según la tradición, Santa Cecilia era una bella doncella patricia casada con un tal Valeriano. Cecilia prefirió que la torturaran y la mataran antes que renegar de su fe cristiana. Su muerte fue por decapitación, aunque los tres primeros golpes del verdugo no cortaron del todo su cabeza y falleció con una sonrisa de perdón. Esto acaecía hacia el año 300 y pico. En la lengua europea que se hablaba (el latín), Cecilia, Cantanibus organis, obdormivit in Domino. En la antigüedad de los cristianos al hecho de morir le llamaban dormir en el Señor. Pero la patrona de la música aparece en las esculturas antiguas y modernas con el arpa.
Su patronazgo lo comparten desde tiempo inmemorial los ortodoxos, los protestantes y los católicos. Su fiesta es el primer preludio que anuncia la alegría de la Navidad. El prestigioso escritor vasco Pío Baroja nos recuerda en una de sus obras cómo en la antigüedad un eximio historiador europeo definía a los vascos como un pueblo que canta y baila sus peculiares canciones y bailes con danzas en los Pirineos y sus largas estribaciones. A lo largo y ancho de nuestra Euskal Herria proliferan por doquier orquestas, corales, conservatorios y escuelas de música en las diversas modalidades de la misma.
En la mayoría de nuestros pueblos, encontramos asociaciones de txistularis, acordeonistas, albokaris, txalapartaris, coros parroquiales, etc. Igualmente, un sinfín de grupos de música moderna desde el rock más duro hasta la salsa sudamericana o el flamenco andaluz. Se dice que donde hay tres vascos hay un coro, y eso es verdad. Cuando algunas personas de aquí recorren diversas Euskal Etxeak de América del Norte y del Sur y de Asia -por ejemplo China o Shangai- lo experimentan in situ.
El sentido musical demuestra que los seres humanos tenemos inteligencia, buen gusto y armonía. Por algo tenemos un espíritu creativo. Los animales, a excepción de los pájaros, no cantan pero les gusta oír buena música.
Recuerdo que de niño y de joven, en la Erdiko kale de Arrasate donde nacimos mis antepasados y yo, las mujeres cantaban por la mañana al orear y limpiar la casa. Alegraban la vecindad. Hoy en día, si cantaran, algunos pensaríamos que están locos. Recuerdo con agrado y alegría especial despertarme en los días festivos con la música de los txistularis del Ayuntamiento y sobre todo cuando el día de Santa Cecilia a primera hora de la mañana recorrían la parte antigua del pueblo tocando con los txistus una diana.
Durante el siglo V, se edificó en el Trástevere de Roma, una basílica dedicada a Santa Cecilia. Los que habéis visitado las catacumbas de San Calixto en Roma, habréis visto que su nombre figura esculpido en piedra. Recuerdo que me emocionó, por su sencillez y austeridad. Dicen que fue muy aficionada a la música. Le venía de familia, de casta le viene al galgo. Su madre Cornelia era una destacada profesora de música en la corte del emperador de Roma. Con razón, Santa Cecilia es representada siempre tanto en esculturas como en pinturas con un arpa. Aun hoy en día, en algunos monasterios el 22 de noviembre, que es el día en que la mataron, cantan Cecilia cantanibus organis, obdormivit in Domino. Es decir, Santa Ceclia oyendo el cántico del órgano murió.
Siempre ha habido una estrecha relación entre el sentido estético musical y las diversas religiones. Este sentido se manifiesta en el arte y la música. Las religiones valoran en gran medida la música, la buena, como medio espiritual de unión gozosa con Dios, es decir, orar. Y de unión con otros seres humanos. Una comida o cena siempre acaba entre nosotros con el buen humor del canto. Pienso que las dos realidades de la tierra -respetando opiniones contrarias- presentes en el cielo serán el amor de las buenas obras realizadas y la buena música.
Todas las civilizaciones antiguas han recurrido a mitos y leyendas para explicar el origen de la música, cuyo poder se considera portentoso y sobrenatural, demasiado grande para que algún ser humano hubiera podido inventarla. En todas las mitologías primitivas se explica la música como un regalo divino. Con música los hechiceros en la antigüedad podían comprobar la meteorología, las enfermedades, etc.
Las creencias acerca del poder sobrenatural de la música traspasaron fronteras: Pitágoras creía firmemente en el poder de la música para orientar y corregir la vida humana. Platón, uno de los pilares de nuestra cultura occidental, le atribuía a poderes mágicos. Consideraba la música indispensable en la educación de los niños y jóvenes y pensaba que controlando la música ordenaba el comportamiento cívico de los ciudadanos de Grecia y Europa.
Los teólogos medievales siguieron este pensamiento del filósofo ateniense atribuyendo a la música una influencia importante en el comportamiento humano. Pero hay todavía resquicios de la humanidad donde la música conserva sus antiguos atributos: con la música los curanderos africanos y polinesios, diagnostican enfermedades. Con música, el hechicero apache atrae la lluvia y da la victoria a los guerreros antes del combate. Signo de avance en la cultura actual es el estudio generalizado de la música.
Con la música siempre se ha adormecido a los más pequeños. En el pasado que conocimos en el canto de las letanías, en las rogativas atraía la lluvia para el campo. En nuestra tierra la música jugó un papel muy importante en la diversión de diversas corales civiles y religiosas. La iglesia en su larga historia siempre la cultivó en sus catedrales, monasterios y parroquias.
Dicen los musicólogos que la Iglesia es la institución que más abundantemente conserva en sus archivos musicales desde la Edad Media hasta el presente una infinidad de partituras, muchas de ellas verdaderas obras de arte musical. "El que canta, ora dos veces", decía San Agustín. Hay música y música como en todas las cosas. La música amansa las fieras, se dice. Sobre mi mesa de estudio tengo un serio dossier sobre los fines terapéuticos de la música clásica, sobre todo de la de Mozart.
Zorionak eta beti aurrera a todas las instituciones y personas relacionadas con el mundo de la música: profesores y alumnos de música y diversos coros y agrupaciones que tantísimos años cultivan de una forma u otra la música clásica o la más moderna en nuestra tierra vasca.