Balenciaga desfila para su pueblo
Cerca de un millar de getariarras visita el museo del maestro en la jornada de puertas abiertas
"nOS hemos acercado porque tenemos ganas de ver sus vestidos", aseguraban ayer las hermanas getariarras Mari Tere y Maria Dolores Esnal, a la entrada del recién inaugurado Museo Balenciaga, poco antes de que arrancase la primera visita de la jornada de puertas abiertas dirigida a los vecinos de Getaria.
"Antes de que se pusieran los vestidos y los trajes, tuve la ocasión de ver el edificio por dentro y ahora vengo a ver sus obras", añadía la presidenta de la asociación de rederas de Getaria, Lurdes Etxeberria. "Vivo en la calle Sahatsaga y por la noche se puede ver el reflejo azul que dibujan las flores de la pared -con diseño ambientado en un mantón de Manila- que tiene el edificio en su hall. Es muy bonito", indicaba, sonriente. Jose María Albizu también aguardaba con ganas el inicio de la visita, subrayando que el gran modisto "era un hombre de mucha categoría".
En la última semana, Getaria, el pueblo natal de Cristóbal Balenciaga (1895-1972), se ha convertido en protagonista de numerosos medios de comunicación, con motivo de la inauguración oficial -acontecido el pasado martes- del museo sobre la vida y obra del gran maestro de la alta costura. Una villa que, tras más de diez años de espera y de largas polémicas, ayer por fin pudo ver el edificio que homenajea al diseñador.
Y así fue. A las 10.00 horas en punto se abrieron las puertas de Balenciaga Museoa. Para la jornada de ayer estaban programadas tres visitas de 200 personas como máximo cada una, pero debido al interés que suscitó entre los getariarras esta oportunidad (hubo quien se quejó de que no hubiese más entradas gratis, teniendo en cuenta que son algo más de 2.000 habitantes en la villa), la oficina de turismo repartió ayer mismo otras 200 entradas más. Y, para el final de la jornada, cerca de un millar de personas había visitado el nuevo centro, según informaron desde el museo.
un hombre "bondadoso"
"¡Cómo se puede bordar esto!"
La visita arrancó en la sala que muestra la trayectoria profesional del diseñador, de forma cronológica y con un audiovisual de 20 minutos sobre su vida. "Era un hombre bondadoso y muy cercano". Así lo recordaba, antes del ver el vídeo, Marilo Illarramendi, vecina de Igeldo que reside en Getaria desde hace años y que conoció a la familia Balenciaga. "Era muy religioso y trabajaba utilizando muy poca tela. Además, con los trozos que le sobraban, su hermana Agustina hacía cazadoras para los pobres. Recuerdo también que llevaba en su coche hasta París las frutas que le daba su finca de Igeldo. Las rosas también le gustaban. En Igeldo se le quería mucho", explicaba orgullosa la vecina, que portaba para la ocasión un bolso blanco de Balenciaga.
"Era un hombre muy elegante y vestía con camisas de diferentes colores y zapatos a juego. Yo era muy joven, pero recuerdo que la cocinera de la familia pasaba por nuestra casa y nos contaba lo que habían comido ese día", indicaba Illarramendi, junto a una de sus hijas.
Tras el documental, los vecinos se dirigieron al ascensor para visitar las seis salas que muestran los vestidos, abrigos, trajes, tocados y complementos del artista. "¡Pero si nos lo podríamos poner hoy mismo!", exclamaban unas mujeres al observar algunas de las obras del diseñador. "¡Con ese vestido te atracan por el camino!", indicaba entre risas otra vecina, que hacía referencia al vestido de cóctel en terciopelo liso de seda negra y con cuentas de azabache, del año 1963, de la muestra del nuevo centro museístico. "¡Madre mía! ¡Hay que bordar esto!", se decían unas amigas al contemplar un espectacular vestido de noche en gros de Nápoles de seda amarilla del año 1960.
"Mi suegra es prima carnal de Balenciaga y hace 22 años mi hija desfiló con uno de sus vestidos en el homenaje que se hizo en Donostia. Esto es muy bonito. Él era único. No hay más que mirar que ahora mismo para una boda o una ocasión especial, más de una desearía ponerse algo así", subrayaba Angelines Pérez.
Algunos jóvenes también se acercaron a la visita de la mañana. Fue el caso de Iraitz Legorburu y Ainhoa Camio, de 18 y 19 años: "Hay de todo, aunque para nosotros algunos vestidos son un poco horteras. Y el edificio nos parece demasiado grande. No está el espacio bien distribuido". Pedro Buenetxea, por su parte, se encontraba pensativo observando las grandes cristaleras del edificio, tras ver la exposición. "Estoy impresionado. Fui soldado con un primo suyo que aún vive en Madrid y que viene en verano a Getaria. Me ha gustado mucho el museo. ¡Quién iba a imaginar que llegaría tan lejos!", exclamaba el vecino, emocionado.
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