¡Bravo por el Pamplonés! temporada fundación kursaal
Intérpretes. Jutta Böhner (soprano), Iris Vermillion (mezzo), Herbert Lippert (tenor), Thomas Laske (bajo), Orfeón Pamplonés, Sinfonía Varsovia, Gerd Albrecht (director). Programa. L.V. Beethoven. Missa Solemnis en Re Mayor, Op. 123. Fecha y lugar. 15/04/12. Auditorio Kursaal. Donostia. Incidencias. Gerd Albrecht sustituyó a Rafael Frübeck de Burgos, que tuvo que suspender la gira por tener que ser operado de urgencia. Aforo casi completo.
Cuando se acercan al Kursaal formaciones corales de reconocida solvencia desde Europa uno asiste al concierto con cierta expectación que en ocasiones resulta frustrada o, al contrario, recompensada por el buen hacer de los cantores. Sin embargo, cuando se trata de un orfeón de un territorio vecino -o del propio- la cosa ya cambia, a la citada expectación se suma el morbo, y se cae en la eterna trampa de hacer esas comparaciones que resultan tan odiosas y a la vez tan inevitables.
No es la primera vez que el Orfeón Pamplonés canta en el Kursaal, pero sí la primera -entre sus filas con reconocidos cantores guipuzcoanos- en que se nota claramente el hacer y las maneras de su máximo regidor, el maestro Igor Ijurra. Y afortunadamente, para bien, resultando un auténtico placer comprobar que el Pamplonés se encuentra en plena forma. Ijurra manifestó días antes a este periódico que la Missa Solemnis de Beethoven hay que cantarla con "inteligencia y sabiendo reservarse". Dicho y hecho. A pesar de algunos notorios temores en alguna que otra entrada, y que quedaron en categoría anecdótica, el coro mostró entre otras muchos elementos a su favor, un sonido bastante homogéneo y empastado -cosa nada fácil en algunos números como el complicado Gloria o el Credo, donde las tesituras extremadamente agudas en ocasiones logran el efecto contrario-. Por cuerdas, las entradas de los tenores fueron magníficas, los fraseos de bajos y barítonos cuidadas, al igual que las de las mezzos y altos, mientras que las sopranos lograron mantenerse a flote controlando la afinación y mostrando un color muy atractivo. Otra cosa habitual al cantar esta misa es que los coros pueden tender al grito, de ahí la importancia de no desinflarse tras el Gloria y saber reservar fuelle para llegar con solvencia hasta el último Pacem del Agnus dei. En ese sentido, el sonido fue envolvente, los reguladores y los golpes súbitos de voz perfectamente medidos y las fugas bien controladas.
El maestro Albrech estuvo mucho más pendiente del coro y de la emblemática orquesta que supo potenciar todos los mimbres con un apoyo de cuerda redondo -precioso el solo de la concertino en el Benedictus- y buen trabajo del viento, en especial de las flautas. Los que tuvieron que lidiar con la batuta y la partitura fueron los cuatro solistas, donde se notaron inseguridades en las entradas. El cuarteto quedó un tanto desequilibrado a causa del modo de atacar el sonido tan especial del tenor Lippert, quien, a pesar de poseer un atractivo timbre vocal, sobresalió, descompensando el resultado final. La emergente soprano Böhnert superó los tensos y agudos fraseos, la mezzo Vermillion sigue cantando en su línea habitual, de voz no muy extensa de volumen pero llena de musicalidad, al igual que el bajo Laske. En conclusión, lo más acertado de esta misa fue la óptima combinación de los intérpretes, que supieron dotar a la partitura de un mesurado equilibrio en las formas, destacando sobre todo el buen saber hacer del coro. ¡Bravo por el Pamplonés!