Miguel Usabiaga (Donostia, 1961), escritor y columnista en NOTICIAS DE GIPUZKOA, viajó el fin de semana a Madrid para promocionar su última obra en la Feria del Libro. En época de calma txirrindulari, con el buen sabor de boca del Giro aún vigente y un prometedor Tour a la vuelta de la esquina, desgrana una novela “ágil y fresca” cuya temática vinculamos a la actualidad del mundo de las dos ruedas.

Creo que, de todas sus obras, esta es la tercera con temática ciclista.

Sí. Primero publiqué El caso Martana. Después, Muerte en el Aubisque. Y te diría que, si seguimos un orden cronológico estricto, hay un tercer libro que tengo casi terminado y que da continuidad a los personajes de las dos novelas anteriores. El sol de la infancia, mientras, viene a insertarse entre la segunda obra y la tercera, a modo de complemento.

¿Y para qué un complemento?

Porque esa serie de tres novelas, la última de ellas sin publicar aún, se vertebra en torno a un personaje que ha sido ciclista. Y porque, por otra parte, me parecía igualmente interesante tratar en otro libro, casi a modo de paréntesis, los orígenes de ese mismo corredor, o incluso de un corredor cualquiera.

Cuestión de vocaciones juveniles.

Tal cual. En el caso concreto del libro, hablamos de una vocación ciclista. Pero la historia que cuento resulta aplicable a otros ámbitos de la vida, a la toma de decisiones que nos lleva a dedicarnos a una cosa o a otra. Este es un sub género que me gusta mucho, el de las novelas de aprendizaje que ilustran el crecimiento de una persona.

¿El protagonista Luis es un personaje ficticio?

Sí, lo es desde el momento en que se convierte a posteriori en un gran campeón. Y ya ves que su nombre no figura en ningún palmarés oficial.

Se lo preguntaba porque su historia incluye referencias a claras a Txomin Perurena.

Sí, pero a modo de homenaje más que nada. El proyecto inicial sí consistía en escribir una novela más compleja con dos historias paralelas, una de ellas a modo de biografía. Pero luego me di cuenta de que resultaba mejor desmembrarlas y publicarlas por separado. Por eso El sol de la infancia se ha quedado en una cosa cortita, ligera, que se lee muy fácil y que me ha otorgado ciertas licencias.

Decisiones y decisiones

¿A qué se refiere con esto último?

A que mezclo la historia de un ciclista con un asalto al gobierno civil en tiempos de dictadura... Ahí contrapongo las decisiones correctas que toma Luis para desarrollar una próspera trayectoria ciclista y las acciones que había protagonizado años antes su tío para verse apartado del deporte que ama. Ya te digo que me gusta incluir en mis novelas ciertas moralejas, no sé si llamarlas lecciones, que puedan hacer pensar al lector.

Me habla en plural. ¿Hay más puntos simbólicos en este libro?

Sí. Por ejemplo, ese asalto al gobierno civil se da para liberar a unos compañeros detenidos por pintar una bandera republicana en la Cuesta de la Guitarra, junto al alto de Perurena, una carretera con gran historia en nuestro ciclismo y que quedó abandonada al construirse la variante. ¡Ya ni existe! Dándole protagonismo, reivindico lo poco que se cuida aquí la simbología txirrindulari en comparación con, por ejemplo, los adoquines de la París-Roubaix en Francia.

La ficha del libro.

La ficha del libro.

Esa Cuesta de la Guitarra es sólo uno de los parajes del libro que tanto sonarán a los cicloturistas de Donostialdea...

Sí. Perurena, Aritxulegi... Enriquece mucho una novela situarla en lugares reales y conocidos. Sirve para ubicar al lector. Luis y su tío pedalean a menudo por esas carreteras, desde una relación que también tiene su simbolismo.

¿El del pupilo y su entrenador?

Efectivamente. Un ciclista en ciernes puede ver cómo le inculcan valores de distinto signo. Los positivos aluden al sacrificio, a la dedicación, a no hacer trampas... Pero también existen los preparadores nocivos que arrasan con la personalidad del corredor y que, más que hacerle crecer, le empequeñecen.

Hilado con esto último y yéndonos ya a la actualidad... Parece que en el actual circuito vasco-navarro sub-23 se cuidan más los procesos que en el exterior, ¿no?

Sí, estoy de acuerdo, y me parece lo más sano. No hay más que comparar cómo andaba yo con 18 años, que mal no iba, y cómo andan ahora esos juveniles belgas o eslovenos, por ejemplo, que suben directamente al campo profesional. Es un fenómeno que me cuesta comprender, la verdad. Como dices, parece que en Euskadi los corredores aún se cocinan a fuego lento, mientras que en el extranjero han creado algo así como fábricas de ciclistas. El UAE detecta a cualquier chaval, lo ficha y enseguida está volando ya.

Simon Yates celebra la conquista del Giro de Italia en Roma. EFE

Leímos sus artículos en este periódico durante el reciente Giro de Italia, una prueba que le dejó muy buen sabor de boca.

Fue una carrera emocionante, con una magnífica traca final. Enganchó incluso a mis amigos menos puestos en ciclismo. Todo el mundo hablaba de Roglic y Ayuso antes de arrancar, y al final se jugaron la victoria los segundos espadas. Resultó bonito, estando acostumbrados como estábamos a la hegemonía y al dominio de Pogacar.

A menos de cuatro semanas para el Tour y con el Dauphiné ya en marcha, ¿qué vaticina para la ‘Grande Boucle’?

Tengo la impresión de que no será un monólogo del propio Pogacar. Vingegaard llega con mejor preparación que el año pasado. Y Evenepoel lo hace más maduro, habiendo adelgazado otros dos kilos según le leía el otro día a su entrenador. Además, me parecería arriesgado descartar a Roglic, a quien vi algo flojo en el Giro incluso antes de sus caídas: él siempre ha dicho que el Tour es su gran objetivo, así que veremos...

La opinión de Miguel Usabiaga nos seguirá acompañando en julio.