ganó también a Juan Diego Botto y a Carlos Bardemy tuvo un recuerdo para sus seres queridos y también para el fallecido Philip Seymour Hoffman, "un referente para todos nosotros".
Y a la quinta fue la vencida para Terele Pávez, que a sus 74 años aún no había recibido el Goya y se lo quitó de las manos a Nathalie Poza, Maribel Verdú y Susi Sánchez por su papel de reparto en Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia.
David Trueba también se estrenó con sus primeros Goya, y antes de subir a recibir el de Mejor película había pasado por el atril dos veces más: para recoger los premios al Mejor director y al Mejor guión original por Vivir es fácil con los ojos cerrados. Por otro lado, el Mejor guión adaptado fue el de Todas las mujeres, escrito por Alejandro Hernández y Mariano Barroso, que opinó irónicamente que "si el ministro de Defensa no acudiera al desfile de las fuerzas armadas, su jefe lo despediría inmediatamente".
CORTOMETRAJES VASCOS Una vez más, la fortaleza del cortometraje vasco quedó de manifiesto con el premio al Mejor corto de ficción que el vizcaino Gaizka Urresti consiguió con Abstenerse agencias, protagonizado por Asunción Balaguer y Andrés Gertrudix. Además, el director navarro Raúl de la Fuente consiguió el galardón al Mejor cortometraje documental por Minerita, que aborda las penosas condiciones de trabajo de varias mujeres en las minas bolivianas del Cerro Rico de Potosí. El filme está incluido en el catálogo Kimuak del Gobierno Vasco.
Peor suerte tuvo el donostiarra Koldo Zuazua, que además de ser productor de La herida, optaba al premio al Mejor diseño de producción por Zipi y Zape y el club de la canica. No pudo ser porque se lo arrebató Las brujas de Zugarramurdi, una máquina de ganar premios técnicos.
EL EFECTO ZINEMALDIA El buen olfato del Zinemaldia para detectar nuevos talentos y buenas películas no solo quedó de manifiesto con el Goya a la actriz Marian Álvarez. Esteve Birba, que en la última edición fue premiado por la elegante y tenebrosa fotografía de Caníbal, recibió también el galardón de la Academia en esa categoría. Además, la estatuilla a la Mejor dirección novel fue para el antiguo montador y ahora realizador Fernando Franco, que con La herida ya ganó en San Sebastián el Premio Especial del Jurado.
Asimismo, Futbolín, con la que el director argentino Juan José Campanella inauguró el certamen donostiarra, se impuso en la categoría de Mejor filme de animación, mientras que el Goya a la Mejor película europea fue para Amour, de Michael Haneke, estrenada en el Festival de Cannes pero también proyectada en Zabaltegi. Ante la ausencia del cineasta austriaco, fue uno de los actores del filme, el donostiarra Ramón Agirre, quien recogió el Goya.