Menchu Gal, en inmejorable compañía
La sala kubo muestra obras de la artista irundarra y de creadores que influyeron en su trayectoria
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VEINTE años después de que la sala de exposiciones de Kutxa le dedicara una retrospectiva, la obra de la prolífica artista irundarra Menchu Gal (1919-2008) vuelve a estar presente, desde hoy y hasta el 1 de septiembre, en la muestra de verano que alberga la sala Kubo.
"Muchos recordarán a la artista por sus cuadros de trazos ondulados en los que, de una pincelada, dibujaba barcos, casas y playas", recordó ayer la directora de las salas de exposiciones de Kutxa, Cristina Beloqui. También añadió que la muestra supone un homenaje a la artista irundarra, pues a veces "nos extasiamos con lo lejano y no tenemos ojos para lo cercano".
La exposición Menchu Gal. Entre París y Madrid está planteada de manera cronológica y acoge además las obras de importantes artistas que influyeron en distintas etapas de obra o se relacionaron estrechamente con la artista. "No es que con estos autores tuviera una relación mimética, sino que forman parte del contexto en el que vivían", subrayó el comisario de la exposición, Edorta Kortadi.
De la autora bidasoarra se exhiben, en total, más de medio centenar de óleos, seis dibujos, una docena de acuarelas y la serie Aguafuertes del Norte, y también se incluyen 19 obras de creadores como Salvador Dalí, Carmen Laffón, Fernand Léger, Henri Matisse, Montes Iturrioz, Benjamin Palencia y Pablo Picasso, entre otros. "La muestra trata de contextualizar la obra de Menchu Gal en las vanguardias francesas y españolas en las que se formó, de las que bebió (cubismo, fauvismo y expresionismo) y a las que aportó su "vasta y fecunda obra", dijo Kortadi.
El comisario divide la pintura de Gal en cuatro etapas presentes en la muestra. La primera es la de los años 30, cuando se sumergió en el realismo naif, ingenuo y afable, en el que imperan los dibujos de mujeres desnudas. Más adelante, en los años 40, se embarcó en el cubismo sintáctico, debido a que a los 13 años pasó a formarse en el taller de Amédée Ozenfant. Conoció y trató a Fernand Léger y recibió las primeras impresiones del cubismo, aunque a Gal nunca "le satisfizo demasiado esta etapa, que consideraba de intelectual, fría, y aburrida", subrayó Kortadi. Además, añadió, para ella estos autores eran "frutos de ideas existencialistas que ella no compartía porque era más vitalista".
En la muestra se puede admirar la influencia notoria de pintores como Picasso, cuya obra Maya está en la exposición, Juan Gris, Braque, María Blanchard y Oscar Domin, entre otros. Ese influjo hizo que su pintura se cargara de acentos más broncos, sobrios, de formas geométricas y sintetizadas.
La tercera parte hace alusión al expresionismo fauvista en 1960. Entonces congenió con Henri Matisse, de quien se expone la obra Nu assis à la chemise de tulle, además de con Derain y Van Dongen. El fauvismo le comunicaba vida y conectaba con su personalidad, con su alegría de vivir. "Yo pinto como respiro", solía decir.
Prefería una pintura vital a una intelectual, muerta, como consideraba el cubismo. A partir de ahí cambió los "negros, blancos y ocres, por los carmines, verdes y amarillos", recordó el comisario. Al regresar a España conectó con los grandes pintores de la escuela de Madrid, Benjamin Palencia, que es quien le enseñó a penetrar en las entrañas de Castilla; también Rafael Zabaleta, reflejado en su obra Campesinos de Perullena, o Antonio López, del que se exhibe la escultura Mari.
El paisaje es uno de los temas preferidos de Gal, según apuntó Kortadi. Siempre se ha catalogado a la artista como paisajista pero también es una "gran bodegonista y retratista". En la muestra, por ejemplo, hay retratos de su hermana Mercedes o incluso su madre.
Espontaneidad y frescura
Estados emocionales
La última etapa hace referencia al realismo naif de los años 90, ingenuo, como al comienzo. En ella se pueden ver paisajes de Hondarribia (Nocturno en el Bidasoa) o de Álava (Vendimia en Remeiuri),obras en la que reduce a manchas el color y que parecen hechas por niños, con espontaneidad y frescura. El comisario explicó que en las ultimas décadas el color servía para plasmar sus "estados emocionales y sentimentales".
La exposición es fruto de un convenio de colaboración entre Kutxa Fundazioa, Fundación Menchu Gal y el Ayuntamiento de Irun. El objetivo es promover y divulgar la figura de la artista y permitir a los ciudadanos comprobar que"el arte y la manera de ser artista no tienen una única forma ni un único color", según defendió Beloqui. Además, el director de la Obra Social de Kutxa, Carlos Ruiz, comentó que esperan recibir 30.000 visitantes.
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