"En "La lección", las palabras transcurren por un raíl y las emociones van por otro"
"Divertida" a la par que "inquietante", una de las primeras obras de Eugène Ionesco llega el domingo al teatro Principal de Donostia. El actor catalán Manel Barceló encarna al profesor de 'La lección', donde comparte escenario con Itziar Miranda (alumna) y Maica Barroso (sirvienta)
Donostia. "La lección" incide en las relaciones de poder existentes entre las personas.
Dentro de los trabajos de Ionesco, se trata de la obra que más se ciñe a la estructura de un drama. Una alumna asiste a una clase particular de un profesor y, al principio, parece una relación agradable. Pero ella muestra cierta insolencia a la hora de plantear las preguntas; no acepta la jerarquía del profesor, sino que quiere aprender. El profesor no pretende enseñar, sino que la alumna entienda que él es el maestro. Es una crítica al sistema de educación tal y como lo había vivido el propio Ionesco, que muestra todos los elementos que someten a esa sociedad a los arquetipos de la jerarquía. Y los diálogos van apartándose del realismo, llevando la historia al delirio.
¿Son esos nexos invisibles, precisamente, los que mueven el mundo?
El director, Joan Maria Gual, ha incidido en el personaje de la sirvienta, que sobre el papel podía parecer un secundario, que entra en escena de vez en cuando y que va advirtiendo al profesor de que sea prudente. Ella justifica el comportamiento salvaje del profesor, porque sí admite la jerarquía. Gual le ha dado un tinte un poco más sombrío a la criada, una especie de poder en la sombra, que mueve los hilos sin que se le conozca claramente. Quería reflejar lo que estamos viviendo. Hoy día no podemos identificar el poder ni con gobiernos ni con otros estamentos. El poder se establece desde unas corporaciones ocultas que deciden si un país va a la bancarrota, si se salva o si se lleva una industria a otro país.
Ha mencionado que el aprendizaje de los textos resultó bastante arduo. ¿También fue difícil transitar en esa línea entre realidad y delirio?
La opción que hemos elegido es rica, pero la más difícil. Decir que esto es teatro absurdo y, por lo tanto, hacer interpretaciones absurdas, caricaturas, y que todo entre dentro del mismo lenguaje, quizá sea la solución que se le ha encontrado a La lección muchas veces. En nuestro caso, todo el equipo nos hemos metido a vivir una verdad que habla de absurdos. Como actores, nos metemos en una realidad, a pesar de que el guión no ayude. El trabajo, sobre todo el de Itziar y el mío, ha sido crear un discurso emocional propio, descubriendo en cada palabra las honduras de ese texto, que no están en la superficie. Por eso es el trabajo interpretativo más intenso que he hecho en los últimos tiempos. Y eso que recientemente he participado en una obra de Shakespeare. Es un reto difícil, pero gratificante, que hemos culminado con éxito. En su momento, en los ensayos, llegué a preocuparme porque siempre estás acostumbrado a que las emociones estén en las palabras. Aquí corren paralelas al discurso, pero sin tocarse. Las palabras transcurren por un raíl y las emociones van por otro.
Recientemente ha encarnado a Ricardo II. ¿Qué tienen en común Shakespeare y Ionesco para que ambos sigan dando respuestas a las preguntas que se hace el ser humano?
No podemos ceñirnos con etiquetas. El teatro es un género muy mestizo y es bueno que así sea. Prejuzgar un trabajo porque sea un clásico o porque pertenezca al teatro de lo absurdo limita un poco. El teatro se nutre de las emociones y las deforma de la manera que puedan llegar más al espectador. Lo importante es que al espectador le llegue esa emoción, tenga un debate consigo mismo y con el resto del público.