Caída y auge de VingegaardEfe
Cuando Giulio Ciccone giró el cuello anunció su derrota, decapitado por el esfuerzo. Fue la señal para la remontada al límite de Jonas Vingegaard, que esprintó con voracidad para agarrar el liderato de la Vuelta en la colina de Limone Piamonte por unos centímetros.
El danés celebró con entusiasmo la victoria. Cerró el puño y lo lanzó al aire después de someter al italiano en la foto-finish.
Más tarde, besó el anillo de casado a modo de acto reflejo. Una vez felicitado por sus compañeros, el danés, que agradeció el empeño de sus colegas, llamó a su mujer, Trine, para darle la buena nueva. Es la liturgia de Vingegaard y su hilo directo con los suyos.
Los momentos felices es mejor compartirlos y gritarlos a voces. Sobre todo después de que la desgracia rozara al danés en una caída en una rotonda que supuraba agua y dolor. La gloria y la miseria comparten colchón.
Del incidente salió con el codo izquierdo ensangrentado el danés, pero con la ambición intacta y el motor rugiendo caballaje. Sometido en el Tour por Pogacar en llegadas similares, el danés controló la subida con descaro y evidenció su jerarquía ante un especialista como Ciccone, noqueado por el ácido láctico en la ceguera del padecimiento a un palmo de meta.
Imagen de la foto-finish de la victoria del danés.
De la niebla que abrochaba la ascensión, del manto ceniciento, surgió la figura de Vingegaard, espectral, para decapar al italiano y vestirse de líder en el segunda jornada de una Vuelta que deletrea su nombre con luces de neón. Con el triunfo agarró un manojo de segundos, una docena, a su favor, sobre Joao Almeida, Juan Ayuso o Mikel Landa, en un final que caracteriza a la Vuelta.
Esprint en la montaña
El unipuertismo como estilo de vida. Era la orografía una invitación para los punchers, esa estirpe de ciclistas con chispa, velocidad y tracción en finales exigentes, que son más colina que montaña, y que invocan a la unión de empuje y potencia en unos desniveles no demasiado lacerantes que permiten acelerarlo todo.
Xabier Mikel Azparren, uno de los tres únicos vascos en carrera, se encargó de enfilar el grupo durante un buen tramo del día. El donostiarra era uno de los porteadores de Tom Pidcock, que responde a esa fisionomía.
Jonas Vingegaard, líder de la Vuelta.
No estaba solo el inglés, el primero en asomar y danzar los hombros. Recobrado el aliento tras el accidente, Vingegaard ordenó a los suyos elevar los decibelios. En paralelo replicaba la maquinaria del UAE, interpelando a Almeida y Ayuso, los duelistas del danés, que no encontraron el hueco en una subida en constante aceleración, un esprint en la montaña que reunió a los patricios.
El Ineos se soliviantó para Bernal, cuarto, en un paisaje cada vez más brumoso, con esa neblina que coloca un sombrero húmedo sobre la foresta. El Lidl despejó el camino para Ciccone en el estrechamiento que lanzó la ofensiva definitiva.
Vingegaard, que se había cosido a Kuss, se tachonó al italiano, consciente del reprís del italiano en esa clase de finales de pasos veloces de claqué. Pensaba Ciccone en el festejo cuando le adelantó in extremis el danés. La tercera plaza la ocupó Gaudu.
Antes de que el escenario lo ocuparan las luminarias, se compuso la fuga, que estaba amortizada a modo de entretenimiento, como el redoble que anuncia el gran número de circo. Un redoble infinito, kilométrico, a la espera de que sonara el platillo y pusiera en pie a los mejores. Nadie más poderoso que Vingegaard.
Vuelta a España
Segunda etapa
1. Jonas Vingegaard (Visma) 3h47:14
2. Giulio Ciccone (Lidl) m.t.
3. David Gaudu (Groupama) m.t.
4. Egan Bernal (Ineos) m.t.
5. Joao Almeida (UAE) a 2’’
6. Felix Gall (Decathlon) m.t.
7. Jay Hindley (Red Bull) m.t.
24. Mikel Landa (Soudal) m.t.
49. Markel Beloki (Education First) a 49’’
179. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 19:33
General
1. Jonas Vingegaard (Visma) 7h56:16
2. Giulio Ciccone (Lidl) a 4’’
3. David Gaudu (Groupama) a 6’’
4. Egan Bernal (Ineos) a 10’’
5. Thomas Pidcock (Q 36.5) a 12’’
6. Jay Hindley (Red Bull) m.t.
7. Santiago Buitrago (Bahrain) m.t.
21. Mikel Landa (Soudal) m.t.
50. Markel Beloki (Education First) a 59’’
179. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 19:43
La etapa se comprimía en apenas 5 kilómetros de emoción hacia Limone Piamonte, en el Valle de Vermenagna, en el Belvedere de los Alpes Marítimos, frontispicio donde se talló el triunfo del danés.
Impecable su esfuerzo y fe para aplacar la fogosidad de Ciccone, abrumado por el golpe de riñón de Vingegaard en una jornada que replicaba el modelo que descorchó la Vuelta: un esprint hacia una sola montaña a modo de remate. Un ciclismo de un solo fogonazo. El flash para la foto y los titulares que coloniza el corpus del ciclismo y lo resume en una cuesta.
Gal Glivar, Jakub Otruba, Liam Slock y Sinuhé Fernández se liaron la manta a la cabeza como los jóvenes que parten hacia el Erasmus recién nacido el día. La suya fue una fuga de la que se bajó Nico Denz, que estuvo al principio, pero prefirió abandonar el club de los imposibles porque en realidad no empastaba con ellos. Estaba fuera de lugar. El cuarteto chapoteaba ganas en su primera participación en la Vuelta.
Denz no pertenecía al grupo de los muchachos que abren los ojos, alucinados, ante la pasión imbatible de los comienzos. Los cuatro se entendieron de fábula, aliados con el idioma del entusiasmo, aunque conscientes de que su aventura tenía los kilómetros contados.
Caída de Vingegaard
La lluvia, tímida, timorata, apenas chispeante, se hizo fuerte, y fue disolviendo el vínculo de los escapados. Fernández se diluyó. Bajo la lluvia abandonó Guillaume Martin, víctima de una caída. La incertidumbre y la precaución se adentraron con mala saña por la espina dorsal, con ese escalofrío que provoca el temor al agua.
Espejada la carretera, evitar las caídas era el objetivo principal para no quebrarse en el reflejo de la Vuelta. En una rotonda, donde uno siempre puede perderse si no elige la salida adecuada, se fueron al suelo muchos, entre ellos Vingegaard, señalado por la ruleta rusa del azar. La lluvia lubrica la mala ventura.
El Visma cayó en bloque. El danés, el máximo candidato a conquistar la Vuelta, regresó al grupo remolcado por Campenaerts.
Vingegaard tenía el codo izquierdo marcado por el susto y el pulgar hacia arriba tras fintar un desenlace más cruel. A Zingle, al que la lluvia le revolcó por el suelo, le tuvieron que recolocar el hombro los doctores de la carrera.
Entretanto, le robaron la bici. “Se la dejé a alguien que no hablaba muy bien inglés”, dijo. La bici desapareció en cuando atendía al francés en la ambulancia. Cosas de Italia.
El efecto del accidente desaceleró la caza. La sociedad del asfalto esperó que los caídos regresaran antes de devorar el reguero de migas de los escapados en las faldas de Limone Piemonte, testigo de la caída y auge de Vingegaard.