Vingegaard cumple su misiónEfe
La Bola del Mundo, altar último de la Vuelta, a 2.250 metros de altitud, posee cierto aire de película de ciencia ficción con la silueta de sus antenas, pintadas en rojo y blanco. O de portada de Objetivo: la Luna, uno de los célebres cómics de Tintín. Uno de sus repetidores se asemeja al cohete que asalta el cielo con destino a la Luna. La siguiente aventura se denomina Aterrizaje en la Luna.
Allí se encumbró Jonas Vingegaard, principio y fin de la Vuelta. Alfa y Omega. El líder demostró su jerarquía. Dejó huella. La más profunda, la del vencedor. Desde las alturas oteó su primera Vuelta.
Se entronizó el danés en la Bola del Mundo con una exhibición de sus facultades una vez enderezó el organismo, tocado durante la segunda semana, aquejado de un resfriado que le impedía rendir a su mejor nivel.
Con todo, el danés remató la Vuelta con su tercera victoria de etapa. "Es especial ganar en la Bola del Mundo", dijo el líder. Encumbrado en Limone-Piemonte, Valdezcaray y la Bola del Mundo.
Excelso escalador, dominó la ascensión hasta que estalló cuando restaba un kilómetro. Voló del nido. Allí finalizó la apuesta de corajuda de Joao Almeida, decapado en las rampas imposibles de la Bola del Mundo.
El portugués se ahogó cuando intentaba asfixiar al danés, un campeón de cuerpo entero se mire por dónde se mire. Dos veces vencedor del Tour, en 2022 y 2023, subcampeón en 2021, 2024 y 2025, el danés agarró la Vuelta a la espera del brindis final en Madrid. Allí llegará con una renta de 1:16 sobre Almeida y de 3:11 respecto a Tom Pidcock, que cierra el podio. El inglés soportó el arreón de Jai Hindley.
En la Bola del Mundo, donde se repta en muros de hormigón, en rampas que son empalizadas, que rascan el cielo, casi verticales, al 20%, donde se avanza a 10 kilómetros por hora, Vingegaard cerró la carrera con un portazo de autoridad que mitigan los debates y las dudas alrededor de su rendimiento.
Tras él, desperdigados, entraron Sepp Kuss, su escudero, Hindley, y más atrás Pidcock, clavado. Almeida, desarticulado, asomó poco después. El luso dijo que estuvo enfermo esta semana.
Kuss celebra con Vingegaard la victoria.
A todos tuvieron que remolcarles en meta porque ninguno de ellos podía pedalear más después de enfrentarse a una ascensión monstruosa, más emparentada con la escalada que con el ciclismo.
¿Tienen acaso sentido esas ascensiones donde uno envejece, donde se asoma al abismo, donde bailan torpemente el alma y el dolor? En la Bola del Mundo se ralentiza la vida y se acelera el pulso en una agonía entre el querer y el poder.
12 kilómetros de ascensión la 8,6% de pendiente media y rampas del 20% en sus últimos tres kilómetros. Tres mil metros de padecimiento en lo que Vingegaard sobresalió cunado restaban algo más de mil metros.
Exhibición del líder
Después atender el metrónomo de Almeida, que le incomodaba pero no le llevaba al límite, despegó el danés hacia la Vuelta. Cuando giró, el luso era un recuerdo, una silueta difusa que colgaba del retrovisor.
Miró para atrás Vingegaard y se quedó a solas en las escaleras del averno, en el calvario de la Bola del Mundo, un asterisco del puerto con cuestas imposibles, paralizantes. Una sucesión de paredes de hormigón que precisan pies de gato y magnesio para ser escaladas a cámara lenta, fotograma a fotograma.
En ese escenario, claustrofóbico, sin voces de aliento, se jadea en silencio mientras el corazón retumba y truena por encima de los pulmones, arenosos por el esfuerzo, demencial.
El reto es no echar pie a tierra, sostenerse como un equilibrista que lucha contra sí mismo y la ley de la gravedad. Duelo al sol en la Bola del Mundo. Almeida se desató. Machacón. Martillo pilón. El método del Angliru.
Vingegaard, peso ligero, se cosió a la rueda del portugués, la bandera de la audacia ondeando con dignidad. Resoplaban todos. Hindley se encrespó para desarticular a Pidcock, que resistió.
Cuestión de palmos, unidos Vingegaard, Almeida, Hindley, Pidcock y Kuss en los metros más largos del mundo hasta que el danés alzó los cuellos, el aquí mando yo, para subirse al cohete frente a las fauces de Cerbero, el perro de tres cabezas que custodiaba el Hades, el inframundo.
Sensacional Mikel Landa
El día amaneció con el viento que enrola a los lunáticos a recorrer mundos fantásticos a través de la Sierra de Guadarrama. Cada uno buscaba su Luna y su sueño.
Mikel Landa, que en las montañas se acerca a la ingravidez, excelso escalador, se entusiasmó con sus ensoñaciones en otra fuga, que alistó a muchos. Una treintena agarró el petate y se echó al monte con el espíritu de los contrabandistas. Forajidos y caza fortunas al galope. Ese hálito de libertad lo censuró Almeida, que dispuso a la patrulla del UAE a perseguir.
Vuelta a España
Vigésima etapa
1. Jonas Vingegaard (Visma) 3h56:23
2. Sepp Kuss (Visma) a 11’’
3. Jai Hindley (Red Bull) a 13’’
4. Tom Pidcock (Q 36.5) a 18’’
5. Joao Almeida (UAE) a 22’’
6. Mathew Riccitello (IPT) a 24’’
7. Jay Vine (UAE) a 47’’
8. Ciulio Ciccone (Lidl) a 1:11
14. Mikel Landa (Soudal) a 2:21
85. Markel Beloki (Education First) a 22:39
General
1. Jonas Vingegaard (Visma) 72h53:57
2. Joao Almeida (UAE) a 1:16
3. Tom Pidcock (Q 36.5) a 3:11
4. Jai Hindley (Red Bull) a 3:22
5. Matthew Riccitello (IPT) a 5:55
6. Giulio Pellizzari (Red Bull) a 7:23
7. Sepp Kuss (Visma) a 7:45
8. Felix Gall (Decathlon) a 7:50
27. Mikel Landa (Soudal) a 1h18:26
50. Markel Beloki (Education First) a 2h21:45
Hindley también animó a los suyos. El Red Bull era una estampida. Ambos se aliaron para la conquista. Ira y fuego. El portugués quería desplazar a Vingegaard del trono y Hindley arrancar a Pidcock del podio. Ese era el tablero propuesto. Una ofensiva total a cara descubierta. No tenía sentido el baile de máscaras ni el camuflaje.
A pecho descubierto. El líder, vigilante, se acurrucó entre los suyos, conocedor de que aquello era ciclismo a dos tintas, a todo o nada, a negro o blanco, sin gama de grises.
Todo se encaminaba hacia el Big-Bang de la Bola del Mundo. El punto donde se concentraba la energía de una Vuelta agotada, fatigada, con la batería parpadeando débil entre banderas en favor de la causa Palestina y en contra del genocidio que perpetra Israel.
Velocidad y ritmo
Tachadas de la hoja de ruta a alta velocidad las cumbres de La Escondida, La Paradilla y el Alto del León, que cayeron por inercia, como mudan las hojas caducas de de los árboles en otoño, pervivía el pulso a voces entre la fuga y el pelotón.
Intenso aún a las puertas de la cara segoviana del Alto de Navacerrada, el muelle que lubricaban las piernas de los costaleros de Almeida, dispuestos a arrasarlo todo, a aislar a Vingegaard.
Las protestas se hacen notar
Las protestas en favor de Palestina –fueron muchísimas las banderas palestinas presentes durante el recorrido– y en contra del genocidio que perpetra Israel sobre la franja de Gaza se hicieron notar al paso de la Vuelta, que tuvo que reaccionar desviando al pelotón para evitar el encontronazo en Cercedilla, donde se agolparon muchos de los manifestantes.
Ione Belarra e Irene Montero estuvieron en esa convocatoria. Además, un grupo de unos 100 manifestantes trató de entorpecer el desarrollo de la etapa con una sentada a 18 kilómetros de meta que obligó a parar a la caravana de vehículos de la carrera y a los ciclistas a esquivar el corte de la vía por ambos los lados del lugar del incidente.
Después, la Vuelta ideó el desvío el paso por Cercedilla mientras se acumulaban los manifestantes. La situación no pasó a mayores y la carrera continuó hacia la meta situada en la Bola del Mundo.
Red Bull se sumó a la propuesta en las siete revueltas del puerto, maravillosa su silueta desde el aire, cosiendo de asfalto el bosque exuberante en medio del desgaste que arrastraba una jornada en apnea, sin resuello.
En el primer paso por la cima de Navacerrada, la fuga, diezmada, esquilmados muchos, resistía con una renta de un minuto en un pasillo humano de aficionados. Landa, descamisado, perduraba. El orgullo le mantuvo en pie.
Landa y Ciccone, hasta el final
Con él, Bernal, Ciccone, Armirail y Van der Lee. El escalador de Murgia mostró la cresta antes de que se encarara por segunda vez Navacerrada. Un hombre solo y al comando. A su espalda le rastreaban sus excompañeros de fuga.
El UAE perseguía con velocidad, su obsesión, para cargar el segundo paso por la montaña y enfilar hacia la Bola del Mundo.
Landa, segundo en Mos, buscaba hacer palanca por el único resquicio que le quedaba. La pasión tiraba del alavés. Ciccone le tocó el hombro. Juntos hacia el infierno.
Vingegaard se tachonó a la espalda de Almeida, que arengaba a sus muchachos a que reanimasen el ritmo marcial. Vine, el hombre del rodillo, tomó el último relevo.
Pellizzari y Gall se desprendieron, laminados. A Landa y Ciccone, sensacional su actuación, les devoró la montaña que era un muro de las lamentaciones. La última frontera, la puerta a otra dimensión. La traspasó victorioso el líder. El danés sentenció la Vuelta. Vingegaard cumple su misión.