De todas las borbónicas escenas que Juan Carlos protagonizó en los cinco días que duró su visita al país que reinó durante 39 años, la más importante de todas, o por lo menos la más gráfica, acaba de filtrarse a los medios esta misma semana. Y nada tiene que ver con hijos enfadados, nueras estiradas, amigos millonarios o cuentas de ahorros en paraísos fiscales. Tampoco con amantes despechadas ni tribunales londinenses. ¡Para nada! La anécdota se reduce a una sobrecarga de marisco (el mejor de tierras gallegas) que el Emérito subió a su avión de regreso a Oriente con el objetivo de agasajar a sus amigos de Abu Dabi. Esos que cada día le tratan a cuerpo de rey, como si de una Nochevieja interminable se tratara.

Juan Carlos, como acostumbra, no abandonó España de vacío. Y además de cargar con su equipaje su ropa y enseres personales, el propio monarca supervisó la compra del marisco más selecto de Pontevedra para corresponder a sus anfitriones árabes. Así lo ha revelado Alessandro Lequio en El programa de Ana Rosa, quien también ha querido puntualizar las características del avión privado en el que viajó el ya exrey: “Valorado en casi 40 millones de euros, su alquiler supera los 160.000 euros. Se trata de una exclusiva aeronave que tiene una capacidad para 14 pasajeros y que cuenta con gran espacio para equipaje”.