eS muy habitual hoy día que elaboraciones, centrándonos en el variopinto mundo de la repostería, que han sido emblemas típicos de un país o de una región gracias al vertiginoso mundo de las comunicaciones y de los transportes, se conozcan y sean algo habitual hasta en los últimos confines del planeta. Esa maravillosa golosina que es el dulce de leche, magnífico patrimonio de Argentina y países limítrofes, se ve en múltiples elaboraciones, reflejado profusamente en cartas de postres de nuestro entorno. Antes lo fueron los crepes, los eclairs, el pastel ruso, los petisús, los borrachos de Guadalajara o sus primos hermanos, los babás europeos. O, ¡cómo no!, el omnipresente tiramisú italiano. Una de las golosinas que tal vez menos haya viajado por el mundo, pese a su indiscutible categoría, es el strudel.
El strudel es un pastel enrollado, relleno de diversas cositas (el más típico es el de manzana o apple strudel), cuyo nombre significa "tortellino". Es uno de los pasteles vieneses más reputados, y su receta, inspirada en el baklava turco, fue creada, al parecer, por un húngaro. ¡Toma ya mestizaje!
Para que resulte bien exige una pasta de harina de gluten muy fina, delicada de preparar y de manipular. Una vez espolvoreada de pan rallado y de almendras trituradas, se enrolla sobre la guarnición. Ésta suele ser a base de manzanas a la canela y de uvas pasas, aromatizadas con ralladuras y corteza de limón.
Otras guarniciones clásicas pueden ser las cerezas (guindas garrafales, azúcar, corteza de limón, uvas pasas, nata y claras de huevo a punto de nieve).
En una lejana visita a Austria puede probar con gran satisfacción un strudel relleno también con una preparación salada (buey hervido picado con manteca de cerdo, cebolla, paprika y perejil). Otra variante, en este caso dulce, utiliza col picada, cocida al horno con grasa y azúcar.
En el apple strudel son imprescindibles las manzanas, pero no lo es menos la canela, que es la que le aporta ese sabor tan característico, cálido, dulce y pronunciado, picante y maderizado. Su nombre proviene de la palabra italiana cannella, es decir, "cañito", en francés cannelle. Lo de cañito procede de un aromatizador que se obtiene de las ramas de diversos arbustos, de tipo leñoso, muy aromáticos, de la familia de las lauráceas.