Lugar. Basílica de Santa María. Donostia. Fecha. Hasta el 20 de agosto.
EL pintor, diseñador gráfico y escultor Tomás Hernández Mendizabal (Donostia, 1940) es un hombre metódico y ordenado, pese a que pueda parecer lo contrario. Su estudio-taller de la calle Bengoetxea guarda celosamente empaquetadas, en plásticos y celofanes, las múltiples criaturas efímeras realizadas a través de estas tres últimas décadas, que ahora presenta en la Ganbara de la Basílica de Santa María de Donostia, recientemente restaurada.
60 esculturas de papel, cartón, plástico, conchas marinas, cuerdas, y toda clase de repertorios materiales efímeros, dan cuerpo y estructura a sus repertorios ideológicos, que giran casi de manera sustancial en torno a la figura del hombre, sus acciones, sus costumbres, sus juegos, deportes, trabajos, creencias, sus miedos más profundos. Por eso están presentes las maternidades y los arrantzales, los hombres y los músicos, los toreros y los iñauterizales, los santos y los monstruos. Toda una galería de hombres y de dioses, que festejan y dan rienda suelta a los trabajos, fiestas, y ritos de la vida.
Y todo ello plasmado y realizado con humildad y con gracia, con materiales efímeros que él guarda y endurece con mimo, hasta transformarlos y consolidarlos en figuras mayestáticas, de pie, sentadas, o en movimiento, y que pueden ser resueltas a gran tamaño, como las situadas ante la Plaza de toros de Tolosa (2003), o la Plaza de los Etxeberri de Donostia (1991). El trabajo de Hernández puede dar todavía mucho juego en el campo de la escultura al aire libre, sobre todo sus criaturas realizas con planchas superpuestas de metal. Escultura cercana a la de Gargallo, Picasso, Nágel, ésa que tanto gustaba a Oteiza, denominándola realismo expresivo.
Y es que Hernández siempre parte de la vida. Está inserto en su vida de la Parte Vieja, a la que adora, en la que vive, y en la que pasea y chiquitea cada día. De ahí su relación con sociedades e instituciones de toda suerte y pelaje, de ahí su colaboración en fiestas y folklores, en espectáculos y en festivales, en carteles y en libros: Donostia, Tolosa?
En su obra podríamos discernir claramente dos líneas, la de bulto redondo, de criaturas estilizadas, realizadas con papel y pasta, de pequeñas cabezas, extremidades alargadas, casi filiformes, algo giacométticas, y entroncadas con el manierismo del país, (Maternidades, Trikitilaris, Juegos), y las que juegan con los espacios vacios de las chapas recortadas y superpuestas del acero y del metal utilizado (Carnaval, Chistulari, Iñauterizales). Las primeras más polícromas y fauvistas, las segundas más austeras y blancas. Ambas líneas son interesantes y se complementan. Ambas pueden dar rienda suelta a su imaginación y a su facundia. Y es que Tomás, ahora que está jubilado, se dedica por entero al arte.
También presenta en la muestra una serie de dibujos a tinta china sobre las arquitecturas y esculturas de las Parroquias de San Vicente y Santa María, que son magníficos, muy expresivos, y muy significativos del gran diseñador gráfico que habita en la persona de Tomás Hernández Mendizabal.