Empezando por lo estrictamente deportivo, la tercera semana de la Vuelta está siendo un poco decepcionante en cuanto al desempeño de los dos principales candidatos, Vingegaard y Almeida, que parece que gastaron en el Angliru sus últimos cartuchos. Porque ni en La Farrapona, ni ayer en El Morredero, vimos ataques de ninguno de los dos únicos candidatos al triunfo. Ni de Vingegaard para ampliar su ventaja, ni del portugués para desbancarlo o para reducirla. Da la impresión de que tienen las fuerzas muy justas. En las piernas del danés deben pesar los kilómetros y los esfuerzos del Tour, que completó con un segundo puesto, luchando por desbancar a Pogacar. Y es sabido que en una segunda vuelta de tres semanas, en una misma temporada, se rinde menos, cuando en la primera y principal se ha disputado la victoria. Un Vingegaard al nivel del Tour hubiera atacado en alguno de estos puertos y probablemente habría puesto tierra de por medio con Almeida. Éste, con menos quilates de calidad, de clase como corredor, también con medio Tour disputado, hasta su caída, va al límite y no se le puede pedir más. Exprime su ritmo constante para seguir junto a Vingegaard, como ayer subiendo El Morredero, cuando volvió, tras descolgarse inicialmente, al grupito del danés. Otro Vingegaard, el del Tour, el de comienzo de la temporada, lo hubiera remachado al ver su debilidad. El de ahora se conforma con mantener la renta de 50 segundos, confiando en la contrarreloj

La Vuelta que pudo ganar Perurena

Si Vingegaard gana la Vuelta, se podrá decir que la ha ganado al estilo Anquetil, con una sutil superioridad, la que mostró en Valdezcaray, que supo administrar vigilando la rueda de su oponente, Poulidor, aquí Almeida. En aquella famosa etapa del Tour de 1964, con meta en el Puy de Dôme, inmortalizada por la foto en la que Anquetil y Poulidor pedalean en la ascensión codo con codo, Anquetil tenía una renta tras la etapa de 14 segundos, restaba una contrarreloj antes de París, y, muy confiado, le dijo a su director, Geminiani, “me sobran 13”. Es importante la confianza en uno mismo, pero una contrarreloj también pude dar sorpresas. 14 segundos fueron los que le faltaron a Txomin Perurena para ganar la Vuelta de 1975. Perurena era líder a falta de una etapa, llevaba una ventaja de 14 segundos a Tamames, que podía haber incrementado, pero confió en que en esa última etapa, una contrarreloj por el circuito de Lasarte, con principio y final en el velódromo de Anoeta, por carreteras por las que había rodado infinidad de veces, le bastarían... pero no tuvo su día, Tamames sí, y le arrebató el maillot amarillo. Ésa era la mayor espinita ciclista que tenía clavada Perurena. A veces –contaba Txomin–, se despertaba, muchos años después, aún con esa pesadilla, la de su más amarga derrota, y se revolvía en la cama sin poder conciliar el sueño. Vingegaard parece seguro con sus 50 segundos de renta sobre Almeida ante una contrarreloj llana de 27 kms, pero nunca se debe dar nada por hecho, ni relajarse, hay que ganar toda la ventaja que se pueda, porque se puede necesitar al final. Roglic perdió el Tour de 2020 ente Pogacar por confiado, no habiéndole sacado toda la ventaja que pudo en la montaña, cuando era superior. Lecciones para la vida.

Un paisaje muy bello

El paisaje que vimos al acercarnos al puerto de El Morredero era muy bello. En el valle, una carretera estrecha que serpenteaba entre bosques, casi salvajes, sin apenas caseríos ni pueblos. Cuando el asfalto se empinó, trepando por la montaña con duras rampas, cambió radicalmente y nos mostró el drama, permitiéndonos ver los estragos causados por los incendios de este verano. La imagen era curiosa, todo el monte a un lado de la carretera estaba calcinado, mientras que al otro estaba intacto, porque la carretera había hecho de cortafuegos. Lo que confirma que el buen mantenimiento y cuidado forestal, con cortafuegos, minimizaría esas catástrofes naturales.

Movilizaciones propalestinas

El desarrollo de la Vuelta con las movilizaciones populares contra la presencia del equipo de Israel, que han tenido su máximo exponente en las etapas de Bilbao y Galicia, ha puesto sobre el tapete el debate sobre dónde están los límites del deporte ante una injusticia enorme, como la de del genocidio cometido por Israel contra los palestinos. No es un debate nuevo. Recuerdo que en 1936, cuando las Olimpiadas oficiales fueron concedidas a la ciudad de Berlín, en la Alemania de Hitler, cuando el régimen nazi ya había mostrado su carácter xenófobo, dictado sus leyes raciales despreciando todos los principios del olimpismo sobre la igualdad de razas, y encarcelado a toda la oposición; se gestó un gran movimiento deportivo mundial con los objetivos de boicotear las Olimpiadas de Hitler, y de organizar unas Olimpiadas alternativas, en Barcelona. Que se hubieran celebrado de no haber existido el golpe militar de Franco del 18 de julio, pues iban a inaugurarse el 19 de julio de ese infausto 1936. Los judíos antinazis, de izquierdas, participaron en ese movimiento. Y debieran recordarlo ahora, cuando han pasado de ser víctimas a verdugos. Ante injusticias que afectan a los valores supremos de la humanidad, todo el mundo de buena fe reacciona, y vuelca en su actividad cotidiana y profesional, donde sea, la solidaridad.